Constituida en su mayor parte por piezas pertenecientes a las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional, muchas de ellas no accesibles habitualmente a la visita pública de los Reales Sitios, y una vez devueltos los préstamos incorporados a su contenido inicial, la exposición vuelve a abrir sus puestas hoy, 19 de mayo, en una segunda versión que, manteniéndose en su planteamiento esencial, se verá enriquecida con nuevas obras de extraordinaria calidad y también poco conocidas, pertenecientes todas ellas a las Colecciones Reales, que permitirán ampliar su discurso y descubrirán al espectador aspectos especialmente destacados de los intereses artísticos de Carlos III.
Así, la muestra mantiene la coherencia de su planteamiento expositivo, que analiza el mecenazgo del rey y la estética y significación de la Magnificencia en las residencias reales españolas durante aquellos años que marcan la transición del Rococó al Neoclasicismo, pero se introducen nuevos temas que no estaban presentes en la primera versión, como las Exequias y elogios fúnebres dedicados al monarca que se ubicarán al final del recorrido tras la sala dedicada a su muerte, que ha sido uno de los espacios de la exposición más impactantes y sugerentes para el visitante.
Junto a ello, las novedades que aportará esta nueva versión de la exposición serán las siguientes:
A Carlos III en Nápoles se dedicará la primera sala, pues las realizaciones ilustradas de este soberano en España no se explican si no se conocen aquellos veinticinco años durante los cuales ocupó el trono de un lugar clave para la cultura europea, especialmente en aquellos años del Grand Tour. Las excavaciones de Pompeya, Herculano y Estabia, así como el esplendor arquitectónico de Nápoles son parte de su obra allí y marcaron el desarrollo del Neoclasicismo. Vistas de aquella ciudad por Pietro Fabris y composiciones por Francesco Solimena y Francesco De Mura encargadas por el rey están presididas por su busto realizado, apenas llegó a Madrid, por Juan Pascual de Mena.
La religiosidad. Fundador de la Orden que lleva su nombre, creada para honrar “La Virtud y el Mérito”, ésta se caracteriza por los colores azul y blanco que corresponden a la Inmaculada Concepción, bajo cuyo patrocinio la puso Carlos III. La religiosidad era esencial para este soberano como se refleja en ese y en otros aspectos de su arte cortesano, y por tanto el título pontificio de Rey católico le corresponde tan bien como al que más de sus predecesores. En su patronazgo religioso destacan las obras de Tiepolo, Mengs y sus discípulos españoles, así como las de orfebres cortesanos como José Giardoni o Manuel Timoteo de Vargas Machuca.
El obrador de marfiles del Buen Retiro constituye el menos conocido, pero el más avanzado desde el punto de vista estético, de los que se integraban en la Real Fábrica del Buen Retiro fundada por Carlos III a su llegada a Madrid, y que suele relacionarse con la Porcelana. Aunque ésta fuese su producción más cuantiosa y conocida, en aquella manufactura se realizaban también otras especialidades suntuarias como las piedras duras –a las que esta sala estaba consagrada hasta ahora- y la talla en marfil, cuyo director era uno de los jefes mejor pagados de la Fábrica. Este escultor romano, Andrea Pozzi, creó y coordinó relieves en este material precioso que reflejaban las pinturas romanas descubiertas en Pompeya y Herculano. De este modo, la gran empresa cultural patrocinada por Carlos III, y que resultó esencial para el gusto neoclásico en todo el mundo, no sólo se difundió por la edición –también regia- de estampas sobre aquellas obras de la Antigüedad, sino que se plasmaba también en los gabinetes de Palacio. Este conjunto quedó dispuesto de una manera fija en la Casa de campo del Príncipe de El Escorial desde la década de 1790, ya bajo Carlos IV. Puesto que aquella es su disposición histórica que debe mantenerse, y dado que aquel gabinete no puede estar siempre abierto a la visita por sus reducidísimas dimensiones, esta sala ofrece una oportunidad especial para el visitante.
Inmediatamente después de su muerte, Carlos III fue objeto de impresionantes Exequias y elogios. Los montajes efímeros realizados para solemnizar aquellas ceremonias –las últimas de un soberano español que tuvieron tan universal alcance geográfico y tanto fasto- abarcan un expresivo abanico estético, desde la mayor modernidad neoclásica que caracterizó las celebradas en Roma hasta las de carácter más retardatario y anclado en las tradiciones del principio de la Edad Moderna, y todo ello en el mismo año de la Revolución Francesa. Dentro de un montaje que recrea parcialmente el elegante ornato organizado por José Nicolás de Azara en la iglesia de la Corona de Castilla –Santiago de los españoles- en Roma se expondrán los libros existentes en la Real Biblioteca del Palacio de Madrid y que contienen estampas de los imponentes cenotafios y aparatos arquitectónicos levantados tanto en Roma y España (Barcelona, Sevilla, Granada) como en diversas capitales de América.
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