Si hay algún lugar donde sean visibles las conquistas de las mujeres en las últimas décadas es en la Biblioteca Nacional de España. Aunque costó, y durante los primeros 120 años de vida de la institución, tenían el acceso prohibido, hoy en día, la Directora es una mujer, son la mayoría (62,97%) y ocupan la mayor parte de los puestos de responsabilidad.
En su plantilla es donde mejor se reflejan los cambios producidos: al cierre de 2017, las mujeres ocupaban el 62,97% de los puestos, frente a un 37,03% de hombres. Una proporción que se reproduce en los niveles más altos del organigrama.
En 1990, después de 50 directores hombres, Alicia Girón se convirtió en la primera Directora de la Biblioteca, cargo que han ocupado otras cinco mujeres durante un total de 18 años en estas casi tres décadas (Carmen Lacambra, Rosa Regàs, Milagros del Corral, Glòria Pérez-Salmerón y la actual cabeza visible, Ana Santos Aramburo). En los últimos años además se apuesta por un perfil técnico ya que muchas de ellas comenzaron sus carreras profesionales como bibliotecarias.
Desde 2004, la Dirección ha estado exclusivamente ocupada por mujeres, ‘‘no [porque] las mujeres [sean] necesariamente ‹mejores personas›’’, sino porque si el poder no se comparte, además de cometerse una injusticia, ‘‘la sociedad en conjunto se está perdiendo el talento de la mitad de la población”, como recordó Santos el mes pasado en el Foro Liderazgo Femenino, citando a Mary Beard.
Ellas están asimismo representadas en los grandes puestos restantes: Gerencia (Begoña Cerro), Dirección de División de Procesos y Servicios Digitales (Agnes Ponsati) y Subdirección Técnica (María Jesús Morillo). Además, los departamentos dirigidos por mujeres son el doble de los que encabezan hombres, entre ellos algunos tan relevantes como Coordinación de Proyectos, Actividades Editoriales, Preservación y Conservación de Fondos, Adquisiciones e Incremento del Patrimonio, Bellas Artes y Cartografía, Música y Audiovisuales, Recursos Humanos y Materiales, la Biblioteca Digital o el Museo. Todo ello convierte a la BNE en un ejemplo que demuestra que los techos de cristal se pueden romper.
Con respecto a los usuarios, las cifras actuales muestran que la proporción de carnés masculinos y femeninos en la Biblioteca es prácticamente la misma (50,74% de hombres y 49,26% de mujeres a finales de febrero). Por ello, desde hace ya unos años se emiten dos tipos de tarjetas identificativas: de lector y de lectora. A esta clase de gestos se unen iniciativas recientes como el Día de las Escritoras, un homenaje que se celebra anualmente para reivindicar la labor y el legado de las autoras a lo largo de la historia.
Antonia Gutiérrez Bueno, la pionera
Las mujeres no siempre lo han tenido fácil y es que durante los primeros 120 años de historia, no se les permitía acceder a las salas ni a los fondos. Sin embargo, la situación se ha revertido y hoy, la institución recibe a miles de investigadoras al año y aborda con perspectiva de género muchas de las actividades culturales que organiza.
Mª Antonia Gutiérrez Bueno fue la pionera que en 1837 solicitó el acceso como lectora a las colecciones con el objetivo de documentarse para el Diccionario histórico y biográfico de mujeres célebres que preparaba. El principal obstáculo se encontraba en las Constituciones de la Real Bibliotheca de 1761, que establecía que las mujeres únicamente podían acudir como visitantes, en días festivos y con un permiso especial.
Joaquín María Patiño, el entonces Director de la ya denominada Biblioteca Nacional, le facilitó una sala en la planta baja, dando así un pequeño pero importante paso que la reina regente, María Cristina de Borbón, hizo extensivo a todas las mujeres. Por fin, en 1838 se reformó el artículo de las Constituciones que limitaba el carácter público de la institución. Este hito preparó el terreno para que la entrada de mujeres en la BNE con el propósito de estudiar sus fondos se convirtiese en un hecho habitual.
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