La inesperada convocatoria de elecciones anticipadas anunciadas por Theresa May encierra una lógica que debe ser analizada en múltiples dimensiones. Javier Ruiz Vicioso afirma, en este nuevo análisis FAES, que “en clave internacional, May busca un fortalecimiento de su legitimidad en el exterior, asentada en un respaldo democrático propio que ahora no tiene”. “Quiere proyectar una imagen de unidad en torno a ella que le permita afrontar con más fuerza las negociaciones para la salida de la Unión Europea”, añade.

En su opinión, “el adelanto electoral responde a un impulso de May por hacerse con una hegemonía política sólida y duradera”, pero advierte que “el verdadero reto que se le presenta con la nueva convocatoria está en Escocia. El SNP de Nicola Sturgeon planteará estas elecciones como un nuevo plebiscito que les legitimará para reclamar la independencia, puesto que Escocia votó mayoritariamente por seguir en la Unión”.

Theresa May anunciaba su intención de convocar elecciones anticipadas en el Reino Unido para el 8 de junio, menos de un año después del referéndum del Brexit y tras haber negado en repetidas ocasiones su intención de adelantar los comicios. Aunque inesperada, esta decisión encierra sin embargo una lógica que debe ser analizada en sus múltiples dimensiones.

En clave internacional, May busca ante todo un fortalecimiento de su legitimidad en el exterior, asentada en un respaldodemocrático propio que ahora no tiene. No olvidemos que su gobierno es consecuencia de la dimisión de Cameron –no de la elección popular– y que su exigua mayoría absoluta no siempre asegura el apoyo parlamentario, haciendo necesarios pactos y transacciones dentro de su grupo y con otras fuerzas. May quiere proyectar una imagen de unidad en torno a ella que le permita afrontar con más fuerza las negociaciones para la salida de la Unión Europea. Negociaciones que se abrieron formalmente el pasado 29 de marzo y que se prologarán durante dos años decisivos para el futuro del Reino Unido.

Su más que probable victoria debería entonces interpretarse como una “segunda vuelta” o re-confirmación del Brexit. Así, ya no habrá dudas de que “Brexit means Brexit”, y de que “there’s no turning back”, por utilizar dos célebres frases de la propia premier.

En clave nacional, el adelanto electoral responde a un impulso de May por hacerse con una hegemonía política sólida y duradera. Es decir, May quiere apoyar su fuerza exterior sobre la estabilidad interior. Lo cierto es que los conservadores no tienen hoy una oposición consistente, ni a la izquierda ni a la derecha, y han decidido sacarle rendimiento electoral a esa circunstancia. El Labour ha perdido gran parte de su capacidad política con la elección de Jeremy Corbyn, muy cuestionado internamente e incapaz de apelar a una mayoría de votantes. Sus perspectivas electorales son, de hecho, bastante pobres. El UK Independence Party se encuentra sumido en una profunda crisis. En el contexto post-referéndum y post-Farage se plantea necesariamente la cuestión de la supervivencia de un partido que ya ha logrado su objetivo fundacional y que no es capaz de consolidar un nuevo liderazgo carismático que contenga los enfrentamientos internos. No extraña, por tanto, que la estrategia de May respecto a UKIP haya sido tan obvia: Tanto su interpretación del resultado del referéndum –lo que algunos han llamado hard Brexit– como la retórica nacionalista de sus mensajes se ha dirigido a capitalizar el voto de UKIP para los conservadores. Estos buscan abiertamente fagocitar a UKIP, lo que les aseguraría una cómoda mayoría. Por su parte, los liberal-demócratas, aunque no parecen haberse recuperado del descalabro en las últimas elecciones, tienen ciertas posibilidades de mejora si consiguen atraerse a las clases medias urbanas, educadas y abiertas (ex New Labour incluidos) que votaron por la permanencia en la UE.

En estas circunstancias, el verdadero reto que se le presenta a May con las elecciones está en Escocia. El SNP de Nicola Sturgeon planteará estas elecciones como un nuevo plebiscito que les legitimará para reclamar la independencia, puesto que Escocia votó mayoritariamente por seguir en la Unión y se niegan a aceptar la salida “contra su voluntad”. Si los nacionalistas arrasan de nuevo como en 2015, se hace difícil ver cómo abordará el gobierno un problema territorial cada vez más enconado y que constituye la principal fractura del país.

Por último, en clave interna de partido las elecciones servirán a May y su equipo para hacerse con el control efectivo de la formación. El partido conservador salió del referéndum completamente desgarrado, como ha relatado Tim Shipman en All out war. En esa enorme tarea de reunificación May debe comenzar por consolidar su propio liderazgo, y para ello no hay mejor criterio que el éxito electoral.

A Cameron le perdió el haber renunciado a la prudencia, que es el principio político conservador por excelencia. Veremos si May no ha arriesgado en exceso y consigue ganar –según todo apunta– su apuesta de adelanto electoral.

(José Ruiz Vicioso. Master en Historia del Pensamiento Político, Universidad de Exeter. Becario FAES 2011)

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