El Programa Iberdrola-Museo aborda anualmente diversos tratamientos de conservación y restauración de obras pertenecientes al patrimonio artístico del museo, con el fin de que se encuentren en las mejores condiciones para su conservación y exhibición. Este año, entre las piezas seleccionadas destaca la gran escultura del artista vasco Eduardo Chillida, Lugar de encuentros IV (1973-1974), que recibe a los visitantes. Desde el año 2000, además, el escultor vasco da nombre a la plaza y al propio vestíbulo de entrada al museo. Al tratarse de una escultura expuesta en el exterior, requería ahora de un tratamiento más exhaustivo que el de los trabajos de mantenimiento habituales a los que de forma periódica es sometida. Este tratamiento de conservación y restauración se ha desarrollado a lo largo de las cuatro últimas semanas.
Los lugares de encuentro de Eduardo Chillida
Entre el extenso corpus de esculturas de Chillida destaca un conjunto de obras de carácter monumental, creadas principalmente con la finalidad de ser expuestas en lugares públicos, genéricamente tituladas “Lugar de encuentros”. El espíritu que animó su producción queda resumido en estas significativas palabras del propio escultor: “lugares de encuentro, espacios para el diálogo y la convivencia”.
La serie está formada por siete piezas realizadas a lo largo de una década, fechadas entre 1964, la más antigua, y 1974, la más reciente. Aunque las dos primeras fueron ejecutadas en madera y acero corten, respectivamente, para el resto se utilizó, incluyendo la de nuestro museo, el hormigón. Todas las piezas, excluyendo la primera de la serie, tienen escala monumental, con medidas cercanas a los 5 metros de largo y varias toneladas de peso.
En el caso de la obra del museo, la pieza de hormigón tiene un peso superior a las 16 toneladas y unas medidas de 215 x 475 x 408 cm. Fue ejecutada entre 1973 y 1974, y donada al museo por el propio Chillida en 1982. La pieza fue colocada, bajo la directa supervisión del artista, en la antigua planta baja del edificio moderno, en lo que hoy es el vestíbulo de acceso. Pero en junio de 2000, y de nuevo con su supervisión, la pieza se ubicó en su emplazamiento actual.
En esta serie de obras Chillida aborda la invención de nuevos modelos de esculturas arquitectónicas para los contextos urbanos contemporáneos. El primer proyecto en hormigón fue Lugar de encuentros II (1971), en Madrid, la primera de sus grandes obras suspendidas para la que contó con la participación del ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez. Muchas de ellas fueron encargos públicos e intervenciones a gran escala para espacios exteriores: Lugar de encuentros I (1954) en Nueva York; Lugar de encuentros II (1971) y Lugar de encuentros III (1972) en Madrid; Lugar de encuentros V (1973) en Toledo; Lugar de encuentros VI (1974) en la Fundación Juan March de Madrid y Lugar de encuentros VII (1974) en Palma de Mallorca. También se conservan diversos estudios preparatorios en bronce, acero, hierro y yeso.
Uno de las investigaciones fundamentales que Chillida abordó en estas esculturas es la estructuración de las formas en el espacio y, más específicamente, la indagación de las relaciones entre el espacio exterior que envuelve la forma y su espacio interior. “Hay un problema común – dejó escrito el artista– en la mayor parte de mi obra: el del “espacio interior”, consecuencia y origen de los volúmenes positivos exteriores. Para definir esos espacios interiores es necesario envolverlos, haciéndolos casi inaccesibles para el espectador situado al exterior… yo aspiro a definir lo tridimensional hueco por medio de lo tridimensional lleno, estableciendo al mismo tiempo una especie de diálogo entre ellos”.
Otra característica es el uso del hormigón. Chillida exalta la aspereza y los valores monocromáticos del material para buscar la unión entre cualidades aparentemente opuestas, como la rudeza del material con la delicadeza de las líneas de los contornos, y la rotundidad de la forma con la solemnidad del vacío.
Por último, hay que mencionar el concepto de levitación tan presente en buena parte de su obra, tanto escultórica como gráfica. Lugar de encuentros IV, suspendida por cables de acero, se eleva unos centímetros del suelo, y esa ligera elevación es suficiente para crear un efecto que anula las dieciséis toneladas de peso en favor de la armonía de las curvas y la alternancia entre el vacío y el lleno de las formas.
Intervención
A la hora de abordar el estado de conservación de las piezas en hormigón de Chillida, y su posible intervención, hay que tener en cuenta la técnica empleada en estas obras. A partir del uso del hormigón armado se da forma al volumen escultórico mediante una armadura metálica delimitada por un encofrado o estructura de madera que hace de contenedor del cemento y los áridos. Uno de los principales problemas de conservación que presentan estas obras, tal y como ocurre con la pieza del museo es la corrosión de la armadura metálica interior, que puede llegar a generar pequeñas fisuras y roturas en el cemento provocando, así, pérdidas formales.
Otro factor de riesgo que compromete la conservación es su instalación en el exterior, lo que permite que los agentes climáticos actúen directamente sobre los materiales que componen la obra acelerando, de este modo, los procesos de oxidación y fomentando la colonización biológica. Una vez analizados todos estos factores y realizados los estudios técnicos pertinentes previos a la intervención en Lugar de encuentros IV –comprobación de la estructura, estudio de la alcalinidad del cemento, constatación de oxidaciones y plagas biológicas–, se inició el tratamiento del estrato superficial de la obra mediante la aplicación de un producto “biocida”.
Este proceso se combinó con una consolidación específica para materiales pétreos y con el tratamiento de las oxidaciones presentes en los elementos metálicos. Finalmente se realizaron pequeñas intervenciones de reintegración, tanto en pérdidas de volumen como cromáticas, según los requerimientos del estado de conservación y siguiendo siempre un criterio de mínima intervención.
Este programa de conservación preventiva permitirá controlar la evolución de la obra en el futuro y definir un óptimo protocolo de actuación.