La Fundación Luis Seoane inaugura Laxeiro-Seoane. Cruce de caminos. Dibujos 1930-1950, un diálogo entre dos de los más destacados miembros del grupo de Los Renovadores de la Vanguardia histórica gallega.
Esta exposición, que a partir del 19 de diciembre, se podrá visitar en la Fundación Luís Seoane, ofrece una visión de parte de la obra dibujística de Laxeiro y Luís Seoane, en el período 1930-1950, mediante la que se propone un recorrido por la evolución de ambos artistas que, arrancando de las mismas inquietudes renovadoras, van evolucionando hacia dos proyectos estéticos diferentes y complementarios.
Esta exposición es fruto de la colaboración de Fundación Luis Seonae y Fundación Laxeiro. El proyecto nace de una preocupación por profundizar en los orígenes de la renovación plástica de estos dos artistas, como miembros destacados del grupo de Los Renovadores de la Vanguardia histórica gallega, con el objeto de aportar información sobre los respectivos procesos de su construcción estética y detectar características que, en su conjunto, van definiendo sus trayectorias a lo largo de los años.
La exposición está compuesta por un centenar de dibujos, realizados en dos décadas que resultaron decisivas en la maduración de la obra de Laxeiro y Luís Seoane, la elección de la técnica del dibujo, se debe a que este es el medio en el que los artistas expresan sus preocupaciones técnicas, estéticas y temáticas, de una forma más directa y desinhibida, buscando así un diálogo espontáneo e íntimo entre ambas personalidades.
Este diálogo es llevado a cabo a través de piezas de pequeño formato, a veces bocetos, que tienen el interés de acercarnos a estos dos artistas desde la intimidad y la inmediatez, lejos de la complejidad de la pintura, que nos ofrecería una visión mucho más elaborada de su obra, pero seguramente, perdería esa espontaneidad que solo se consigue en las distancias cortas, en las conversaciones a media voz, entre dos amigos y compañeros de generación.
Por eso resulta muy interesante poner a estos dos gigantes del arte gallego a dialogar a través de pequeñas obras de una época prolífica, en la que todavía podríamos hablar de juventud y, por tanto, de cómo ambos se enfrentaron a su construcción estética, sin estar todavía definidos de forma concluyente sus respectivos lenguajes.
El principal interés de esta exposición quizás resida en esta contraposición de personalidades que producen una obra con características comunes, pero también con una línea definida que deja constancia de dos temperamentos que desembocarán en un corpus artístico con características bien diferenciadas.
Si Laxeiro era, como lo definió Isaac Díaz Pardo, un intuitivo genial, una persona vitalista, espontánea y, de algún, un catalizador de la narrativa barroca y mágica de la Galicia tradicional, el segundo tenía una personalidad más analítica y reflexiva que lo llevó a trazar una carrera polifacética, con un intenso compromiso político y cultural desde el que desarrolló una trayectoria que, vista desde hoy, parece seguir un programa planificado, a pesar de los continuos cambios sufridos durante toda su vida, por sus circunstancias personales.
La exposición se completa con una selección de publicaciones y fotografías que contextualizan el momento histórico y biográfico de ambos artistas.
Laxeiro y Seoane, dos personalidades complementarias
Hablar de Laxeiro (1908-1996) y de Luís Seoane (1910-1979) es hablar de dos de los principales renovadores del arte gallego del siglo XX que, como sus compañeros de generación, asumieron el compromiso de construir para Galicia una estética propia y diferenciada y, a la vez, conectada con el arte internacional.
Una relación de largo recorrido. Como el propio Laxeiro relata, se conocieron en 1934, con motivo del montaje de la primera exposición individual de Laxeiro en la facultad de Filosofía y Letras, en la que Seoane le ayudó con el montaje. Suponemos que fueron presentados por Carlos Maside, porque Laxeiro cuenta que Maside fue a recibirlo a su llegada a Compostela, y le ayudó a bajar las obras de la baca del coche de línea, procedente de Lalín.
Laxeiro cuenta que a partir de ese momento, trabaron una amistad que se afianzaría, ya en la década de los años cincuenta, a la llegada de Laxeiro a Buenos Aires, para participar en una exposición organizada por el Centro Gallego en la Galería Velázquez, cuyo artífice fu precisamente Luís Seoane que, como responsable de actividades culturales del Centro Gallego, había recibido el encargo de organizar una exposición con los artistas más interesantes de la plástica gallega de aquel tiempo. A partir de ese momento, se reunirán en multitud de ocasiones en la capital argentina. Laxeiro llegará a decir que Seoane es el amigo que más lo acompaña en los momentos de soledad.
Similitudes y divergencias formales. Seguramente podríamos hablar de la pintura de Laxeiro como una pintura del exceso que ya, desde muy pronto, se decantaría por los códigos del Expresionismo, plasmados de forma magistral en su Carnavalada de 1931 que se puede ver en la Colección permanente de la Fundación Laxeiro en Vigo. Carnavalada es un óleo sobre cartón que posiblemente estuvo expuesto ya en la exposición de 1934, con el título Antroido o Os criminais que, junto con las tarjetas de 1923 que Castelao había pntado después de su viaje por Alemania en 1921, es el primer cuadro expresionista gallego y que, al contrario del colorismo de los de Castelao, muestra una paleta cromática oscura, muy en consonancia con la tradición tenebrista española, en la que encontraríamos una sugestiva conexión entre el Barroco y el exceso compositivo Laxeiriano.
En Laxeiro, tenemos que hablar del Goya de las pinturas negras, que para él serán un punto de partida incontestable, después de su repetida contemplación en el Museo de El Prado, cuando estudiaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el período 1930-32 y, cómo no, de Gutiérrez Solana, a quien, igual que a Laxeiro, le había influido la obra de Ignacio Zuloaga, con ese cromatismo sombrío con el que postulaba otra forma de mirar la realidad, en las antípodas de la luminosidad mediterránea. Rembrandt será también otra de sus influencias seminales que lo acompañará durante toda su carrera, hasta el punto de viajar a Ámsterdam en 1969 para ver una retrospectiva del pintor.
En este recorrido por sus influencias, no podemos dejar de citar a Picasso, quien marcaría a toda una generación y, en este caso, quizás es el nexo de unión entre Laxeiro y Seoane, quien también abraza e expresionismo para su programa estético, solo hay que echar un vistazo a sus dibujos del Cuaderno titulado 13 estampas de la traición para detectar una clara coincidencia con George Grosz, sobre quien escribiría un pequeño ensayo décadas más tarde, o incluso con Otto Dix, interesantes referencias para contextualizar el trabajo de Los Renovadores en Galicia, en panorama internacional que, a partir del manifiesto Le rappel a l’ordre publicado en 1926 por Jean Cocteau, experimentaba una vuelta a la figuración, propiciando un ambiente en el que podemos encuadrar los expresionismos, la Nueva Objetividad alemana o el grupo de pintores que en Italia, se agruparon en torno a la publicación Valori Plastici en los inicios de los años veinte.
Quizás lo que se conoce como Estética granítica fue la respuesta de la Vanguardia gallega a este retorno al orden, un código que fue construido, probablemente, a partir de los postulados de Rafael Dieste sobre la concepción de un arte específicamente gallego, surgido del entorno geográfico, a partir del que construir una estética de proyección universal. Alrededor de esta concepción, surgió un programa en el que Los Renovadores rechazaban el folclorismo estereotipado y académico y buscaban referencias en la rica tradición escultórica románica y barroca gallega, además de adoptar colores oscuros y terrosos, acordes con una concepción atlantista de la luz, con la que recreaban temáticas inspiradas en la cultura popular pero alejadas de los arquetipos tan utilizados por la genración anterior a la que rechazaban.
Pero, se a partir de estos postulados, Laxeiro toma el camino de la fabulación y el pensamiento mágico, Seoane evolucionará hacia una concepción más analítica del hecho pictórico, esquematizando formas que darán a la mayoría de su producción un aspecto de distanciamiento, de análisis racional, acercándose a la pintura geométrica que, después de los hallazgos del Cubismo, llevaron adelante artistas como el propio Picasso o Fernand Léger.
Tenemos por tanto, dos trayectorias que comienzan con las mismas inquietudes de renovación, adoptan similares recursos expresivos y prosiguen separándose, según las dos grandes líneas de evolución de la pintura en el siglo, a saber: Laxeiro estará más próximo a una línea irracional, gestual y pulsional, en la que incluimos movimientos como los sucesivos expresionismos, el grupo CoBrA, la Action painting, el Informalismo, el Art Brut y, ya en la posmodernidad, los Nuevos Salvajes y, por otro lado, Seoane sería más afín a esa línea analítica que arrancaría del Cubismo, el Constructivismo la Abstracción geométrica, e incluso el Pop.
A pesar de que estas divisiones categóricas no son exactas (es obvia la huella en Seoane de los expresionismos de Entreguerras y tampoco podemos ignorar la influencia que la pintura geométrica del uruguayo Joaquín Torres García, ejercerá sobre Laxeiro), nos sirve para trazar el recorrido de dos sensibilidades complementarias que fueron capaces de llevar adelante sus proyectos estéticos de una forma brillante.
Similitudes y divergencias temáticas. No podemos pasar por alto sus preocupaciones temáticas, que también parten de una fascinación por lo popular, para divergir, Laxeiro hacia personajes que frecuentemente se sitúan fuera de la norma social, como locos, marginados y niños; y Seoane hacia un compromiso político que desembocará en una idea del pueblo como abjeto de represión ejercida por el Poder, y en su interés por retratar a personajes significativos de su tiempo.
Con todo, hay temas de los que ambos autores se ocupan repetidamente como la maternidad, la mujer, las fiestas populares y romerías, el trabajo campesino, o el retrato, que constituyen un corpus nada despreciable para rastrear esas similitudes y divergencias en la trayectoria de cada uno de ellos.
Este proyecto es fruto de una colaboración institucional que tuvo su arranque en la exposición titulada 13 estampas de la traición, 80 años de su publicación que, después de ser mostrada en A Coruña, actualmente se puede visitar en Vigo hasta el 24 de febrero.
Laxeiro-Seoane. Cruce de caminos significa un paso más en esta colaboración que pretende unir esfuerzos y recursos para profundizar en diferentes aspectos relativos a las figuras de Luís Seoane y Laxeiro y, por extensión, de nuestra Vanguardia histórica, aprovechando e bagaje acumulado de ambas fundaciones y estableciendo sinergias para aportar más conocimiento sobre una parcela de la historia cultural gallega sobre la que todavía queda mucho que investigar.
Per esta colaboración, posiblemente se amplíe también a otras áreas de la creación contemporánea, buscando facilitar a la ciudadanía espacios de reflexión sobre nuestra identidad cultural en diálogo permanente con el mundo.
Esta colaboración es también un intento de acercar culturalmente a las ciudades de A Coruña y Vigo, las dos más populosas de Galicia que parecen estar más alejadas de lo que su proximidad geográfica indica.
Datos de interés:
Laxeiro – Seoane. Cruce de caminos. Dibujos 1930-1950
Fundación Luis Seoane (Rúa San Francisco, 27, 15001 A Coruña)
Fechas: Del 19 de diciembre 2018 al 31 de marzo, 2019
Comisariado: Silvia Longueira Castro, Javier Pérez Buján