Una de las apuestas más “nacionales” del programa extraordinario de conmemoración del Bicentenario del Museo Nacional del Prado es el proyecto “De gira por España” que llega a la Comunidad Autónoma de Castilla y León, con el préstamo de Ceres y dos ninfas, ejemplo de la colaboración de Rubens, autor de las figuras, con Snyders, autor de los animales y los frutos. Esta obra permanecerá expuesta en el Museo de León hasta el 14 de julio.
Cuando se cumple el Bicentenario del Museo Nacional del Prado, cuya apertura tuvo lugar el 19 de noviembre de 1819, el museo conmemora su fundación “reflexionando sobre su historia pero con la vista puesta en el futuro”; y lo hace con un programa muy amplio y diverso.
Entre las múltiples actividades proyectadas se encuentra la exposición “De gira por España”: durante un mes algunas pinturas de especial relevancia de la colección del Museo del Prado dejarán su espacio habitual y podrán verse en diferentes museos del territorio español, uno por cada comunidad y ciudad autónoma (excepto Madrid).
En el Museo de León se podrá contemplar, hasta el próximo 14 de julio, Ceres y dos ninfas, obra fruto de la colaboración de dos grandes artistas del siglo XVII, Pedro Pablo Rubens (Siegen, Westfalia, 1577 – Amberes, 1640) y Frans Snyders (Amberes, 1579 – Amberes, 1657).
Este lienzo, perteneciente a un conjunto de ocho que Rubens se trajo consigo a España desde Amberes en 1628, decoró el salón nuevo del Alcázar, una de las salas destacadas del palacio situada entre las dos torres de la fachada principal.
Tres ninfas se reúnen en torno a un cuerno del que salen diferentes frutas que los pájaros vienen a comer. Dos de ellas, situadas en primer término, están semidesnudas lo que acentúa la carga sensual de la obra, un recurso muy utilizado en la producción del pintor y especialmente en su última etapa. Las mujeres son de gran belleza y la luz incide en su piel destacándola con respecto a las ropas de colores vivos. La influencia de la estatuaria clásica es evidente, principalmente en las representaciones de las Venus sorprendidas en el baño, que serán utilizadas también para la representación de Susana. Incluso parece copiar el tipo de peinado con las trenzas recogidas en lo alto hacia atrás. Una de estas versiones estuvo custodiada en el vaticano y Rubens pudo verla y estudiarla. Llama la atención la figura del fondo, vestida completamente a diferencia de las otras dos. La identificación de los personajes hizo que la pintura recibiera diferentes nombres como «Ceres y Pomona» o «Ceres y dos ninfas». Lo que sí está claro es la relación de esta obra con el cuerno de la abundancia, cuya iconografía aparece descrita en Las Metamorfosis de Ovidio (Libro IX, 87-88). Aqueloo, transformado en toro, lucha con Hércules y éste le rompe uno de los cuernos. Finalmente, cuenta Ovidio, «(…) Las náyades, de frutos y olorosa flor relleno, lo consagraron; y rica es la Buena Abundancia por mi cuerno».
Ésta es una colaboración entre Rubens y el pintor Frans Snyders, un artista con el que realizó numerosos cuadros de conjunto y que ya había trabajado con él para un lienzo de similares características enviado a España en 1623 para la decoración de la torre de la reina del Alcázar de Madrid, Ceres y Pan (P1672), obra donde vuelve a aparecer el cuerno de la abundancia, en este caso en brazos de la diosa. De hecho parecen seguir un esquema compositivo similar. La representación de las frutas del cuerno y de los pájaros, al igual que el detalle anecdótico del primer plano con el mono recibiendo la fruta de manos de una de las ninfas, están perfectamente integradas en la composición, pintadas con unas calidades y un colorido característicos de este animalista flamenco.
Esta obra forma parte de un conjunto de ocho que el artista se trajo consigo desde Amberes en 1628. La documentación conservada no permite asegurar si fue un encargo de Felipe IV o bien un regalo de parte de su tía, la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, gobernadora de Flandes en ese momento. Fuera de uno o de otro lo cierto es que el primer conjunto de obras de Rubens en decorar una de las residencias reales; el salón nuevo del Alcázar, una de las salas destacadas del palacio situada entre las dos torres de la fachada principal. Este espacio había sido reformado por Gómez de Mora y en él se ubicaban tres balcones desde los cuales la familia real incluso participaba de importantes eventos, algunos de los cuales tuvieron lugar durante la estancia de Rubens en Madrid. Allí colgaron el retrato de Carlos V de Tiziano (P410) o las Furias entre otros. Las ocho obras estarían organizadas por pares a tenor de cómo aparecen en los inventarios reales y por la temática de las mismas.
En cuanto a la obra del Prado, como ocurre con otros encargos de Rubens hemos conservado el boceto, en la actualidad en la Dulwich Picture Gallery de Londres (DPG. 43) Las figuras mostraban más relación entre ellas, especialmente la figura del segundo plano y la ninfa del vestido azul, que se miraban entre ellas a través del cuerno. Además los animales no existían en el boceto, por lo que los cambios tan importantes realizados en la obra final hacen pensar en la mano del maestro en esta obra. Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado
Pedro Pablo Rubens (Siegen, Westfalia, 1577 – Amberes, 1640)
Pedro Pablo Rubens fue el pintor más admirado de su época en Europa. Sus méritos son incontestables: muy pocos artistas han conseguido transmitir una versión exaltada de la vida de forma tan persuasiva o nos ayudan tanto a acercarnos a un ideal de excelencia humano. Los valores que encontramos en la pintura de Rubens tienen mucho en común con los valores de los poetas antiguos (a menudo ha sido comparado con Homero): su arte es un recuerdo constante de lo que la vida tiene de heroico y de dramático, y nos ayuda ensanchar el mapa de nuestros sentimientos, y a profundizare en ellos.
Frans Snyders (Amberes, 1579 – Amberes, 1657)
En 1593 entró en el taller de Pieter Brueghel el Joven, siendo también aprendiz de Hendrick van Balen. En 1602 ingresó como maestro en el Gremio de San Lucas y, poco después, realizó un viaje a Roma y a Milán, donde trabajó para el cardenal Federico Borromeo gracias a las recomendaciones de Jan Brueghel el Joven. De regreso a Amberes, en 1610, casó con Margarita de Vos, hermana del pintor Cornelis de Vos. A su vuelta de Italia entró en contacto con Rubens, quien proporcionaría las figuras para algunas de sus obras, a la vez que diseñaría composiciones con gran desarrollo de elementos de bodegón con la intención de que Snyders los llevase a cabo. Fruto de esta colaboración es «Filopomenes descubierto» (Prado).
Las primeras composiciones de Snyders están aún muy relacionadas con los pequeños bodegones, llamados de desayuno, al modo de Osias Beert y Clara Peeters, mientras que los cuadros de mayor tamaño remiten a la tradición bodegonista que Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer establecieron a finales del siglo XVI en Flandes. A partir de 1620 sus cuadros crecen en tamaño, la exhibición de elementos dispuestos sobre la mesa aumenta de manera espectacular y las líneas compositivas que forman las viandas dispuestas sobre el tablero se multiplican en todas direcciones, a la vez que abandona progresivamente las líneas piramidales o diagonales. Los contornos se hacen más redondos y fluidos y animan dinámicamente las composiciones; y las figuras crecen en emotividad y expresión.
A partir de 1630 el barroquismo más exuberante domina sus producciones. El colorido ha evolucionado a tonalidades más claras pero más variadas, y aunque continúa colaborando con Rubens, que realiza las figuras de sus composiciones, sus cuadros denotan un mayor decorativismo de rica y variada disposición. En los últimos años, especialmente en la década de 1640, sufre un estancamiento y sus composiciones cierta regresión, y vuelve a las escenas de mercado de años atrás. Únicamente se atisba una cierta evolución en la inclusión de fondos de paisaje, en ocasiones realizados por Jan Wildens, con los que Snyders busca adecuarse a los gustos que comienzan a dominar el arte a mediados de siglo.
La otra faceta en la que destacó Snyders fue la realización de cuadros de animales, que incluían cazas, fábulas y representaciones simbólicas, como son los conciertos de pájaros. Al igual que en sus bodegones, mantiene la misma atención a la representación naturalista de los elementos, logrando calidades insospechadas en las anatomías y en el aspecto físico de las figuras, pero en estas escenas cinegéticas dominan las composiciones más movidas y dinámicas. También para estas obras trabaja al lado de Rubens, quien pinta las figuras para los animales de Snyders y viceversa.
La evolución es paralela a la que sufren sus bodegones, los tamaños crecen a lo largo de su carrera, tendiendo a hacerse más horizontales, contribuyendo a la vivacidad de las escenas. A la vez el barroquismo de las composiciones se va multiplicando con escenarios decorativistas y efectistas, mientras que la técnica se vuelve más suave. El interés que despertó la obra de Snyders entre coleccionistas y príncipes de toda Europa tuvo en España un epílogo de notable calidad, con su participación en las decoraciones para la Torre de la Parada, para donde realizó varias escenas de caza y fábulas. Por otra parte, los regalos de conocidos coleccionistas de pintura flamenca, como el marqués de Leganés, completaron la colección de Snyders que poseía Felipe IV y que se encontraba en el Alcázar de Madrid, lo que explica la abundante presencia de su pintura en el Prado (Pérez Preciado, J. J. en E.M.N.P., 2006, tomo VI, pp. 2019-2020).
“De gira por España”
Hasta la clausura de la celebración de sus 200 años de historia en noviembre de este año, el Museo del Prado cederá en préstamo 12 obras de especial relevancia a distintas instituciones de toda la geografía española. Todas las comunidades autónomas, excepto Madrid, y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla recibirán uno de los lienzos seleccionados -obras maestras de Tiziano, el Greco, Velázquez, Zurbarán, Murillo o Goya, entre otros- durante un período aproximado de un mes.
Ceres y dos ninfas Rubens; Snyders 1615 – 1617 Óleo sobre lienzo, 224,5 x 166 cm. Museo Nacional del Prado