Una pequeña exposición “Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España” compuesta con obras de la colección del Museo del Prado nos recuerda el valor del género histórico que marcó una etapa en la historia de la pintura y que era imprescindible para demostrar la virtuosidad de aquel que quería dedicarse al oficio de ser «artista».
Activar las relaciones entre Hacienda y Cultura para adquirir piezas de arte
Con la exposición, que se podrá visitar hasta el 23 de octubre, también se ha recordado la importancia de algunas formas de adquisiciones por parte del Estado que en tiempos de crisis pueden ser de gran interés como es el de la dación. Se trata de una acción conjunta del Ministerio de Hacienda y del Ministerio de Cultura por la que a través de la fórmula de la dación en pago de impuestos podrían entrar algunas piezas de valor para los museos. Según Rafael Mateu de Ros, Socio Fundador de Ramón y Cajal Abogados, éste sería un buen momento para activar el pago de impuestos a través de daciones, «para eso estamos los abogados para facilitar los trámites, la elección de las obras ya es cosa de los museos y de la Junta de Calificación y Valoración».
Dentro del programa Presentación de colecciones del Siglo XIX, la sala 60 del edificio Villanueva reunirá una selección de ocho obras de Francisco Pradilla conservadas en el Museo. Junto al gran cuadro Doña Juana la Loca y su boceto, expuestos en la sala 75, estas obras permitirán al visitante hacer un recorrido por su trayectoria como pintor de historia, la dedicación que le dio su mayor fama. Se celebra así también el centenario del fallecimiento de este artista, que fue Director del Museo del Prado. La exposición “Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España” cuenta con el patrocinio de Ramón y Cajal Abogados y refleja el interés por la pintura de historia y el periodo por el que Pradilla sentía predilección, el de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, en dos etapas de su producción: el inicial, consagrado por el éxito de su cuadro Doña Juana la Loca, y el final, entre 1906 y 1910, cuando el género había caído en desuso.
El cuadro de historia fue el género más valorado en la pintura española entre 1856 y 1890. Entre sus cultivadores, Francisco Pradilla fue el que obtuvo mayor reconocimiento nacional e internacional. Su obra Doña Juana la Loca recibió el galardón máximo, la Medalla de Honor, en la Exposiciones Nacional de Madrid de 1878 y en la Universal de París de ese mismo año. Tanto el cuadro como su boceto se exponen permanentemente en la sala 75 del Museo. Pero la colección del Prado permite explicar, con otras obras, la dedicación del artista a esta temática, que inició con la copia de la obra de Lorenzo Vallés, El cadáver de Beatrice de Cenci, punto de partida para la asimilación del lenguaje pictórico que Pradilla desarrollaría de modo original en los años siguientes. Esta obra, reciente donación, se expone por vez primera.
En relación con su lienzo más famoso, el Prado conserva, además del boceto, el primer pensamiento pintado para esa obra, La reina doña Juana la Loca en los adarves del castillo de la Mota (1876). A ellos hay que agregar la copia grabada del lienzo final, de extraordinaria calidad, realizada por Bartolomé Maura. De la otra gran pintura de historia del artista, La rendición de Granada, realizada para el Palacio del Senado, guarda asimismo un estudio preparatorio tomado del natural para el caballo de Boabdil, titulado Caballo árabe del conde Bobrinski (1880).
Tanto el lienzo de La rendición de Granada como el de Doña Juana reflejan el máximo esplendor de la pintura de historia. Sus asuntos transcurren en el periodo de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Esa época articuló la mayor parte de la producción posterior del artista relacionada con el cuadro de historia.
Con posterioridad a la crisis del 98 hubo un resurgimiento muy específico de la pintura de historia, con un carácter casi de reconstrucción de ambientes del pasado. Pradilla era el artista más dotado para ello por su virtuosismo y logró plasmarlos de un modo sorprendentemente vivo en obras como La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas, con su hija, la infanta doña Catalina (del que existen dos versiones en el Prado de 1906 y 1907) y en el Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910).
Como Mariano Fortuny, Pradilla alcanzó una gran calidad como acuarelista. Una muestra de cómo aplicó esta técnica durante su etapa en Italia a los asuntos históricos la encontramos en El Dux Marino Faliero, una de sus mejores acuarelas, en la que representa a un personaje que dio lugar a numerosas pinturas en el siglo XIX.
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