Las aspiraciones de modernidad de la Asociación de Artistas Vascos, que desarrolló su actividad durante las cuatro primeras décadas del siglo pasado, tuvieron uno de sus episodios más señalados en la celebración del 30 de agosto al 15 de septiembre de 1919 en las desaparecidas Escuelas de Berástegui (cuyo solar ocupa hoy el Palacio de Justicia de Bilbao) la primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura. El acontecimiento –del que se cumplen cien años– fue relevante para el contexto artístico del Bilbao de la época y también para el posterior devenir coleccionista del propio Museo de Bellas Artes.

Organizada por la entonces llamada Diputación Provincial de Vizcaya y por una comisión presidida por Ramón de la Sota e integrada por artistas, arquitectos, coleccionistas y expertos –como el influyente crítico de arte bilbaíno Ricardo Gutiérrez Abascal Juan de la Encina–, la muestra fue determinante para el devenir artístico de la ciudad, pues contribuyó enormemente a la formación de los jóvenes artistas al reunir, aunque con cierto retraso, obras de creadores internacionales de primera línea como Picasso, Cézanne, Gauguin, Van Gogh, Maurice Denis o Mary Cassatt.

La exposición reunió más de cuatrocientas obras de ciento treinta y nueve artistas procedentes del País Vasco, Madrid, Cataluña y Francia. Entre los participantes se encontraron firmas consolidadas del arte vasco, como Iturrino, Losada, Arteta, Guezala, Larroque, Maeztu, Tellaeche, los hermanos Zubiaurre o Quintín de Torre, junto a catalanes que trabajaban en la órbita del modernismo o el noucentismo (Rusiñol, Canals, Casas, Nonell, Pichot, Casanovas, Borrell Nicolau, Julio Antonio), pero también pintores de prestigio en el mundo del arte oficial español (Aureliano de Beruete, Manuel Benedito o José Rodríguez Acosta), independientes como Gutiérrez Solana o García Maroto e incluso a creadores vinculados con la renovación internacional de los lenguajes artísticos de esos años, como Picasso o el escultor Pablo Gargallo.

Por su parte, las salas dedicadas a los artistas extranjeros acogieron una espléndida representación del arte francés de finales del siglo XIX y comienzos del XX a través de pintores vinculados al impresionismo como Monet, Pissarro, Sisley, Forain, Mary Cassatt o el precursor Eugène Boudin; artistas cercanos al realismo de Courbet (presente en la exposición con una obra), como Cottet; simbolistas (Redon); neoimpresionistas (Seurat o Signac); postimpresionistas (Cézanne, Van Gogh, Le Sidaner o Gauguin, representado con diecinueve obras); nabis (Maurice Denis, Vuillard, Valloton) y fauvistas (Matisse, Van Dongen, Girieud, Manguin, Marquet, Jacqueline Marval). Quizás tomando como modelo el respetado Salón d’Automne de París, que tenía por costumbre homenajear a artistas destacados en el desarrollo del arte moderno, la exposición dedicó salas monográficas a los pintores Juan de Echevarría, Ignacio Zuloaga, Darío de Regoyos y Hermen Anglada Camarasa.

Como novedad respecto a otros grandes certámenes artísticos organizados hasta entonces, en la Primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura de Bilbao no se otorgaron ni medallas ni premios, y la Diputación prefirió destinar el dinero a la compra de algunas obras con destino al Museo de Bellas Artes de Bilbao. El 30 de agosto de 1919 el jurado encargado de su selección, formado por los pintores Santiago Rusiñol, Óscar Rochelt y José Moreno Villa, el ilustrador Luis Bagaría, el historiador del arte Manuel B. Cossío, el crítico de arte Ricardo Gutiérrez Abascal, el arquitecto Manuel Mª Smith, el cineasta Nemesio M. Sobrevila, el musicólogo y periodista Juan Carlos de Gortázar, su hermano Ricardo, el coleccionista Ramón Aras Jáuregui y Gregorio de Ybarra, decidió adquirir veintidós de las obras presentes en la exposición.

Sería este el núcleo que tres años después daría origen al Museo de Arte Moderno y que incluyó, entre otros, los cuadros Mujer sentada con un niño en brazos de Mary Cassatt o Laveuses à Arles (Lavanderas en Arlés) de Paul Gauguin, que, por entonces y durante mucho tiempo, fueron las primeras obras de estos dos destacados pintores postimpresionistas en una colección pública de nuestro país. De la Sota, además, adquirió y donó el Retrato de la condesa Mathieu de Noailles de Zuloaga, y otras obras que también participaron en la exposición, como dos litografías de Cézanne, se incorporarían más tarde a la colección.

Con ocasión de esta efeméride, el alfabeto del museo se renueva presentando en la sala A las obras compradas entonces por la Diputación, entre las que se encuentran, además de las mencionadas de Cassatt y Gauguin, pinturas de Juan de Echevarría (2), Isidre Nonell, Paul Sérusier, José Gutiérrez Solana, Hermen Anglada Camarasa, Domingo Carles, Charles Cottet, Henri Le Sidaner y Ricard Canals, así como los aguafuertes de Francisco Iturrino (4) o Xavier Nogués (4) y dos esculturas de Joan Borrell y Julio Antonio.