Más de 120 personas han participado en estas jornadas, las primeras organizadas en la capital española por la Fundación Santa María la Real y el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Las dos primeras sesiones analizaron las catedrales ‘viejas’ de Santiago de Compostela y Salamanca, el patrimonio románico abulense y las “formas, usos y funciones” de los edificios de planta central. Las ponencias de cierre se han dedicado a la catedral de Santo Domingo de la Calzada y al monasterio de Santo Domingo de Silos.
Los encargados de cerrar estas jornadas, dedicadas a las obras maestras del románico hispano, han sido los profesores de la Universidad Complutense de Madrid, Marta Poza Yagüe y José Luis Senra Gabriel y Galán, que han centrado sus intervenciones en la catedral de Santo Domingo de la Calzada y el monasterio de Silos, dos de los edificios más singulares del panorama románico peninsular.
En su intervención, Marta Poza ha destacado que en el caso de Santo Domingo de la Calzada, a diferencia de lo que ocurría en su época, sí existe documentación que habla de su autoría y promotores. “El 6 de mayo de 1199, en Pancorbo, Alfonso VIII signa un documento en el que menciona a un personaje, de nombre Garsión, a quién titula como maestro de las obras del templo riojano”, compartía con los más de 120 asistentes de las jornadas celebradas en el CCHS del CSIC.
Sin embargo, se ha lamentado de que a pesar de tratarse de “una de las estructuras de mayor calidad de la arquitectura medieval española”, siempre ha estado relegada a un segundo plano en muchos estudios de conjunto sobre el estilo. Esto se ha debido, a su juicio, “a su cronología tardía” -no se coloca la piedra hasta 1158, retrasando su consagración a 1180- y al hecho de que “la fábrica tardorrománica quedase interrumpida a la altura del transepto”.
Una catedral en El Camino que mira hacia Compostela
La profesora aprovechaba su ponencia para recordar que el edificio que levantó Garsión, “con el impulso del monarca castellano y del obispo calagurritano Rodrigo de Cascante”, se alza en un tramo significativo del Camino de Santiago, “y es precisamente a la basílica del Apóstol a la que remiten alguna de sus soluciones constructivas y espaciales más importantes”; algo que ya se encargó de advertir hace algunos años el profesor Bango Torviso.
Ya centrada en la decoración escultórica de la cabecera del templo, Poza ha hecho un repaso por las investigaciones de varios estudiosos del tema, como Joaquín Yarza o Esther Lozano, entre otros; y ha recordado que ésta fue realizada “por cuadrillas de escultores que partieron igualmente de alguno de los principales focos renovadores de la plástica del último tercio del siglo XII”.
Estos talleres dispusieron un programa escenográfico para cuya comprensión conjunta había que seguir un recorrido preciso por el interior del templo “y en el que lo litúrgico y lo doctrinal fueron, a la vez, soporte de un mensaje no exento de cierta reivindicación política, territorial y dinástica”. Además, señaló Poza, estas formas, mensajes y modelos no quedaron limitados en este edificio, sino que, “a su vez y desde allí”, se proyectaron hacia otros monumentos singulares de su entorno.
Silos, un laboratorio de ideas confrontadas
Tras esta primera intervención, el profesor José Luis Senra habló del monasterio de Santo Domingo de Silos, al que calificó como uno de los hitos fundamentales sobre el que han girado muchas de las especulaciones dirigidas a definir los tiempos de implantación del románico en Castilla y León.
“Desde la reivindicación de su claustro a fines del XIX, pasando por las lecturas formalistas que con un tinte nacionalista dominaron en mayor o en menor medida los estudios entre los años veinte y treinta del XX, Silos se convirtió en un laboratorio de ideas confrontadas”. En esa época, continuó explicando, numerosos especialistas centraron en Silos sus investigaciones, reivindicando tanto la elevada calidad como la singularidad de su claustro, “uno de los más destacados del continente europeo”.
La segunda mitad del s. XX, si bien atemperó esa pasión nacionalista, “continuó albergando visiones dispares desde aproximaciones múltiples entre las que la pluralidad metodológica y la transversalidad fue ganando progresivo terreno”. En esta dinámica, apuntó Senra, la desaparecida iglesia románica -conocida por planos antiguos y prospecciones arqueológicas- “fue cobrando cada vez mayor interés en tanto su definición cronológica podía colaborar en la propia segmentación de los tiempos que definieron el claustro. Con todo, la disparidad de visiones no dejó de manifestarse”.
El profesor de Historia del Arte acabó su repaso por el estudio del edificio, aludiendo a estas dos últimas décadas, en las que aseguró que no ha variado en exceso la visión bipolar de los comienzos del monasterio románico, “si bien el corpus teórico acumulado es, en general, de una elevada riqueza”. En palabras de Senra, “puede decirse que configura una importante plataforma para introducirse en las complejidades de la aproximación histórico-artística centrada en ese dinámico período que denominamos Románico”.