El Ródano tal vez no tenga la grandiosidad del Danubio o el Volga, el romanticismo del Rin o el glamour del Sena, pero, a su modo, es un río original que nace en las frías cumbres de los Alpes suizos en el glaciar al que da nombre y tras un descanso en el lago Leman de Ginebra pasa a Francia, recorre bellas ciudades y paisajes espectaculares, se divide en dos creando un extenso delta, para descansar finalmente en la tibias aguas del Mediterráneo.
El curso del Ródano, el río más caudaloso de Francia, acaricia ciudades grandiosas como Lyon, Vienne o Aviñón, tiene un poso histórico importante, desde el paso de Aníbal y sus elefantes a las constantes visitas pacíficas y no tanto de los romanos, bordea paisajes admirables como el Parque Natural de Camarga, las gargantas del Ardeche, con su espectacular Pont d’Arc de 34 metros de altura o el Parque Natural Regional de Vercors.
Para que no falte nada, también hay recuerdos en sus orillas de grandes artistas. Las Canteras de Luces de Val d’Enfer, inspiraron a Dante para su Divina Comedia, los rincones y cafés de Arlés fueron pintados por Van Gogh, que vivió allí año y medio, donde perdió su oreja y recibió la visita de sus amigos Picasso y Gauguin, en Mâcon se pueden seguir los pasos de Lamartine y desde Martigues se emprende camino hacia el país de Cézanne en Aix-en-Provence; en Sète, ya en el Mediterráneo se descubre la ciudad natal del poeta Paul Valéry y del cantautor Georges Brassens.
Claro que tampoco hay que olvidar otros artistas de hoy, como Paul Bocuse, considerado el mejor cocinero del siglo XX, con varios restaurantes y braserías cerca de Lyon.
La mejor forma de viajar
La compañía CroisiEurope, líder europeo en este tipo de travesías con 56 barcos y aumentando cada año, permite recorrer ríos como el Danubio, el Rin, el Sena, el Ródano, el Loira, el Volga, el Duero, el Guadalquivir y muchos más en Europa y, desde hace poco, también otros en distintos continentes, como el río Chobé, el lago Kariba en los meandros más bellos de África Austral, el río San Lorenzo y el lago Ontario en Canadá o el delta del Mekong en Vietnam y Camboya.
A bordo de un barco se encuentra todo aquello que uno busca en sus vacaciones: descanso y actividad, soledad y compañía, gastronomía y sobriedad. Todo está allí y es uno mismo quien elije lo que quiere en cada momento. Esta es la principal característica del crucero. Tiene todo lo bueno de un viaje organizado, pero deja libertad al viajero para que programe su tiempo.
Por el contrario tienen atractivos importantes: visitas a pie (ya que los muelles están en el corazón de las ciudades), atmósfera más familiar, lo que permite mejor comunicación y convivencia con el resto del pasaje, la práctica imposibilidad de marearse dada la estabilidad de los cauces fluviales regulados por esclusas, etc. Y cuando la travesía resulte algo tediosa o los elementos atmosféricos no acompañen, nada mejor que un buen libro, una buena música o una copa para relajarse y disfrutar del tiempo libre.
Lyon punto de partida
Esta puede ser también la primera visita de la ciudad y la mejor impresión de su grandeza. Se llega fácilmente en “La Ficelle”, como los lioneses llaman a su funicular. La recia construcción exterior contrasta con el colorido interior, en particular una serie de mosaicos que narran la historia de Francia y el cristianismo. Una recomendación particular: tras la visita, tomar una copa o cenar en el recién inaugurado restaurante La Bulle, del “estrellado” Guy Lassausaie; solo por las vistas merece la pena, pero la cocina está a juego.
También se encuentran en la colina vecina la de Croix-Rousse. Originariamente, se crearon para trasladar de forma rápida las mercancías que llegaban por el río sin tener que dar un largo rodeo, solo que al conectar distintos edificios concebidos de forma independiente, adoptaron formas arquitectónicas caprichosas, llenas de escaleras improbables y pasadizos retorcidos.
Hacia el sur se llega a la plaza Bellecour, el espacio abierto peatonal más grande de Europa, donde se alza, un tanto solitaria, la estatua ecuestre de Luis XIV que monta a pelo, como los emperadores romanos ¡no era nadie el Rey Sol! Un poco más allá, frente a la Universidad está el muelle donde espera el Van Gogh II, el barco de CroisiEurope que recorre el Ródano.
Un recorrido muy exclusivo
A lo lejos se vislumbran campos de lavanda, la imagen más genuina de Provenza, plantaciones de cereal, vides y olivos. De vez en cuando se pueden observar alcatraces que vuelan en formaciones largas, con pinceladas negras en el cuello amarillo, gaviotas de pechugas níveas y mantos renegridos, que lanzan gritos bulliciosos, pequeños petreles y patos que chapotean en la superficie del agua con patas palmeadas.
A las puertas de Arlés está Palavas-Les-Flots, capital de la Camargue, un mosaico de estanques y tierras empapadas de sal, una región que se caracteriza por sus manadas de caballos, que nacen marrones y al crecer se hacen blancos, y sobre todo por sus toros, negros y con los cuernos en forma de lira, que se remontan a tiempos de los romanos, con los que se practica una suerte de corrida, aquí llamada carrera camarguesa, en la que los jóvenes raseteurs desafían a los toros para tratar de quitarles las escarapelas, borlas y cordeles que se han enganchado a sus cuernos.
Es una suerte parecida a la de los recortes que se celebran en algunas localidades españolas, pero tal vez más peligrosa ya que no solo hay que sortear al toro sino acercarse mucho a sus cuernos, quitarle los adornos y luego salir corriendo y saltar la barrera, que con frecuencia el toro salta también.
También de camino se llega a la encantadora ciudad de Saintes-Maries-de-la-Mer, un pueblito de pescadores veraniego y lugar destacado de peregrinación para los gitanos que veneran a la virgen negra Sara, compañera de las dos Marías que fueron las primeras testigos de la resurrección de Cristo; en mayo se prepara la fiesta gitana más grande de Europa.
El pueblo está lleno de pequeñas tiendas y restaurantes en los que no faltan gigantescas paellas hechas con el arroz de la zona y recubiertas de mejillones, la “gardiane”, estofado de carne de toro, o las chirlas. Casi el único monumento es la iglesia de Notre-Dame-de-la-Mer, construida en el siglo XII y fortificada en el siglo XV, que más parece una fortaleza que una iglesia.
Arlés la ciudad que inspiró a Van Gogh
Aunque cuenta con una larga historia que se remonta a 2000 años de los que conserva importantes monumentos, es conocida sobre todo porque enamoró a Van Gogh y otros pintores, gracias a su mágica luz. Aquí vivió el holandés y en tan solo 15 meses de estancia, vio cómo se desarrollaba su periodo más productivo. En 1888 concibió nada menos que 300 obras en su célebre Casa Amarilla, que fue destruida tras la guerra. Aunque hoy, ninguna de sus telas se encuentre en la ciudad.
Gracias al trabajo de arqueólogos, hoy se puede visitar una gran colección de edificios del periodo romano, como su anfiteatro de finales del siglo I y que hoy en día sigue funcionando para casi 12.000 espectadores que asisten a espectáculos taurinos. También el teatro romano en el corazón de la ciudad. Tampoco hay que olvidar la importancia de sus monumentos románicos como el delicioso claustro de la iglesia de Saint Trophime, recientemente restaurado y que presenta esculturas de excepcional calidad en sus galerías que datan del siglo XII y del XIV.
En la ciudad de los Papas
Tras una noche de navegación y cena suculenta, en la que tomaron protagonismo el Foie-gras de canard mi-cuit de Perigord, el Lomo de bacalao con emulsión de zanahoria con ajo dulce, el queso Bouchon Lyonnais y, comme dessert, la Tortilla noruega flambeada con Grand-Marnier y coulis de frambuesa, se llega a la mítica Ciudad de los Papas, Aviñón, tal vez más célebre que por los Papas, por la única canción en francés que todos los niños aprendían en los viejos tiempos: “Sur le pont d’Avignon, on y danse, on y danse, Sur le pont d’Avignon, on y danse, tous en rond”.
Es preferible deambular por las calles del viejo Aviñón, como la Rue de Teinturiers, o la Place de l’Horloge, el pleno centro y llena de actividad y terrazas, recorrer sus impresionantes murallas de la que hoy todavía quedan en pie, y protegidas como Patrimonio de la Humanidad, 16 puertas y unas 40 torres. También merece una visita el Petit Palais, cerca del Palacio Papal disfrutar de sus casi mil obras de arte, entre las que destaca ‘La Virgen y el niño’, del maestro Botticelli.
Una naturaleza sorprendente
El arco natural del famoso Pont d’Arc, puerta de acceso a las gargantas, constituye el punto de partida ideal para descender el Ardèche en piragua como hacen cientos de aficionados cada día. El suave curso del agua y las espectaculares orillas permiten desde un recorrido de 8 kilómetros que se hace en varias horas al descenso casi completo de 32 kilómetros, con una duración de uno, dos o tres días. Al pie del Pont d’Arc, agradables playas de arena incitan a tomar el sol y a bañarse.
Otras cuevas que pueden merecer la pena son las Grottes de Saint Marcel o las de la Madeleine, muy accesibles ambas desde la propia carretera panorámica que recorres las Gorges de l’Ardeche.
Aquí conviven numerosas especies animales, entre las que se incluyen 135 especies de aves, 65 especies de mamíferos y 17 especies de reptiles y anfibios. Entre los mamíferos, destaca la presencia de grandes ungulados como gamuzas, muflones, ciervos, corzos, jabalíes y cabras montesas. Y con respecto a la flora, en el territorio existen 85 especies vegetales protegidas y 75 tipos de orquídeas.
Guía práctica:
Hay cruceros con varios recorridos y escalas de cinco a siete días de duración, con precios entre 817 y 1.515 euros por persona, con algunas ofertas especiales, y salidas hasta final de octubre.
Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa y CroisiEurope
Información:
https://www.croisieurope.es/
Tel.: 912952497
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