El pasado 29 de mayo el Museo Nacional de Escultura inauguraba la exposición temporal «Almacén. El lugar de los invisibles», comisariada por María Bolaños y con diseño expositivo de Anna Alcubierre. El aplauso de la crítica y del público ha sido unánime. Así lo demuestran las 46.473 personas que se han paseado por sus salas, convirtiéndose en la muestra más visitada del Museo desde su reapertura en 2009.
«Libera una escultura». Una invitación a la promoción del (buen) gusto público
Para corresponder a la entusiasta generosidad mostrada por los miles de visitantes, y a su demanda expresada durante los meses en que esta permaneció abierta al público, el museo respondió con este gesto simbólico, en agradecimiento a la implicación emocional de los visitantes y como una forma de mostrar su alianza con la sociedad y de fomentar su participación en la toma de decisiones. Se trataba, en suma, de una invitación a construir conjuntamente el museo.
Bajo el lema «Libera una escultura», se invitaba al espectador a «rescatar» a una de las obras que integraban la exposición para su posterior traslado a la colección permanente.
Estatuas para un podio
Cabe notar que su distribución ha sido desigual, pues más del 53% se ha concentrado en tres piezas. La obra ganadora (con 399 votos) ha resultado ser una Virgen Niña de mediados del siglo XVIII atribuida al escultor sevillano José Montes de Oca; muy de cerca, con tan solo 40 votos de diferencia, la Virgen de la Soledad, una modesta imagen vestidera de la que se desconoce su cronología y autor (en este caso más del 70% de los participantes en RR.SS. se han inclinado por esta pieza); y en tercer lugar, y con 133 votos, otra escultura vestidera del siglo XVIII atribuida a Francisco de Salzillo y que representa a San Félix de Valois, confundador de la Orden Trinitaria y de los cautivos, primera institución oficial de la Iglesia dedicada a la liberación de los prisioneros. Ya a cierta distancia, un San Elías (profeta eremita del Antiguo Testamento, y fundador de la Orden de los Carmelitas), con 80 votos, y la Virgen de la Merced (una suerte de escultura flotante cuya exhibición ha permitido completar el ampuloso asiento de nubes y serafines que le sirve de reposo), con 74.
Del banquillo al terreno de juego
A pesar de su pequeño formato, y de su convivencia con toda la pléyade de esculturas con las que ha convivido, esta Virgen María niña, en pie, ensimismada en su lectura, de extraordinaria calidad técnica y suntuosa policromía, no ha pasado desapercibida para el público.
La Virgen Niña forma parte del grupo de la Familia de la Virgen, integrado por otras dos esculturas: San Joaquín y Santa Ana. Está atribuido al escultor tardobarroco sevillano José Montes de Oca, y fechado en torno a 1740. Se tiene constancia de su presencia en el Hospital de los Venerables, aunque es probable que en realidad proceda de algún convento desamortizado de Sevilla.
Ahora la Virgen niña se emancipa y pasa del banquillo al terreno de juego. Antes de Semana Santa esta escultura estará ubicada en la sala más idónea para que el público pueda tener un recuerdo de su paso por Almacén.
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