La exposición La NO comunidad. A modo de ensayo sobre la soledad en el tardocapitalismo, que permanecerá abierta al público en CentroCentro desde el viernes 26 de octubre al 27 de enero de 2019, ofrece una mirada poliédrica a la idea de la soledad y el desarraigo a partir de las obras de casi 60 artistas nacionales e internacionales. La muestra, comisariada por Blanca de la Torre y Ricardo Ramón Jarne, aborda la soledad desde el cuestionamiento de la idea de comunidad, de esa no comunidad que tiene que ver con la ruptura del vínculo social en la sociedad actual.
La celebración de esta muestra se enmarca en un plan pionero del Ayuntamiento de Madrid que, bajo el lema Madrid te acompaña, aborda la lucha contra la soledad no deseada desde la cultura, la formación y la salud.
El recorrido de la exposición no está planteado de modo lineal, se propone de manera reversible, pudiendo partir desde el Gabinete Central de Espejos y Retratos. El espejo obliga al espectador a formar parte de la exposición y el autorretrato opera como una suerte de espejo creado por el propio artista. Para la exposición se han seleccionado obras con espejos de destacados artistas como Pilar Albarracín, Rafael Lozano-Hemmer, Mona Hatoum, Jorge Perianes, Mitsuo Miura y Marina Núñez. Estos dialogan en la sala con una serie de retratos y autorretratos de autores como Alberto García-Alix, John Coplans, Miguel Ángel Gaüeca, Jorge Molder, Antonio Saura, Luis Gordillo, Cindy Sherman y Darío Villalba.
Ciudad contemporánea
A continuación, otro de los ámbitos de la muestra desarrolla el tema en relación a la Ciudad Contemporánea, a través de personajes de todo tipo, desde vagabundos e indigentes a diferentes clases de outsiders y comunidades marginales que demuestran cómo son pocos los rincones del globo donde no encontremos las consecuencias del capitalismo en forma de soledad. Una mujer atraviesa las calles de Nueva York en la fotografía de Paul Graham, que forma parte de una serie más amplia, American Night, que reflexiona sobre la fractura del sueño americano. También Mona Hatoum se interesó por las desigualdades sociales a través de Roadworks, resultado de una performance arrastrando sus pies desnudos en una comunidad marginal de Brixton, mientras Pierre Gonnord busca seres anónimos de las grandes urbes en las fotografías de las series Regards y Utópicos. Los tres artistas siguientes se enmarcan en la misma línea pero en contextos diferentes: Esko Männikkö, Zhang Huan, Boris Mikhailov. En el primer caso retratando los interiores pobres de ciudades del norte de Finlandia, denunciando las condiciones de los retretes públicos de China en el caso de Huan y en el caso de Mikhailov retratando los más desfavorecidos de Ucrania.
La prostitución en las calles urbanas está presente a través de las fotografías de Philip-Lorca Dicorcia y Trine Søndergaard. En el primer caso el fotógrafo retrata hombres que ejercen la prostitución en los alrededores de Santa Mónica, Los Ángeles, mientras Søndergaard presenta desgarradoras imágenes de prostitutas del distrito rojo de Copenhague.
La incomunicación y deshumanización se ven también en el vídeo de Antonia Wright, Are you OK?, como resultado de una serie de performances realizadas en La Habana, París y Nueva York, en las que la artista llora en mitad de la calle en un intento de captar la atención del viandante. Próxima a ésta, la tensión emocional de una madre que mira a través de la ventana mostrando un instante de soledad familiar, con la característica intensidad psicológica de las fotografías de Gregory Crewdson.
Inmigración, género, identidad
La serie de Jürgen Klauke Transformer va dando pistas sobre el siguiente capítulo. El artista explora estereotipos asociados a la masculinidad a través de mostrar su propio cuerpo en un acto de transformismo, para buscar una indefinición que se sitúe en las fronteras del binomio masculino-femenino. Funciona ésta como transición hacia el ámbito de Frontera que se explora en las siguientes salas desde varios ángulos: inmigración e ideología pero también género e identidad.
Richard Prince explora una supuesta identidad masculina con sus Cowboys, al apropiarse de la icónica imagen del vaquero de los anuncios de Marlboro. Esta imagen de hombre solitario y fuerte aparece enfrentada a la de Girlfriends, donde una serie de guapas mujeres posan como trofeos en un gesto de hiperbólica crítica hacia los roles de género en la actual sociedad heteropatriarcal. Un heteropatriarcado que se escenifica en la fotografía de Eva Lootz, donde una mujer va tejiendo la propia indumentaria que viste en Ella vive en el traje que se está haciendo, de modo similar al de la mujer de avanzada edad de la diminuta escultura de Liliana Porter.
Otras artistas lo muestran a través de su propio cuerpo, donde género, identidad y religión se interrelacionan, como Marina Abramovic y la estrella de cinco puntas que rasga en su estómago, que también es desgarrado a través de un aro de espinas en el vídeo de la israelí Sigalit Landau bailando el hula-hop. Problemáticas similares en torno al género y la identidad se centran en el caso de Shirin Neshat en países musulmanes desarrollando relatos de claros tintes autobiográficos que retratan la dureza de la situación de la mujer en la sociedad islámica.
En el caso de Regina José Galindo la soledad de la condición femenina sometida a diferentes formas de poder y dominio se retrata a través de la performance de la artista corriendo delante de un tanque. El tono de humor aquí lo ponen Elena del Rivero, homenajeando a Marcel Duchamp jugando al ajedrez con una mujer desnuda, las piernas de la fotografía de Helena Almeida y las de la muñeca de Laurie Simons atrapadas en un libro.
Periferia
Este concepto se sitúa en el proyecto como contrapunto a la ciudad. Nos encontramos con la soledad del “afuera”, lo ajeno al centro, o los distintos puntos de fuga asociados a este: desde el abandono de lo rural, hasta los diferentes entornos aislados como lo insular, el espacio o el mar. Desde el astronauta en el espacio de Joan Fontcuberta hasta el hombre en el fondo del mar de Simon Faithfull. De la mujer en un entorno difícilmente localizable, posiblemente algún no-lugar de la Irlanda del Norte de la fotografía de Willie Doherty al vídeo de Vasco Araujo en que una isla se presenta como metáfora del ser humano, donde la soledad impulsa a un hombre a aprender el lenguaje de los pájaros. En el caso de Lucía Loren, los protagonistas son pastores nómadas de la zona liberada del Sáhara, que tratan de habitar y mantener una cultura en extinción.
El castigo de Atlas de sostener en soledad el peso del mundo, de la obra de Vik Muniz, abre capítulo al castigo como reclusión forzosa de las obras de Gonzalo Elvira, Artemio y Nuria Güell. En la obra de Nuria Güell se escucha la conversación de la artista con un preso. Gonzalo Elvira se inspira en la reclusión del anarquista Simon Radowitzky en la conocida como “prisión del fin del mundo”, y Artemio muestra una instalación de grabados junto con el audio de un coro de presos de la cárcel de Lecumberri, México.
Edades de la soledad
En este apartado se refleja desde la inquietud nocturna del niño de Anthony Goicolea a los adolescentes de Juan Carlos Martínez y sus momentos de soledad en las residencias de estudiantes. O los que en lugar de tomar el camino del estudio pasan por el ejército, como el Oliver Silva de la serie de Rineke Dijkstra, y los jóvenes ataviados con ropas deportivas de la instalación de Muntean/Rosenblum, con la mirada perdida de los hijos del tardo-capitalismo. Desde la escultura de Pepe Espaliú, mientras nos habla de la edad atravesada por la enfermedad, a la fotografía de Sam Taylor-Wood retratando a un hombre adulto tumbado en el sofá inspirado en la muerte de Chatterton. También los vídeos de soledades performáticas de José Iges y Jesper Just, este último a modo de dueto entre un hombre de mediana edad y uno joven que llora desconsolado ante la falta de comunicación con el que parece ser su progenitor.
Obras específicas
El recorrido anterior se pone en diálogo en las diferentes secciones con las obras específicas de artistas a los que se han comisionado obras ex-profeso para la exposición, y que, de un modo u otro, ofrecen soluciones o miradas alternativas ante esta problemática.
Con un tono humorístico, la propuesta de Eugenio Ampudia toma como base dos de las alternativas comunitarias que más han proliferado en los últimos años: los huertos urbanos y la adopción de animales de compañía en refugios de animales. Los visitantes pueden disfrutar tanto de las tareas del huerto como de los animales por vía telemática, llevándose a cabo todas las tareas en torno a ellos a través de canales OTT de Internet.
Cristina Lucas realiza su obra deliberadamente en una pequeña sala de tránsito, forzando al espectador a atravesar unas vallas publicitarias con slogans seleccionados entre aquellos que han logrado convertirse en algo más que la enunciación de los productos que difunden. La obra de Lucas busca una llamada de conciencia de la existencia de una soledad asociada al neoliberalismo y económicamente muy rentable.
La instalación de Concha Jerez reflexiona sobre la soledad del individuo que se desarrolla en privado, con un carácter de sistematicidad, acciones que son reflejo de algunas de sus formas de actuar en el mundo. Estos soliloquios, diseminados en acciones realizadas por la artista y registradas mediante una cámara de vídeo dialogan con diversos lugares del edificio de CentroCentro así como con la memoria y el pasado del lugar como edificio de correos.
Fernando Sánchez Castillo propone un homenaje a los emigrantes que han intentado llegar a España, apelando a la imposibilidad de imaginar su soledad y la incertidumbre en su travesía por el Mare Nostrum. La imagen de la que parte el proyecto es la de un hombre subido en un poste de vigilancia, oteando un horizonte de vallas, alambradas y sueños colectivos. Sánchez Castillo ha formalizado esta imagen a través de una suerte de “Memorial”, compuesto por una escultura que se repite en 857 pequeñas esculturas iguales, metáfora de la repetición de ese mismo sueño de una vida mejor.
Finalmente en el exterior del edificio, el colectivo Basurama y Dagoberto Rodríguez, cofundador del colectivo Los Carpinteros, colaboran por primera vez en la realización de un Refugio contra la soledad. Tomando como base de inspiración la idea de ermita como uno de los iconos del paisaje español, proponen la construcción de este refugio como lugar de encuentro, íntimo aunque abierto en el que cualquiera puede entrar, dispuesto a ser abordado por cualquiera, para charlar, comentar, lamentarse o reír. Una arquitectura de geometría compleja, inspirada en los aviones espías que logran resultar invisibles para los radares, que recibe al espectador con una atmósfera de sonidos urbanos y de luz inspirada en el atardecer.