La exposición Disonata. Arte en sonido hasta 1980, basada en un proyecto original de Guy Schraenen, recientemente fallecido, analiza una de las facetas menos conocidas de las artes plásticas: el desarrollo del sonido como campo creativo diferenciado de la música, desde principios hasta finales del siglo XX.

Disonata se inscribe en una programación diseñada por el Museo Reina Sofía para poner en común las interconexiones entre arte y sonido: cómo éste irrumpe en las artes plásticas y de qué manera lo abordan distintos artistas de diferentes épocas.

Dieter Roth y Bjorn Roth. Keller-Fuo, 1980-1989 Relieve en técnica mixta 200x240x60 cm. fundación Dieter Roth, Haamburgo. Disonata Museo Reina Sofía. Fotografía Joaquín Cortes-Román Lores. Archivo fotográfico Museo Reina Sofía

La exposición constituye así una pieza más en esa especie de universo dedicado al arte sonoro que el Museo ha compuesto dando una visión de conjunto global, en el que es obligado relacionarla con Audiosfera. Experimentación sonora 1980-2020, que se abre el 14 de octubre, o la representación sonora del Niño de Elche a partir de Val del Omar que se podrá ver desde del 7 del mismo mes; el concierto celebrado recientemente de Barber o el ciclo Archipiélago, de música experimental, que acaba de finalizar. Distintas manifestaciones que conforman un todo que hará entender mejor al público las relaciones entre lo que hay de visual y auditivo en el arte.

En esta muestra en particular, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, el espectador encontrará cerca de doscientas obras: grabaciones, pinturas, instrumentos, esculturas, partituras, maquetas, manifiestos, fotografías y películas que descubren una cara diferente del arte, que arrancó con las vanguardias históricas del futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, y en la que destacan obras de artistas como Elena Asins, Ulises Carrión, Marcel Duchamp, Esther Ferrer, Jean Tinguely o John Cage, de Fluxus, entre otros.

De esta forma se recupera el trabajo de una serie de pioneros que se adentraron en terrenos inexplorados de los fenómenos y procesos sonoros, antaño de dominio exclusivo de los músicos. La fuerza impulsora de esta transformación fueron los artistas visuales, pero también participaron poetas y músicos visionarios, incluso arquitectos e ingenieros, que favorecieron una serie de experimentos acústicos revolucionarios que desbordaron las categorías predefinidas del arte moderno y contemporáneo.

El recorrido de la exposición pone de relieve de forma cronológica diferentes momentos cruciales de este proceso: desde la experiencia futurista de construir instrumentos para entonar ruidos; los experimentos espaciales, musicales y multimedia en los años 50, como el Pabellón de la compañía Philips en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, con contribuciones de Iannis Xenakis y Edgar Varèse, y todo ello bajo la dirección de Le Corbusier (autor del espectáculo Poema electrónico del interior); la fascinación de los artistas visuales por el magnetófono en los años centrales del siglo XX; las aportaciones del movimiento Fluxus o el grupo español Zaj hasta llegar a las escenas pospunk en los años 80.

Disonata Museo Reina Sofía, septiembre 2020. Foto Joaquín Cortés-Román Lores. Archivo fotográfico Museo Reina Sofía

Primeros experimentos
La exposición se abre con una serie de artistas de las primeras décadas del siglo XX, críticos respecto a lo establecido y conocido hasta entonces. Algunos de ellos comenzaron a trabajar en proyectos innovadores sobre el sonido, como los dadaístas o los futuristas italianos encabezados por Filippo T. Marinetti que, fascinados por los avances técnicos y mecánicos, recurrieron al paisaje sonoro e industrial urbano. Ejemplo de ello son las réplicas de los “intonarumori” que se muestran en la primera sala, unos entonadores de rugidos, crujidos, explosiones y gritos creados por Luigi Russolo.

Junto a Erratum Musical, de Marcel Duchamp, paradigma de procesos aleatorios en composiciones musicales, otras iniciativas tempranas de arte sonoro que se recogen en esta primera sala  las obras de Man Ray Emak Bakia (Déjame en paz, 1926), un instrumento que se niega a sonar, y Objeto indestructible, un metrónomo con ojo que supone un reconocimiento de la duración de la labor artística. También se proyecta la película de la vanguardia rusa Entusiasmo: La Sinfonía de Donbass (1930), de Dziga Vertov, que incluye en su banda sonora ruidos de la fábrica y de la industria minera.

La segunda sala traslada al espectador a los años 50, cuando tras la II Guerra Mundial se intenta recuperar cierto humanismo con las nuevas tecnologías como base. En este contexto se celebró la Exposición Universal de Bruselas de 1958 –la primera después del conflicto bélicodonde no se diseñó un pabellón al uso para la empresa de electrónica Philips, sino un contenedor para Poème électronique (Poema electrónico), una obra creada para la vista y el oído y compuesta por un collage visual de proyecciones, de Le Corbusier, y por una pieza sonora de Edgar Varèse.

Mediante 425 altavoces conectados por tecnología telefónica, la obra creaba un espectáculo multimedia para los visitantes que tenía la intención de ilustrar la historia de toda la humanidad dentro de un espacio en el que las multitudes tenían la ilusión de pasar a través de las cavidades y de la digestión de un estómago para renacer a una nueva comunidad después de la tragedia de la guerra. Para Le Corbusier, el espectáculo completo del poema reunía las cinco nuevas formas de jeux électroniques, juegos de luz, color, ritmo, imagen y sonido y en esta sala el público puede contemplar una maqueta y un video de las proyecciones del pabellón Philips.

Isidore Isou, La plastique parlante, 1960-1987 técnica mixta 19x40x34 cm Coleección Fabre, Disonata Museo Reina Sofía

La transcendencia del magnetófono
La siguiente sala gira alrededor de la grabadora de cinta magnética, un dispositivo utilizado por los artistas para experimentar. Gracias a la posibilidad de manipulación de las bandas con superposiciones, cortes y regulaciones de velocidad, el británico Brion Gysin trabajó, por ejemplo, en la transposición de la técnica de cut-up o de recortes a sus poesías visuales y sonoras, como puede escuchar el público en la interpretación grabada de I Am That I Am (comenzado hacia 1958), poema basado en la frase bíblica Yo soy el que soy.

La cinta magnética fue también un medio para una posible “escritura directa” de obras etiquetadas como letrismo de creadores como Isidore Isou, cuya obra La plástica parlante (1960-87) es precisamente un magnetófono intervenido que puede ver aquí el espectador.

Con la llegada de los 60, la grabadora de cinta magnética se empleó en contra de las nociones clásicas de la música. Artistas como Karel Appel y Asger Jorn, de quienes se muestran las portadas de sus discos titulados Musique Phénoménale (1961), se ocuparon en conseguir una música calificada como bárbara e interpretada mediante golpes más allá de la norma.

Esculturas e instrumentos imposibles
El siguiente espacio de Disonata muestra diversos instrumentos, máquinas, estructuras y esculturas que cuestionan la distinción entre arquitectura y artes plásticas, por un lado, y la música, el teatro y similares, por otro.

Un ejemplo que puede verse en la exposición es Red Disc and Gong (1940) de Alexander Calder, donde el silencio o los sonidos aleatorios convierten la obra en los remanentes de un dispositivo que no se ejecuta y que, por lo tanto, deja de ser instrumental.

En contraposición, Cristal (1952 / 1980) es un instrumento musical con forma de escultura de los hermanos de Bernard y François Baschet que, como artesanos contemporáneos, buscaban producir los instrumentos manuales de su época.

Por su parte, el maquinista Jean Tinguely desarrollo su interés por la radio e ideó Radio-Skulptur, un mecanismo cuyo funcionamiento es tan cambiante como lo es el flujo de noticias que emite. En la exposición también se recogen, por ejemplo, los instrumentos artísticos manejados mediante flujo electromagnético del artista Takis; las esculturas de cuerdas de Pol Bury, u obras como Cellar-Duo (Dúo de bodega, 1980-1989) de Dieter Roth, que reúne una acumulación indiscriminada de órganos de juguete, un sintetizador y una miscelánea de componentes ensamblados a una pared o como L’Anticoncept (El anticoncepto, 1951), compuesto por una proyección de Gil Wolman sobre un globo meteorológico en la que el sonido se concibe de manera independiente mediante monólogos que incluyen frases cantadas, repeticiones habladas en staccato y silbidos que se funden con ruidos.

Man Ray. Indestructible object, 1923, 1965 Metrónomo y fotograafía 22x11x11 cm. colección particular, con la colaboración de la Fondazione Marconi, Milán. Disonata Museo Reina Sofía

Nuevas ideas: Fluxus y el grupo español Zaj
Aunque a comienzos del siglo XX se registraron importantes innovaciones musicales, el movimiento Fluxus, al que se dedica una sala de la exposición, amplió durante los años 50 el concepto de composición musical mediante originales propuestas.

Así, junto a John Cage, de quien se muestran varias partituras, otros autores como George Brecht y La Monte Young siguieron el camino de la transformación de la música notada hacia gráficos y textos con creaciones dirigidas hacia la libertad interpretativa total.

En este sentido, entre las diferentes posibilidades de una partitura, esta sala muestra a modo ilustrativo las posturas de Robert Filliou en su obra Musical Economy No. 5 (ca. 1971) que indican también un profundo cuestionamiento de lo convencional, de lo tradicional y de lo normativo en el patrimonio musical.

En este mismo apartado se exhiben obras del Grupo Zaj, un colectivo español en el que participaron artistas que cuestionaron la noción de autoría y de obra artística entendida como una totalidad cerrada, y convirtieron principios como la aleatoriedad, la sencillez o la indeterminación en ejes fundamentales de sus proyectos performativos. Es el caso de Esther Ferrer, con su obra Concierto Zaj para 60 voces (1983) o de Juan Hidalgo, del que se muestra un ejemplar de su libro Viaje a Argel (1968).

Karel Appel en Phonogram Studio, durante el desarrollo del proyecto Musique barbare [Música bárbara], 1963. Fotografía en blanco y negro. Nederlands Fotomuseum, © Ed van der Elsken. Disonata Museo Reina Sofía

Tendencias en los años 70 y 80
Las últimas salas de la exposición explican cómo en los años 70, la convergencia del arte y del sonido comenzó a caminar cada vez más hacia nuevas manifestaciones, como los trabajos de Hanne Darboven o de la española Elena Asins que, con sus rigurosos estudios sobre estructuras armadas a partir de una multiplicidad de elementos finitos, quiso rendir homenaje a las composiciones de Mozart, como los que se muestran de su serie de obras Strukturen.

A su vez, Józef Robakowski y Ulises Carrión se afanaron en sus películas para seguir el ritmo de fenómenos que son similares a sucesos sonoros, como contar en voz alta estando en movimiento o las revoluciones sucesivas de un disco en reproducción; muestra de ello, 45 revoluciones por minuto, un video de Carrión que puede ver el público.

En que respecta a los años 80, momento caracterizado por el capitalismo exacerbado en EE.UU. y Reino Unido, se muestra a reacción del punk, un grito de protesta, a través de películas como Rock My Religion (Rock, mi religión) de Dan Graham 1982-1984) o Sir Drone (1989) de Raymond Pettibon (1989), donde queda patente su desencanto.

Disonata se cierra con los videos de Ronald Nameth de las actuaciones Exploding Plastic Inevitable (1966), unos espectáculos improvisados por Andy Warhol, y por Atomic Alphabet de Chris Burden (1980), una obra sonora que revela la aparente naturalidad con la que la violencia penetra en los hogares a través de las noticias de los medios de comunicación.

Catálogo
Con motivo de la exposición, el Museo Reina Sofía edita un catálogo que, además de imágenes de las obras, incluye ensayos de autores de la comisaria Maike Aden y de Arndt Niebisch, Christina De Simone, Javier Ariza y Ricardo Dal Farra, así como textos históricos de Luigi Russolo, Pauline Oliveros, László Moholy-Nagy, Henri Chopin y Pierre Schaeffer.

Datos de interés:
Disonata. Arte en sonido hasta 1980
Museo Reina Sofía, Edificio Sabatini, 3ª planta, Madrid.
Fechas: 22 de septiembre de 2020 / 1 de marzo de 2021

Como medida de prevención higiénico-sanitaria, se ha evitado en la exposición el uso de auriculares y al objeto de que todos los audios puedan ser escuchados correctamente y con la calidad necesaria por los visitantes, se ha establecido un sistema de puesta en marcha alternativo de las piezas sonoras que evita que se solape el sonido de las mismas.

Organiza:Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Comisario: Maike Aden (sobre un proyecto original de Guy Schraenen)
Coordinación: Beatriz Velázquez y Andrea Pérez Envid

Redacción

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