Lacipo, en Málaga, pasa a la Lista Roja del Patrimonio por su estado de conservación. Casi 2.300 años de historia nos contemplan desde Lacipo, la segunda ciudad fenicia que mejor se conserva en España. Ubicada a unos 4 kilómetros de distancia de Casares (Málaga), sobre un elevado promontorio conocido como Cortijo Alechipe o El Torreón, situado entre las ricas tierras que riegan los ríos Genal y Guadiaro, la ciudad fue fundada probablemente por las comunidades que habitaban el territorio, extraordinariamente influenciadas por el mundo fenicio-púnico, en torno al s.III aC.

Sin embargo, el yacimiento arqueológico de Lacipo se encuentra en mal estado de conservación. Se ha observado una degradación acelerada en la última década debido al impacto de la ganadería – antes bovina, ahora ovina- y a la proliferación de jabalíes que revuelven las piedras. Además, las excavaciones realizadas a finales del siglo pasado sacaron a la luz partes que habían permanecido enterradas y están sufriendo un rápido deterioro. No existe actualmente ningún tipo de mantenimiento; las plantas y árboles crecen entre los restos arqueológicos, dañándolos seriamente.

Por estos motivos acaba de ser incorporada a la Lista Roja del Patrimonio (www.listarojapatrimonio.org) que elabora la asociación Hispania Nostra. Se trata de un BIC, recogido en la categoría de monumento histórico y zona arqueológica, pero eso no ha evitado su degradación. El contorno de la ciudad de Lacipo está perfectamente delimitado, y en la actualidad está rodeado de un bosque mediterráneo, con árboles y arbustos creciendo entre las ruinas.

Entre 1975 y 1976 Lacipo fue objeto de excavaciones arqueológicas que sacaron a la luz materiales -hoy depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Málaga- que permitieron conocer más a fondo este asentamiento así como su importante papel en el desarrollo histórico del territorio.

En el yacimiento hay varias estructuras a destacar, entre ellas un conjunto de cisternas a las que llegaba agua desde un acueducto iniciado en Sierra Crestellina y los restos de la muralla, que sobreviven en la parte sur y oeste. Dentro de la población se eleva un ara a la juventud y otro a la fortuna Augusta. En la parte norte se observan dos pequeños torreones de unos 8 metros de diámetro. Asimismo, se pueden apreciar 4 puestos de vigilancia en la cara norte, dos a los lados y dos en la parte sur.

En el terreno quedan también restos de alcantarillado y de edificaciones, incluyendo algunos pedazos de pavimento, grabados y pequeñas cámaras abovedadas. Además, el suelo está cubierto de pequeños fragmentos de cerámica y piedra tallada.

Como ciudad turdetana, debió de tener un templo o santuario dedicado al dios Sol o a la diosa Luna, lo mismo que en época romana tuvo dos altares: uno dedicado a la Juventud y otro a la Fortuna Augusta. De su importancia en época anterromana, nos hablan el propio topónimo, los temas de las monedas que acuñaría en ese periodo, sus murallas y sus esculturas ibéricas. En época romana los historiadores Plinio el Viejo y Pomponio Mela hacen corresponder Lacipo al Convento Jurídico Gaditano, como ciudad tributaria, lo que demuestra su riqueza.

Será precisamente bajo la órbita de Roma cuando Lacipo se convierta en una auténtica ciudad, creando su propia ceca de moneda de tradición púnica, y consolidándose en el territorio para acabar conformando un asentamiento que repite en su urbanismo los modelos de origen itálico, provistos de foro y murallas. Las familias que aquí vivieron estaban relacionadas con los grupos de poder existentes en otras importantes ciudades, como Carteia, en la vecina localidad de San Roque. Tras una fase de decadencia en los siglos IV-V, el asentamiento vuelve a poblarse en la sexta y séptima centuria, ubicándose un cementerio de época visigoda sobre los antiguos restos de época clásica.