La muestra presenta un completo recorrido por los movimientos artísticos que en las primeras décadas del siglo XX rompieron con los moldes establecidos en Rusia. Marc Chagall, Kazimir Malévich, Vassily Kandinsky, Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Jean Pougny o Alexandr Ródchenko son algunos de los autores reunidos en la exposición. Hasta el 5 de mayo en la Sala Recoletos (Paseo de Recoletos, 23. Madrid)
Fundación MAPFRE ha presentado hoy en Madrid, la muestra De Chagall a Malévich: el arte en revolución, que propone un recorrido a través de 92 obras de 29 artistas que en las primeras décadas del siglo XX rompieron con los moldes establecidos y se adelantaron a la modernidad de un modo nunca visto antes en Rusia.
La muestra, que tiene como figuras de referencia a Marc Chagall y Kazimir Malévich, en la medida en que representan dos polos en las innovaciones de la vanguardia pictórica, presenta la obra de otros veintisiete artistas como Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko, entre otros.
Destaca la presencia de un importante número de mujeres artistas, cuyo trabajo resultó fundamental en el desarrollo de las vanguardias rusas previo y posterior a la Revolución de Octubre, en una experiencia de feminización de las artes que tardaría años en repetirse.
La muestra se inicia con las reacciones contra el academicismo burgués, cuando el nuevo clasicismo y el neoprimitivismo nacen como movimientos nacionales que combinan el renovado interés en las formas tradicionales del arte popular ruso con las técnicas pictóricas del posimpresionismo. Las diferencias entre los dos autores que enmarcan la exposición se señalan aquí mediante una serie de obras de Malévich en diálogo con otras de Chagall. Mientras el primero se fija en imágenes típicas del campesinado ruso, Chagall aprende del lenguaje visual del fauvismo y del cubismo para aplicarlo de forma personal a temas locales relacionados con Vítebsk, su ciudad de origen, y con las comunidades judías de Europa del este tal y como se puede ver en los bocetos para la decoración del Teatro Judío de Moscú.
La imagen rural se vuelve urbana en la siguiente sección, dedicada al cubofuturismo y al rayonismo. Artistas como Liubov Popova o Natalia Goncharova combinan los distintos puntos de vista del cubismo francés con la energía y el enfoque urbano del futurismo italiano. El rayonismo, desarrollado principalmente por Mijaíl Larionov, descompone el tema en formas de líneas oblicuas, en rayos de luz de diferentes tonalidades que tratan de reflejar la energía contenida de los objetos. Así se abre el camino a una de las aportaciones fundamentales de la vanguardia rusa al arte moderno: la apuesta por las formas más radicales de la abstracción, desde su vertiente más lírica y colorista de Kandinsky a la geometría de Liubov Popova que se integran en la sección “Camino a la abstracción”.
El suprematismo fue una forma de arte no figurativo que buscaba la pura sensibilidad a través de la abstracción geométrica, un avance de enorme influencia para el arte posterior hasta la actualidad. En la muestra se reúne el célebre tríptico de Malévich formado por Cuadrado negro, Cruz negra y Círculo negro, junto a una selección de sus Arquitectones, esculturas que ejercerán un gran influjo sobre el movimiento moderno en la arquitectura.
Si bien en sus inicios el constructivismo se vio muy influido por el suprematismo, pronto se alejó de este movimiento y de su contenido espiritual en favor de un arte más funcional. Los constructivistas reclamaron así la eliminación de la pintura de caballete, en favor de un arte de producción. En este sentido la obra Composición, 1918, de Alexander Ródchenko o los contrarrelieves de Baránov-Rossiné son ejemplos destacados de esta tendencia.
El recorrido continúa con la llamada Escuela de Matiushin, que debe su nombre al pintor y compositor Mijaíl Matiushin, que busca, al igual que ya había intuido el cubismo, trascender la tridimensionalidad para alcanzar la cuarta dimensión. Movimiento en el espacio (ca. 1921) plantea un estudio dinámico del movimiento y del color que resulta completamente abstracto, mientras que la pintura Movimiento de una forma orgánica (1919) de Borís Ender, muestra una variedad vibrante y acelerada de formas de la naturaleza ligeramente caótica.
Con la llegada al poder de Stalin y la implantación de nuevas formas de gobierno que viran hacia el totalitarismo, el mundo al que la vanguardia artística aspiraba se desvanece. El realismo socialista, que cobrará fuerza como arte de estado en los años treinta, ofrece imágenes de lectura fácil de la vida soviética. La última sección de la exposición muestra las reacciones, entre el escepticismo y la desesperanza, de dos artistas ante este hecho. Por un lado, Malévich, después de haber creado uno de los movimientos artísticos más radicales, el suprematismo, dirige su trayectoria hacia la figuración como muestra Deportistas (1930-1931). Por otro, Pavel Filónov plantea composiciones complejas que, a pesar de su aspecto caótico, desvelan, como es el caso de Cabeza (1925-1926), figuras que remiten a los iconos ortodoxos.
De Chagall a Malévich: el arte en revolución se complementa con 24 publicaciones del periodo que muestran cómo las vanguardias rusas, que buscaban su aplicación a todos los ámbitos de la vida, establecieron un fértil diálogo con la literatura y el diseño editorial.
La exposición, producida por Fundación MAPFRE en colaboración con el Grimaldi Forum Monaco, ha sido posible gracias a los préstamos de instituciones como el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, la Galería Estatal Tretiakov de Moscú o el Museo Estatal de Nizni Nóvgorod, entre otras.
En la presentación de la muestra han participado el comisario de la exposición, Jean-Louis Prat, presidente del Comité Marc Chagall y ex director de la Fundación Marguerite y Aimé Maeght; Sylvie Biancheri, directora general del Grimaldi Forum Monaco; y Nadia Arroyo, directora de Cultura de Fundación MAPFRE.