La arquitectura, como cualquier disciplina, desarrolla su teoría en palabras; pero, conjuntamente, es capaz de pensar en imágenes. Cuando los humanistas del Renacimiento comenzaron a exponer en tratados su saber sobre el arte de construir tendieron a combinar palabras e ilustraciones. De hecho, algunos de los más célebres tratados se parecen más a un atlas visual que a un volumen escrito. Pero, ¿cómo puede la imagen desarrollar una teoría? La fertilidad teórica de la imagen aparece, casi por sorpresa, si remplazamos la concepción moderna de “teoría” por el genuino sentido de la voz griega theōria: acto visual de “contemplación” y “especulación”, de desarrollar una “visión”.
Atlas de teoría(s) de la arquitectura es una muestra visual sobre diferentes modos de ver el arte de construir: diversos modos de concebir qué es la arquitectura, cómo se hace y cómo debe entenderse. Cada generación de arquitectos ha necesitado reescribir la historia desde su propio presente y, en consecuencia, también desarrollar su propia teoría —que, como un fantasma, se le presenta como urgencia una y otra vez—. La teoría de la arquitectura, como demostró Hanno-Walter Kruft, se conforma como una multiplicidad de teorías de la arquitectura que se conectan, a su vez, por una multiplicidad de relaciones históricas.
La exposición presenta, de un modo muy particular, una amplia colección de imágenes relevantes para la historia de la teoría de la arquitectura. Como una Wunderkammer, cámara de maravillas o gabinete de curiosidades, reúne más de cincuenta documentos originales cedidos por el Canadian Centre for Architecture y la Biblioteca de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid: grabados de Piranesi, Palladio o Cesariano; montajes de Peter Eisenman; presentaciones de proyectos de Le Corbusier, Gunnar Asplund o Karl Friedrich Schinkel; dibujos conceptuales de Aldo Rossi o John Hejduk; proyecciones singulares de James Stirling o Auguste Choisy; mensajes publicitarios de Cedric Price o Bernard Tschumi; posters de Daniel Libeskind; levantamientos arqueológicos de Le Roy o Hittorff; o utopías urbanas de Scamozzi o Frank Lloyd Wright.
Como toda cámara de maravillas, la exposición atesora imágenes autónomas mientras busca clasificarlas en función de relaciones potenciales. En consecuencia, el visitante tiene varias opciones para orientarse en la sala. Puede buscar, entre el aparente desorden, sus propias maravillas, es decir, aquellas imágenes que más estimulan su imaginación. También puede reflexionar, si así lo desea, en torno a los siete temas que clasifican las obras en la sala; cada conjunto de imágenes tiene un texto asociado, pero, voluntariamente, no ha sido titulado. O, simplemente, puede distraerse intentando comparar las imágenes, buscando similitudes y analogías entre una y otra.
En su afán de acumulación, Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura cuestiona algunos aspectos del estado presente de la arquitectura, momento que algunos consideran ahogado en un torrente de imágenes. Es consecuencia del intenso fenómeno de acumulación y aceleración de la imagen que caracteriza nuestra era de hiperestimulación digital. Hay quien alega, con ironía, que hoy «la forma sigue a la imagen». Ante este horizonte, resulta útil recordar las palabras de Francesco Milizia, sin duda el más influyente de los teóricos de la arquitectura en Roma a finales del siglo XVIII, cuando afirmó: «Pero ver no es nada: discernir lo es todo; y la ventaja del hombre sublime sobre el mediocre es elegir mejor lo que le conviene.» Se refería así al arte de «examinar, comparar, confrontar y escoger», en el conjunto de las bellas artes. ¿No es la afirmación de Milizia más contemporánea que nunca?
Imagen:
Le Corbusier, boceto para la Maison de l’homme, Zurich, Suiza, 1961-1963. Tinta, lápiz color, grafito y montaje sobre papel traslucido [15.4 × 40.2] Canadian Centre for Architecture © FLC-ADAGP
Los comentarios están cerrados.