Esta es una historia de amor. En realidad son varias historias y amores de distinto tipo. La primera y más evidente es la de Jess y Alex Hohne, una joven pareja de sudafricanos, él descendiente de cinco generaciones de propietarios de minas de diamantes, que hace tres años decidieron seguir en contacto con la naturaleza pero no en Sudáfrica. Recorrieron Portugal, Francia, Argentina… e incluso Reino Unido, pero no encontraron el ambiente, y el sol, que buscaban. Finalmente lo hallaron en plena Sierra Morena, en el Barranco de San Miguel cerca de Andújar, con vistas al Santuario de la Virgen de la Cabeza, cuya peregrinación es la segunda en importancia de Andalucía, tras la del Rocío. Curiosamente, allí se guarda la Custodia que regaló Benito Mussolini a la Virgen de la Cabeza. Es un terreno de mil hectáreas prácticamente virgen, donde sólo señorean las águilas reales e imperiales y los buitres negros. Bueno, también, cientos de venados y ciervos, nutrias junto al río, perdices, palomas, urracas, rabilargos, tejones, jabalíes… y miles de conejos.
Acondicionaron un antiguo cortijo, El Encinarejo, en buen estado y comenzaron a hacer planes. En los alrededores escasos y a bastante distancia comenzaron a llamarles «los locos sudafricanos de Andújar», pero ellos siguieron a su plan. Querían vivir en plena naturaleza y, a ser posible, disfrutar de lo que ésta les daba y sacar algún dinero de ello. Pronto decidieron que había que darle un impulso a lo que era su vivienda y compartirla con otros, alquilando sus únicas cuatro habitaciones sobrantes, porque, además de ellos, allí vivían su encantador hijo de cuatro años y los padres de Jess, él cazador y ella animalista. Así comenzaron a planificar un lodge al estilo africano, con cuatro habitaciones más e incluso una pequeña piscina aunque de momento no tienen el permiso para ella.
Un hogar para el lince ibérico
«Si hoy hay linces es gracias a este reducto de la Sierra de Andújar, porque hace dos décadas solo quedaban unos 70 ejemplares en este rincón jienense y unos 30 en Doñana», explica Germán Garrote, biólogo del Proyecto Life Iberlince. Desde aquí se empezó a expandir la especie gracias a los esfuerzos de conservación de la agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía y de fundaciones como CBD-Hábitat. «El lince está en lo más alto de la pirámide ecológica. Es amo y señor del monte mediterráneo porque no hay otro carnívoro que compita con él», explica Maribel García, bióloga y técnica de la Junta de Andalucía.
El lince sólo come conejos y aunque en la Península Ibérica hay hasta 40 especies de aves y mamíferos que depredan sobre él, incluyendo al hombre que lo tiene entre sus presas favoritas para cazar, apenas tiene competencia en esta zona, sólo el águila imperial pero tampoco hay muchas. Aunque, al parecer fue su abundante presencia en la Península Ibérica en tiempos de los fenicios, la que dio nombre a nuestro país: «i-shepham-im», país de los conejos, que incluso prestaba su silueta a las monedas de la época, el pequeño roedor también comenzó a escasear y con él la posibilidad de que el lince se mantuviera, ya que necesita comer uno al día. Curiosamente, uno de los trabajos de CBD-Hábitat para ponérselo fácil a las familias de conejos, ha sido construir cientos de madrigueras artificiales de hormigón, llamados majanos o vivares, enterradas y con varias salidas para facilitar la presencia de conejos, imprescindibles en la dieta del lince ibérico.
Pero además de eso, es necesario aplicar la metodología más eficaz para aumentar las poblaciones de conejos. En la actualidad la acción combinada de dos epidemias en la especie, la mixomatosis y la neumonía vírica (ambas introducidas por el hombre) y la caza excesiva han extinguido al conejo de la mayor parte de nuestro territorio. Con él hace décadas se fue el lince, y también el águila imperial, otra especie ibérica exclusiva que tiene en el conejo la base de su alimentación. Ahora, afortunadamente, han vuelto.
Pero el riesgo sigue existiendo. Pese a la satisfactoria recuperación de la especie, los atropellos y la caza ilegal practicada por furtivos siguen siendo una amenaza para este animal. Se estima que desde 2011 han muerto atropellados al menos 150 linces. De hecho, la organización WWF denunció el pasado verano que los confinamientos habían contribuido a elevar los atropellos de estos animales debido al aumento de la velocidad por parte de muchos conductores.
En busca del «gato»
Naturalmente, el atractivo principal de El Encinarejo, es lograr ver al que todos llaman el gato. Se sabe que en la finca hay, al menos dos parejas de linces y algunos cachorros, el reto es encontrarlos. Los pardos colores otoñales inundan la montaña de Andújar mientras el río Jándula serpentea a través de Sierra Morena. El camino se hace en todoterrenos copiados de los de los safaris africanos con asientos elevados al aire libre, el bello paisaje justifica el frescor de la mañana… y los baches del camino. En el cielo, los buitres y algún águila sobrevuelan la montaña en silencio. ¿En silencio?, no; en lo alto de una encina, una urraca lanza un triste canto. Al igual que los monos señalan en África le presencia de leones, la urraca avisa de que un lince está cerca, comenta Fernando Silvestre. Buena señal.
Se instalan teleobjetivos, se monta un pequeño telescopio y los más modestos desenvainan sus móviles pero no se ven más que matorrales. ¿O no?. No, en efecto, entre las matas bajas de una encina se llega a apreciar una cabeza gris moteada y unos penetrantes ojos verde claro. Un poco más tarde el lince se anima a hacer su exhibición, sin temor al hombre al que se ha acostumbrado a ver de lejos. Sus andares, descarados e hipnotizantes, dejan entrever una seguridad que intimida al resto de habitantes de la finca. Y ahí nace la tercera historia de amor, la que surge hacia este bello animal que estuvo a punto de desaparecer y que ahora contempla el futuro con cierto optimismo.
Es otoño y el lince se anima a cazar de día, mientras en verano lo hace al anochecer, y debe explorar el campo. No hay tantos conejos en esta época ya que el pasto herbáceo aún no ha rebrotado y la calidad y la abundancia de alimento es mínima. Aunque el terreno no es el ideal, hay alguna madriguera cerca y el lince escucha, tiene un oído muy fino pero no detecta movimientos. También mira porque tiene buena vista, aunque la conocida expresión «vista de lince» no se refiere a él, tampoco a su nombre, en realidad la expresión se refiere a un personaje de la mitología griega llamado «Linceo» (originariamente la expresión era «Tener vista de Linceo»), y es que a este ser mitológico se le atribuía una vista prodigiosa capaz de ver través de los objetos.
Un nuevo ecoturismo
De regreso a El Encinarejo y mientras desde su amplia terraza se disfruta de las vistas y de un buen vino, Jess y Alex comentan entusiasmados su proyecto. «Para nosotros es muy importante beneficiar a nuestros vecinos, a la comunidad. A lo mejor piensan que estamos locos pero de verdad creemos en la fórmula del ecoturismo como una forma ideal de llevar las fincas. La mayoría de los vecinos no viven aquí, pero si ven que esto nos funciona quizás vuelvan de las ciudades, inviertan dinero en las fincas y hagan cosas con CBD Habitat», afirma Álex. «En definitiva, queremos que esto sea un impulso para la sierra, que la gente lo aproveche de forma sostenible y no la abandone».
Nuria El Khadir, directora general de CBD-Hábitat, también explica cómo han procedido: «Se comenzó hablando con la propiedad privada porque ahí estaban los últimos ejemplares de lince ibérico. Se hicieron los proyectos de conservación con otras ONGs, empresas, cazadores… es decir, todo el colectivo que trabaja en el campo se juntó para recuperar a la especie. Con otras especies hemos hecho lo mismo, trabajando directamente en el terreno». En efecto, esta ONG no solo trabaja en la recuperación del enigmático felino, sino que también lleva a cabo proyectos de conservación con aves necrófagas, está desarrollando un modelo de ecoturismo sostenible en Guinea-Bissau, tratando de que convivan hipopótamos y plantaciones de arroz, y actúa para preservar la foca monje del Mediterráneo en Cabo Blanco, entre Mauritania y Marruecos. Su trabajo con el lince ibérico desde hace dos décadas les ha aportado la experiencia suficiente como para que desde Mongolia se hayan interesado en sus prácticas para preservar otra icónica especie de felino de nuestro planeta, el leopardo de las nieves, que domina las montañas del Himalaya.
Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa y archivo
Más información:
El Encinarejo, tel.: 680 98 06 41
Fundación CBD-Habitat: tel.: 91 510 01 33 https://cbd-habitat.com/
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