El ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, ha inaugurado la exposición monográfica sobre Pedro de Mena en el Palacio Episcopal de Málaga. Guiado por el coordinador de la muestra, Gonzalo Otalecu, y el comisario, José Luis Romero, el ministro ha conocido las esculturas instaladas no solo en el Palacio Episcopal, sino también en la Catedral de Málaga donde se ubica el coro, obra también del escultor.
La muestra, que puede visitarse hasta el 14 de julio, recorre la principal obra escultórica de Pedro de Mena a través de 63 piezas llegadas del ámbito nacional e internacional en un planteamiento museístico en siete secciones que repasan las diferentes devociones del escultor, acercándose a su ‘identidad’, a su mejor ‘Amigo y protector’, y a elementos centrales de su temática iconográfica: ‘Inmaculada Concepción’, ‘Maternidad e infancia de Jesús’, ‘Pasión de Cristo’ y ‘Ejemplos de santidad’.
Pedro de Mena se dedicó principalmente a la realización de imaginería religiosa, oficio al que también se había dedicado su padre, Alonso de Mena, y de quien heredó un taller en Granada. Además, tuvo otro taller instalado durante treinta años en Málaga, a donde se había dirigido para participar en una de sus obras más reconocidas, la sillería del coro de la Catedral de Málaga. En esta ciudad ejecutó gran cantidad de encargos, especialmente para órdenes religiosas.
En sus obras destacan: los rostros y rasgos alargados de sus figuras, las ropas trabajadas con unos perfiles extremadamente finos y la policromía empleada (colores en fuerte contraste) y el realismo en las encarnaduras, que se muestra claramente y, sobre todo, en su Magadalenta Penitente, «Dolorosas» y «Ecce Homo». Debido al gran impacto que produjo la imagen de San Francisco de Asís realizada para la Catedral Primada de Toledo y gracias a la intervención del cardenal Moscoso y Sandoval, antiguo conocido de su padre, fue nombrado maestro mayor de la misma.
En sus primeras obras se aprecia perfectamente el estilo de su padre que va transformando poco a poco, según autores como Antonio Palomino11 o Ceán Bermúdez. La gran influencia que tuvo Alonso Cano sobre su obra artística, se aprecia en que los rostros femeninos los va haciendo más ovalados, los cuellos más largos, la nariz la perfilaba estrechándola y reducía la boca. A partir de su estancia en Málaga fue proyectándose hacia un estilo mucho más realista y naturalista además de ir adquiriendo un gran dominio técnico en la talla y policromía. El conocimiento de las obras y artistas castellanos le lleva a simplificar las formas y los volúmenes de sus figuras, sobrecargando en cambio su contenido espiritual; es cuando consiguió sus mejores obras. Sólo en su última etapa los modelos se volvieron más simples, y es donde se aprecia su maestría y su habilidad técnica, ya que sin gran esfuerzo, realizaba obras muy dignas.
Los modelos iconográficos que empleaba en su gran mayoría no eran creaciones personales, sino que estaban inspirados en los realizados por sus allegados: su padre, Alonso de Mena —su gran maestro—, Alonso Cano, Gregorio Fernández, Pablo de Rojas. Otro punto de inspiración fueron pinturas o estampas; aunque en Mena, la calidad de la técnica es lo que imperaba, dando como resultado orillas de las túnicas y mantos que parecen telas finísimas y rostros que expresan una gran espiritualidad. Toda su producción fue de tema religioso excepto las imágenes de los Reyes Católicos de las catedrales de Granada y Málaga.
A pesar de ser una época de gran auge de las hermandades penitenciales de Semana Santa, sólo se tiene noticia de la realización de una escultura, concretamente de un Nazareno en 1679 para la ciudad de Lucena, que por no tener el mecanismo de articulación en el brazo que debía bendecir, no fue del agrado de la cofradía. Mena se dedicó sobre todo a tallas generalmente pequeñas, con temas como el Niño Jesús, Santos, Inmaculadas, Dolorosas y Ecce Homo, con sólo un Crucificado, desaparecido. De tamaño mayor que el natural es el Cristo de la Buena Muerte del convento de Santo Domingo, las restantes obras de Cristos son también de tamaño menor.
En su primera etapa de trabajo se ocupaba él mismo del acabado de sus imágenes y de la aplicación de la policromía. Con el tiempo dejó esta labor en manos de un pintor especialista que lo realizaba siempre bajo su supervisión. También aquí se advierte la influencia de Alonso Cano. En sus primeros tiempos la policromía empleada era con estofado de ricos motivos y bordes con cenefas y carnaciones tostadas. A partir de su colaboración con Cano, fue dejando las estofas y prefiriendo los tonos lisos con colores contrastados y el realismo en las austeras estameñas del hábito de los santos franciscanos. Las carnaciones se hicieron más claras, añadiéndose los postizos frecuentes de la época: pelo natural, pestañas, dientes de marfil y ojos de cristal.