El Premio Nacional de Arte Gráfico nació en 1993 con el objetivo de impulsar la práctica de esta manifestación entre la comunidad artística. Desde entonces se ha consolidado como un reconocimiento público a la trayectoria profesional de un artista en el campo del arte gráfico. En la edición de 2019 fue otorgado el Premio a Cristina Iglesias (Donostia-San Sebastián, 1956).

El jurado concedió por unanimidad el Premio Nacional en 2019 a Cristina Iglesias “por su continua y singular tarea de investigación e implicación con los procesos y avances de expresión gráfica, desarrollados en paralelo a su obra escultórica durante su extensa trayectoria artística”.

Cristina Iglesias utiliza en sus creaciones gráficas distintos soportes como el cobre, el alumnio, la seda y, en menor medida, el papel. Los límites del grabado convencional desaparecen en su serie en cobre, creando composiciones de concepto marcadamente arquitectónico que dialogan con el espacio. Utilizando el metal de cobre como soporte de sus serigrafías, este material deviene en protagonista, en receptor de la mirada. Sus obras, de grandes dimensiones, transforman el lugar ocupándolo todo, revistiéndolo y transformando el ámbito expositivo en un espacio diferente.

La exposición de Cristina Iglesias en la Calcografía Nacional, además de serigrafías, incluye monotipos en los que el ácido actúa sobre el metal de cobre mordiendo la imagen.

La predilección por la serigrafía caracteriza la práctica del arte gráfico en Cristina Iglesias. En sus propias palabras: “la serigrafía crea distancia respecto del modelo, borra la huella de su procedencia”. También es una constante en sus propuestas gráficas el recurso preferente a los metales de aluminio y cobre como soportes de la imagen fotográfica. En el caso específico del cobre, la artista subvierte el orden convencional del binomio matriz-estampa, al usarlo no como dispositivo de impresión sino como receptor de la imagen impresa, es decir, como soporte de la estampa. Esta elección consciente del metal de cobre con la finalidad de producto último del proceso de arte gráfico, lo convierte en contenedor de significado y sintetiza en él algunas de las constantes creativas de Cristina Iglesias, como la interrelación de paisaje y arquitectura, la construcción de espacios ilusivos por medio de la luz y el reflejo o la ampliación monumental de la pequeña escala.

La dimensión de sus serigrafías en cobre, de gran formato, contribuye a la estrategia de transferencia de la escultura al territorio de la arquitectura, a la difusión de los límites entre los géneros convencionales y a la construcción de escenografías mediante reflejos. Son evidentes las posibilidades de reflexión y refracción del cobre, de modo que la imagen serigráfica que contiene se diluye en el espacio y se proyecta en él. Cristina Iglesias explora el reflejo del sujeto en las paredes de acero inoxidable de algunas de sus esculturas públicas, y esa misma voluntad de interacción del paisaje en el espacio se encuentra presente en sus series gráficas en cobre y aluminio. En otros casos la estampa es de seda, es decir, elige la seda como soporte de la imagen serigráfica.

Sea en cobre, aluminio o seda, las creaciones gráficas de Cristina Iglesias son el resultado de una representación metalingüística, donde la obra está contenida dentro de la obra… una secuencia de espejos.

Una vida dedicada al arte

Cristina Iglesias estudió ciencias químicas en Donostia-San Sebastián (1976-1978) y escultura y cerámica en la Chelsea School of Art de Londres (1980-1982). En 1988 le fue concedida una beca Fullbright para estudiar en el Pratt Institute de Nueva York. Impartió docencia de la escultura en la Akademie der Bildenden Künste de Múnich en 1995. Cuatro años más tarde recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. En 2012 ganó el Grosse Kunstpreis Berlin. Tres años después obtuvo el Premio de la Real Fundación de Toledo y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en 2020 el Premio de Arquitectura otorgado por la Royal Academy of Arts de Londres.

Ha realizado exposiciones individuales en algunos de los más prestigiosos museos y centros de arte contemporáneo del mundo: Stedelijk Van Abbemuseum (Eindhoven, 1995), Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York, 1997), The Renaissance Society (Chicago, 1997), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, 1998 y 2013), Museo Guggenheim Bilbao (1998), Carré D’Art, Musée d’Art Contemporain (Nimes, 2000), Museo Serralves (Oporto, 2002), Irish Museum of Modern Art (Dublín, 2003), Ludwig Museum (Colonia, 2006), Pinacoteca del Estado de São Paulo (2008), Fundazione Arnaldo Pomodoro (Milán, 2009), Musée Grenoble (2016), Centro Botín (Santander, 2018)…

Representó a España en la Bienal de Venecia en 1986 y 1993, participó en 1990 en la Bienal de Sydney, y en la siguiente década expuso en la Bienal de Taipei (2003) y en la Bienal de Santa Fe (2006). Ha sido la primera artista española invitada a participar en la Trienal de Folkstone (2011).

Su obra forma parte de las colecciones del Museo Reina Sofía (Madrid), Centre Georges Pompidou (París), Tate Modern (Londres), Museo Serralves (Oporto), MOCA-The Museum of Contemporary Art (Los Angeles), Hirshorn Museum (Washington), Museo Guggenheim Bilbao, MACBA-Museu d’Art Contemporani de Barcelona, y otros importantes museos.

Tiene una destacada presencia en el espacio público, como ponen de manifiesto sus obras Habitación de Laurel (Moskenes, Islas Lofoten, Noruega), Cúpulas KatonNatie (Amberes), Passatge de coure (Centro de Convenciones Internacional, Barcelona), Deep Fountain Leopold de Wael Platz (Amberes), Portón-Pasaje (Museo del Prado, Madrid), Estancias Sumergidas (Mar de Cortés, Baja California, México), Tres Aguas (Toledo), Desde lo subterráneo (Centro Botín, Santander), Forgotten Streams (edificio Bloomberg, Londres), Casa del Faro (Isla Santa Clara, Donostia-San Sebastián) o Inner Landscape ‘The Litosphere, the Roots and the Water’ (plaza de The Museum of Fine Arts, Houston).