El Palacio de Gaviria abre las puertas al arte flamenco con una exposición que reúne un gran número de obras de la familia Brueghel, una saga que marcó la historia del arte europeo entre los siglos XVI y XVII.
La exposición «Brueghel. Maravillas del arte flamenco» compuesta por un centenar de piezas especialmente representativas de este linaje de pintores, cuyo imaginario permite ver el reflejo de todo un periodo histórico, llega a España tras su paso por ciudades como Roma, París o Tel Aviv, además de por varias sedes en Japón (Tokio, Toyota, Sapporo, Hiroshima, y Kōriyama), comisariada por Sergio Gaddi y patrocinada por la Fondazione Terzo Pilastro – Internazionale y organizada por Arthemisia España en colaboración con Poema S.p.A.
La muestra, agrupa las obras bajo los grandes temas que trataron los miembros de la dinastía Brueghel, ocupando de esta forma las salas del Palacio: «El juicio moral, entre la salvación y la condena», «La Reina Naturaleza», «Soldados y cazadores bañados en luz invernal», «Alegorías, historias maravillosas», «Relatos de viajeros y de mercaderes», «Gloria y vanidad de la vida silenciosa» y «El baile de los pobres» son los distintos títulos de cada una de las secciones que la integran.
El juicio moral, entre la salvación y la condena
El recorrido arranca con la trayectoria de Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569) quien fuera el primer miembro de la dinastía. El artista inició su formación en el refinado taller de Pieter Coecke van Aelst y no tardó mucho en descubrir las visiones fantásticas de El Bosco, cuyas obras visionarias lo fascinaron e influyeron hasta llegar a ser calificado de «segundo Bosco». Realizó la mayor parte de su trabajo durante los años en los que el duque de Alba, enviado por Felipe II, tenía como misión obtener la conversión forzosa de los protestantes en los Países Bajos. Culto, estoico y conocedor de las ideas de Erasmo de Róterdam y Tomás Moro, Pieter Brueghel el Viejo se verá fuertemente influenciado por este clima de tensión religiosa. Por todo esto, en sus representaciones de paisajes con figuras de campesinos y en sus escenas de la vida rural, el artista se interrogaba de forma permanente acerca de la condición de la persona y del mundo, al tiempo que criticaba de manera sarcástica los vicios humanos.
La Resurrección (Pieter Brueghel el Viejo y estudio, aprox. 1563), El Juicio final (Pieter Brueghel el Viejo y Pieter van der Heyden, 1558) y el grabado Pelea por dinero (Pieter Brueghel el Viejo y Pieter van der Heyden, 1570) son dos de las obras que se exhibirán en esta primera parte de la exposición y que mostrarán la trayectoria del artista.
La capacidad de observar el entorno de Pieter Brueghel el Viejo fue heredada por sus hijos, los pintores Pieter Brueghel el Joven y Jan Brueghel el Viejo, que a su vez la transmitieron a su descendencia, estableciendo una extraordinaria tradición artística que se prolongó a lo largo de cuatro generaciones y que se podrá apreciar en el Palacio de Gaviria.
La reina Naturaleza
Mientras en Italia la obra de Miguel Ángel, Leonardo y Tiziano plasmaba la exaltación ideal del hombre y sus virtudes, en los Países Bajos los efectos de la reforma protestante y de las teorías calvinistas fueron orientando la atención hacia la primacía de la naturaleza. Pieter Brueghel el Viejo fue permeable a esta tendencia y plasmó en sus pinturas la impresión que le causó la orografía italiana. Esto dio lugar a una serie de creaciones en las que la naturaleza será la gran protagonista. Paisajes a vista de pájaro, cuyo punto de observación, extremadamente alto, da una sensación de inmensidad irreal que parece reducir las figuras humanas a elementos diminutos a merced de su entorno.
Jan Brueghel el Viejo (1568-1625), hijo menor de Pieter B. el Viejo, fue su principal continuador en este tipo de creaciones que expresaban la limitación humana ante el poder de los elementos en un mundo tan lleno de peligros como fascinante. Debido a su gran pericia y al excepcional dominio técnico que le permitió conferir una perfección casi táctil a sus cuadros, Jan B. el Viejo fue apodado «Brueghel de Terciopelo».
Pasaje con la parábola del sembrador (1557, Pieter Brueghel el Viejo y Jacob Grimmer) y las obras de Jacob Griemmer: Paisaje del río con bañistas (ca. 1595-1600) y Una aldea con campesinos y animales son algunos de los ejemplos de los paisajes que determinaron su trayectoria.
Soldados y cazadores bañados en luz invernal
La fama inicial de Pieter B. el Viejo se debe en gran parte a su primogénito, Pieter Brueghel el Joven (1564-1637), que aseguró la difusión de la obra de su padre realizando copias de sus cuadros, como es el caso de la Trampa para pájaros de 1601.
Sin embargo, Pieter Brueghel el Joven contó también con obra propia y adoptó un estilo más próximo a la narración contemporánea. Sus piezas analizan los hechos sin grandilocuencia alguna, atento incluso a los aspectos más brutales de la vida, tales como soldados que matan sin piedad, cazadores que regresan a la aldea, campesinos borrachos, toscos artesanos… Pese a los excesos de los que era testigo, Pieter Brueghel el Joven mantenía siempre en sus pinturas un tono irónico, junto con una sorprendente e imprevisible alegría de vivir.
El castillo de Ouderkerk (Jan Brueghel el Viejo, ca. 1595-1600) y Aldea flamenca en invierno con patinadores (Jan Brueghel el Joven, ca. 1630-1635) son claros ejemplos de la luz de invierno que domina esta sección.
Alegorías, historias maravillosas
Jan Brueghel el Joven (1601-1678, hijo de Jan Brueghel el Viejo) heredó el estudio de su padre. Fue la ayuda de Rubens lo que le permitió terminar los más de seiscientos dibujos y pinturas que habían quedado inacabados y que se encargó de finalizar. Él dedicó gran parte de su carrera a tratar el tema de las alegorías (obras que explicaban conceptos tan intangibles como el amor, la guerra, la paz, los elementos de la naturaleza y los sentidos humanos) y a la plasmación en términos reales de episodios abstractos a través de la mitología.
Personificando entidades supremas, estados anímicos, ambiciones y expectativas, las figuras humanas pasan con Jan B. el Joven a representar conceptos como la paz, la virtud, la abundancia o la divinidad. A menudo, tampoco deja de lado figuras antropomórficas que representan elementos telúricos como el fuego, la tierra, el aire y el agua, enraizados en la filosofía de Empédocles, quien interpretó el universo a partir de los cuatro elementos básicos.
Lo más característico, de este artista, no obstante, es la meticulosa atención a los detalles vegetales, cuyos pormenores son descritos con una minuciosidad casi obsesiva, siguiendo la tradición pictórica de los Países Bajos. Jan Brueghel el Joven firma las Alegorías del Olfato y el Oído (ca. 1645-1650). Asimismo, uno de los elementos más sorprendentes de la exposición en el Palacio de Gaviria de Madrid será poder admirar las obras Pareja de bodegones con flores, de 1660, y un ciclo de cuatro cuadros que representan la Alegoría de los elementos: tierra, fuego, agua y aire, de 1645, de Ambrosius Brueghel (1617-1675, hijo de Jan Brueghel el Viejo), artista poco conocido y escasamente estudiado.
Relatos de viajeros y de mercaderes
En la primera mitad del siglo XVI, Amberes se había convertido en el nuevo centro económico del mundo occidental, siendo definida como la ciudad de los mercaderes. Gracias a este movimiento, surge en esos años una clase media especialmente dinámica cuyos objetivos eran la riqueza y el éxito. El crecimiento económico multiplicó también el número de artesanos y artistas activos en la ciudad. La pintura era el medio por el que se inmortalizaba la vida de los viajeros y los mercaderes, lo que dio lugar a creaciones cada vez más valoradas y difundidas. Por este motivo, los dibujos de los mejores artistas servían de modelos para realizar grabados y estampas cuyo éxito era considerable, gracias también a la facilidad de su distribución y venta.
Destacan en esta sección Barcos de vela junto a un castillo (1600), Viajeros con carro en un camino rural (1610), ambas de Jan Brueghel el Viejo, y Camino del mercado (1630), de Jan Brueghel el Joven.
Gloria y vanidad de la vida silenciosa
En los Países Bajos de mediados del siglo XVII, la pintura de género floral y el bodegón transmitían también un mensaje moral contenido en la idea de la vanitas (vacuidad, insignificancia), puesto que cualquier manifestación de la belleza, fuera física o naturalista, estaba destinada a sucumbir al inexorable paso del tiempo.
La moda de las flores se nutría también del entusiasmo popular ante las nuevas especies llegadas de América y de Oriente, sin olvidar lo bien que se ajustaba a las necesidades contrarreformistas de la Iglesia católica, que podía usar las composiciones florales como imagen simbólica de los valores cristianos, al tiempo que atribuía significados alegóricos y morales muy concretos a cada variedad.
Más tarde se desarrolló el género del bodegón flamenco, que ensalzaba el culto a lo raro, lo valioso y lo exótico, sin duda influido también por el carácter internacional que tomó la ciudad de Amberes. Abraham Brueghel (1631-1690, hijo de Jan Brueghel el Joven) es un claro representante de esta tendencia. Naturaleza muerta grande con frutas en un paisaje (Abraham Brueghel, 1670) o Naturaleza muerta con ave exótica (Abraham Brueghel, 1670) destacan por su exuberancia en esta sección.
El baile de los pobres
Los artistas de la familia Brueghel fueron grandes observadores. Sus obras representan la realidad y nos hablan de la vida cotidiana. Retrataron campesinos doblegados por las penalidades de la vida, borrachos y mendigos, personajes captados de espaldas y figuras anónimas que siguen con sus vidas, ajenas e indiferentes al observador.
Junto a las pasiones más humildes, estos artistas representaron también la vida en toda su diversidad, haciendo especial hincapié en las fiestas de carácter popular, el juego del cortejo, los rituales del matrimonio y las tradiciones transmitidas de generación en generación; todo ello considerado como una gran metáfora de la existencia.
Sin tintes moralistas, Pieter Brueghel el Joven tiñó su mirada de indulgencia, participando muchas veces en el día a día de sus convecinos. Este enfoque derivaba, entre otras cosas, del pensamiento estoico heredado de su padre, quien concebía el universo como una estructura gobernada por la racionalidad en la que todo ser vivo tenía un papel específico y un lugar asignado.
Entre las obras de Pieter Brueghel el Joven expuestas en el Palacio de Gaviria, Un gaitero y un caminante en una aldea (ca. 1580-1590) y Siete obras de misericordia (1616) serán las que mejor ejemplificarán esta fiel representación de la realidad.
Datos de interés:
Brueghel. Maravillas del arte flamenco
Palacio de Gaviria: Calle del Arenal nº 9, Madrid
Fechas: del 7 de octubre de 2019 al 12 de abril de 2020
Días y horario: De lunes a viernes de 11:00 a 21:00h, sábados y domingos de 10h a 21h