El director general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Luis Lafuente, ha presentado en el Museo Cerralbo, en Madrid, la restauración realizada por la Real Fábrica de Tapices de una importante colección de tapices flamencos y cortinas del museo.

El proyecto, que ha llevado dos años de trabajos, ha sido promovido por el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y ha supuesto para la Secretaría de Estado de Cultura una inversión de 263.296 euros.

Con esta intervención, no solo se ha garantizado la conservación de un singular conjunto textil, integrado por cuatro tapices flamencos del siglo XVII y dos cortinas francesas del siglo XIX, sino que también se ha avanzado en la recuperación de la disposición original de los ambientes del antiguo palacete, hoy museo, compatibilizando la conservación de los ambientes con la preservación de los bienes culturales que los integran.

Cortinas de la ‘Edad de oro de la tapicería’

Las cortinas del Cuarto del Mirador son magnífica expresión de una época conocida como la “Edad de oro de la tapicería” -tercer cuarto del siglo XIX- y el periodo del Segundo Imperio francés. Realizadas en los talleres de Aubusson-Felletin muestran, al igual que todas las que, en gran número guarnecen los ventanales del palacio, el gusto burgués por el tapiz de colores vivos y cálidos y complejo repertorio ornamental.

Los tapices, ejemplos de la producción bruselense

Los cuatro tapices del Salón Estufa son excelentes ejemplos de la producción bruselense, de comienzos del siglo XVII. En concreto, el tapiz con representación de La Fortuna es obra del famoso taller de Franz van den Hecke según cartón de Antoine Sallaert, y el tapiz de una Batalla (seguramente Escipión el Africano derrota a Aníbal) conserva el anagrama del taller de François Tons.

El proceso de restauración

Los tapices presentaban suciedad, deshidratación de fibras, manchas, zonas pintadas, deterioros estructurales y deformaciones, debidas a injertos e intervenciones antiguas.

El proceso de restauración y lavado de las piezas ha sido complejo pero ha permitido el estudio riguroso tanto de las técnicas de ejecución como de los procesos de deterioro de los textiles.

Especial importancia se ha concedido también al montaje de los bienes culturales en el Museo, para el que se han diseñado y construido estructuras específicas que garantizarán la conservación de las piezas, como el salvar las diferencias de dimensión entre ellas en el espacio que se exponen.