Fue publicada en 1587 y su autor es Juan de Arfe y Villafañe
La Biblioteca Nacional de España ha adquirido un volumen facticio que incluye el opúsculo de Juan de Arfe y Villafañe (1535-1603) titulado Descripcion de la traça y ornato de la Custodia de plata de la Sancta Iglesia de Sevilla, que se publicó en 1587, y una “Ilustración” manuscrita de Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749-1829), quien también añadió un retrato a lápiz de Arfe en 1775 y, en 1805, cuando el volumen formó parte de su biblioteca, cuatro grabados del pintor Juan de Valdés Leal (1622-1690).
La Descripcion se publicó con motivo de la finalización de una de las joyas de la orfebrería española, la gran custodia de asiento de la catedral de Sevilla. El leonés Juan de Arfe, heredero de una gran saga de plateros, era el orfebre o, como a él le gustaba definirse, el “arquitecto de plata y oro” más reputado de su tiempo. Igualmente destacaba por sus inquietudes literarias, y en ese momento ya había publicado el Quilatador de Plata, oro, y piedras en Valladolid en 1572 o la Varia Commesuracion para la escultura, y arquitectura, también en Sevilla entre 1585 y 1587. El texto describe la custodia y explica la iconografía de las figuras según el programa teológico que había ideado el canónigo de la catedral Francisco Pacheco (1535-1599) –tío del futuro suegro de Velázquez de mismo nombre–, verdadero factótum intelectual de la Sevilla contemporánea. Arfe conseguía así aumentar la fama de su extraordinaria obra y la suya propia.
El folleto está compuesto por 17 páginas sin numerar y cuatro grabados, aunque solo dos parecen corresponder a la edición original de la Descripcion, según lo que manifiesta el propio Ceán en la “Ilustración”. En el que sirve de portada aparece la torre de la Giralda y las santas Justa y Rufina para identificar a la ciudad Sevilla, mientras en su interior puede contemplarse la mitad de la planta de la custodia. Además, Ceán añadió otros dos provenientes de la Varia Commesuracion, donde en un mismo folio, el recto y el verso, muestran un alzado de la custodia. Por un lado, figura un diseño esquemático con un estudio de las proporciones de sus distintas alturas y, por el otro, la obra completa, tanto en lo que corresponde a la arquitectura como a la figuración escultórica.
La pieza es un escrito que hasta fechas recientes se creía desaparecido, pues no se conservaba ningún ejemplar, y ya en el siglo XVIII se consideraba extraordinariamente raro. Así, en 1780, en el tomo dedicado a Sevilla de su Viage de España, Antonio Ponz extractaba algunos pasajes cuando comentaba la custodia catedralicia, e igualmente hizo el propio Juan Agustín Ceán Bermúdez en 1800 cuando trató a Arfe en su Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes.
Solo en 2008 José Cesáreo López Plasencia dio noticia de un ejemplar que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Sin embargo, el volumen ahora adquirido por la BNE no sólo parece en un mejor estado de conservación, sino que cuenta con un importante valor añadido al haber formado parte de la biblioteca Ceán Bermúdez, el historiador que puso las bases para el estudio moderno de la Historia de las Bellas Artes en nuestro país y quien añadió al volumen de la Descripcion sus propios escritos, grabados y un dibujo autógrafo.
La historia de este ejemplar poseído por Ceán Bermúdez fue bien conocida durante el siglo XIX y fue transcrito en El Arte en España (1865) y Archivo Hispalense (1886), cuando estaba en posesión del pintor Valentín Carderera (1796-1880) y del duque de T’Serclaes, Juan Pérez de Guzmán y Boza (1852-1934), sin que posteriormente se volviera a tener noticia de su paradero hasta este momento.
Ceán no se limitó a tener la obra en su biblioteca, sino que realizó una “Ilustración” manuscrita que unió al folleto y donde relata su larga relación con el opúsculo. Esta se remonta a 1775, cuando un joven Ceán se encontraba en Sevilla, donde había llegado en marzo de 1768 acompañando a Gaspar Melchor de Jovellanos, nombrado Alcalde del Crimen en la ciudad. Durante esos años, Ceán todavía pretendía convertirse en pintor, por lo que estudió en el taller de Juan de Espinal y acudió a las clases de la recién creada Academia de Diseño de Sevilla. Fue entonces cuando tuvo su primer contacto con el ejemplar de la Descripcion, pues lo poseía su amigo y paisano Agustín Álvarez, quien le pidió que dibujara el retrato de Arfe que aparecía grabado en la citada Varia Commesuracion. Ceán lo llevó a cabo simulando ser un retrato en miniatura que pende de un bello lazo en el que se muestra el nombre completo de Arfe. Así singularizó por vez primera el ejemplar con uno de los escasísimos dibujos que se conocen de su mano, pues solo se le puede atribuir con seguridad la serie de retratos de artistas copiados de un ejemplar de las Vite de Giorgio Vasari, también conservados en la Biblioteca Nacional de España.
El mismo relata que treinta años después de llevar a cabo este dibujo, de regreso a Sevilla tras la caída en desgracia de Jovellanos y su alejamiento de la Corte, se encontró con el historiador y periodista Justino Matute (1764-1830). Este le indicó que tenía un raro ejemplar de la Descripcion de Arfe que resultó ser en el que Ceán había dibujado el retrato tantos años antes. Debido a ello, Matute se lo regaló y Ceán decidió incluir la “Ilustracion” manuscrita al ejemplar relatando la historia del opúsculo y su paso por las manos de los hermanos Donato y Martín de Arenzana antes de llegar a las de Matute. Además, en la actualidad, el ejemplar se completa con la inclusión de otros cuatro grabados de la custodia de la catedral realizados por Juan de Valdés Leal que nos muestran los cambios realizados en la obra de orfebrería por el platero Juan de Segura en 1668.
Ceán era un afamado coleccionista de estampas y sus catálogos nos indican que al final de su vida poseía miles de grabados, entre los que se incluían cuatro registrados a nombre de Valdés Leal, por lo que es bastante plausible que se tratara de los que ahora acompañan a la Descripcion. Él mismo indica que los incluyó para ilustrar visualmente el proceso de transformación barroca que había sufrido la custodia catedralicia, a la que también se refiere en la memoria manuscrita.
En definitiva, no solo se trata de un tratado extremadamente singular en el panorama bibliográfico de las artes españolas, sino que su propio devenir histórico y las intervenciones de Ceán Bermúdez lo convierten en un ejemplar de una riqueza polisémica.