En los primeros años del siglo XVII, en un periodo de gran prosperidad en los Países Bajos, los tulipanes se convirtieron en el mayor exponente de riqueza. Gracias a los inexplicables cambios que surgían en algunos de sus bulbos, con variedades multicolores, irrepetibles y de una exótica belleza, se produjo una auténtica fiebre productora y compradora que provocó un aumento exponencial en el precio del tulipán. Se publicaron cientos de catálogos e incluso se dejaron de cultivar otras flores.
En 1623 un solo bulbo de tulipán se vendía fácilmente por 1.000 florines. Para hacerse una idea de semejante valor baste citar que el sueldo medio anual de un holandés era de 150 florines y una tonelada de mantequilla costaba 100 florines. El récord lo batió Tulipa ‘Semper Augustus’. En 1635 se llegó a cambiar un solo bulbo de esta variedad por una lujosa mansión en el centro de Amsterdam.
Esta locura llevó al mercado de los tulipanes a entrar en la bolsa de valores. Pero, la floración de un tulipán, desde que se inicia el cultivo de un bulbo, dura siete años por lo que no cuadraba esa euforia compradora. Por tanto, ¿cómo se podía negociar un producto de temporada durante todo el año? La solución, comenzar a vender los bulbos de tulipán antes de que se hubieran recolectado. Se negociaba precio y cantidad de compra antes de la floración de los bulbos. Pero la burbuja estalló. En 1637 el precio de los tulipanes cayó en picado y condujo a la economía a su primera crisis de la historia moderna.
Sin embargo, hoy, cuatro siglos después, la tulipomanía que llega al Real Jardín Botánico es bien distinta. Por un precio de cuatro euros que cuesta la entrada general de acceso al Jardín cualquiera puede revivir esa ‘fiebre florística’ pertrechado de una cámara fotográfica para inmortalizar semejante exotismo. En la Terraza de los Cuadros, unos metros más allá de la puerta principal, ha comenzado ya a florecer el espectáculo multicolor que se repite cada año por estas fechas durante varias semanas.
Casi una docena de variedades
Este año se han plantado unos 15.600 bulbos de las variedades ‘Merlot’, ‘Elegant lady’, ‘Groeland’, ‘Creme upstar’, ‘Orange princess’, ‘Artist’, ‘Dream touch’, ‘Angelique’, ‘Ice cream’, ‘Maureen’ y ‘Wilja’, principalmente en la Terraza de los Cuadros, pero también en otras zonas del Botánico como la Rocalla o el Jardín de Invierno, que mezclados, en algunos casos, y plantados de manera consecutiva conforman una auténtica pradera de tulipanes digna de ser fotografiada, o pintada, como sucedía siglos atrás y todavía sigue pasando.
Procedente del Imperio Otomano, la actual Turquía, donde tenía connotaciones sagradas y adornaba los trajes de los sultanes, el tulipán fue introducido en los Países Bajos en 1559. Hoy en día Holanda es el país mayor exportador de esta flor que pertenece a la familia de las liliáceas, al igual que los ajos y las cebollas.
Son plantas formadas por un solo tallo, que sostiene la flor. Las hojas crecen desde la base envolviendo al tallo, y su forma es de linear a lanceolada. En la Península Ibérica, de forma natural, se encuentra una especie llamada Tulipa sylvestris con dos subespecies, australis y sylvestris.
Se calcula que los tulipanes alcanzarán su principal esplendor en el Real Jardín Botánico hasta pasar los días de la Semana Santa. Después, y de manera progresiva, la parte aérea desaparecerá, sólo persistirá el bulbo y tendrá que pasar todo un año para apreciar ‘in situ’, en el Botánico y sin necesidad de viajar a Holanda este panorama.
Durante el mes de abril, todos los días y de forma ininterrumpida el Real Jardín Botánico abre sus puertas de 10:00 a 20:00 horas.