La Cátedra del Prado, a través del canal YouTube del Museo
En el compromiso de acercar la celebración del Bicentenario del Museo del Prado a toda la ciudadanía y ante la gran demanda de inscripciones, la Cátedra del Prado 2019, actividad gratuita con motivo de la conmemoración de los 200 años de historia de la institución y patrocinada por la Fundación Cultural del Notariado, se podrá seguir en directo a través del canal de YouTube del Museo del Prado.
De la mano de uno de los más importantes autores españoles de nuestro tiempo, cuyo aprecio y sensibilidad por el arte son bien conocidos, los seguidores de la Cátedra 2019 reflexionarán sobre los sentidos diversos y la naturaleza particular de las obras de arte a lo largo de la historia, descubrirán historias más o menos ocultas en la pintura, accederán a visiones de mundos desaparecidos y se acercarán a la consistencia material de la obra y al oficio de pintor con un aire de crónica, y hasta de diario y cuaderno de notas.
La Cátedra del Prado 2019 se articulará a través de cuatro conferencias que tendrán lugar durante el mes de noviembre en el auditorio del Museo del Prado y a las que podrán asistir los primeros 400 alumnos inscritos ya que en la primera semana del período de matriculación se superó la cifra del aforo de la sala. El resto de los interesados podrán seguir las ponencias en directo a través del canal de YouTube del Museo del Prado.
El programa que configurará el ciclo de conferencias de la Cátedra del Prado 2019 partirá de la idea de la crítica ambulante al modo de los “Salones” de Diderot, Baudelaire, etcétera, y de los libros de viaje y observación de la pintura de Stendhal, para proponer una secuencia de rondas o aproximaciones al Museo del Prado que tendrán como hilo conductor tanto la historicidad de las imágenes en sí mismas, como su modo de ser percibidas: procedentes de lugares y orígenes muy distintos, dotadas de diferentes funciones específicas, casi nunca puramente estéticas –devocionales, votivas, propagandísticas, de disfrute secreto, etcétera– las obras son
unificadas para el espectador en el espacio neutro y común de las salas del museo. Pero también la contemplación estética, centrada en valores puramente visuales, ignora o desdeña los contenidos narrativos que eran fundamentales para quienes las encargaban y quienes las veían en su momento, basados en códigos culturales y religiosos que para la inmensa mayoría de los espectadores de ahora son inaccesibles.
La indagación en los procedimientos narrativos de la pintura –secuencia y síntesis, elipsis– ha de completarse con la observación de lo que sucede en los márgenes del relato central: los segundos planos, las esquinas, los fondos, que es donde se filtra muchas veces lo doctrinal o narrativamente superfluo, pero por eso mismo más significativo: los indicios de realidad, de vida cotidiana, de trabajo doméstico, de apariencia de capricho del artista, que son un adelanto de la dirección que irá tomando el arte. Y eso conduce a la aproximación final, a la última ronda, que es la que intenta acercarse a la materialidad de la obra y al oficio del pintor: aquí el itinerario se detiene en los autorretratos de artistas en el museo, los velados y los explícitos, en lo más parecido a su taller, que es el taller de restauración. La mirada deriva así en microscopio: la fase final en la observación del arte es la de los materiales de los que está hecho.
Todo el proceso tendrá un aire de crónica, y hasta de diario y cuaderno de notas: el observador que llega al museo día tras día, fijándose en cosas distintas o encontrando matices nuevos en lo que miró el día anterior, aguzando la mirada por el hábito, trazando secuencias de apariencia azarosa que irán acompañadas siempre por imágenes, de modo que el hilo de la argumentación no se note, o no mucho, deambulando por las épocas y los temas igual que lo hace por los corredores y las salas, como un aficionado alerta pero no metódico, que si acaso se deja atraer por ciertos motivos que le permiten transitar por el espacio y el tiempo: san Jerónimo, la decapitación del Bautista, el martirio y el sacrificio, el trabajo manual, etc.
Antonio Muñoz Molina
Licenciado en Geografía e Historia, en la especialidad de Historia del Arte, por la Universidad de Granada. En 1986 publicó su primera novela, “Beatus Ille”; al año siguiente obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura (Narrativa) por “El invierno en Lisboa”, y con “El jinete polaco” ganó el Premio Planeta (1991) y de nuevo el Premio Nacional de Literatura (Narrativa, 1992). En 2009 publicó “La noche de los tiempos”, un monumental trabajo sobre la Segunda República Española y el inicio de Guerra Civil. En 2013 le fue otorgado el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 2016 su novela “Como la sombra que se va” recibió el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska en México y en 2018 fue finalista del Man Booker International Prize. Algunas de sus novelas, como “Beltenebros” y “Plenilunio”, han sido llevadas al cine.
Además de narrativa, escribe ensayos, artículos y diarios. Dirigió el Instituto Cervantes de Nueva York entre 2004 y 2006 y es miembro de la Real Academia Española desde 1995 y honorario de la Academia de las Buenas Letras de Granada desde 2015. Ha sido profesor visitante en la University of Virginia y en la City University de Nueva York, y en 2010 ocupó la King Juan Carlos Chair en la New York University, en cuyo Departamento de Español ejerció durante seis años como profesor de escritura creativa.
Fundación Cultural del Notariado
Constituida en 1995 por el Consejo General del Notariado, tiene como fines esenciales la contribución del notariado al desarrollo social, económico y cultural de la sociedad, en particular la española, así como de las personas y grupos sociales, con especial atención a los valores humanos, su progreso y perfeccionamiento.
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