San Sebastián, despojado del gran repinte que ampliaba el paño de pureza que cubría su cuerpo, se podrá ver en la gran exposición que el Prado, con el patrocinio en exclusiva de la Fundación BBVA, dedica a Guido Reni.
La eliminación de los repintes durante los trabajos de restauración, gracias al mecenazgo de la Fundación Iberdrola España, no solo ha dejado al descubierto esa parte del cuerpo del santo que había sido censurada, sino también otros elementos originales ocultos.
El proceso de limpieza ha definido aun con más fuerza la anatomía bañada por la luz de la luna que desde el rostro va modelando cada uno de los músculos del cuerpo hasta crear una figura de suma belleza y perfección.
San Sebastián podrá contemplarse por vez primera tal y como había sido concebida por Guido Reni en la gran exposición que, con el patrocinio en exclusiva de la Fundación BBVA y comisariada por David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800, abrirá sus puertas en el Museo Nacional del Prado el próximo 28 de marzo. Los trabajos de restauración han devuelto a su estado original a esta obra, una imagen que el artista boloñés elaboró con tal fortuna estilística e iconográfica que su influencia en creadores posteriores se perpetúa hasta nuestros días.
La singularidad que presentaba esta obra y que ha motivado su restauración, al amparo del apoyo que ofrece cada año la Fundación Iberdrola España, Protector del Programa de Restauración del Museo Nacional del Prado, era el gran repinte púdico que ampliaba considerablemente el paño de pureza que cubría parte del cuerpo del santo por considerar excesiva su desnudez.
Pero, la extraordinaria recuperación de esa parte del cuerpo del santo que había permanecido oculta probablemente a instancias de Isabel de Farnesio, no es la única que se logra en esta pintura, otros repintes en diferentes zonas de la tela proporcionaron gratas sorpresas al descubrir, tras su eliminación, elementos originales ocultos como la mano que aparece a su izquierda en la penumbra y la cuerda con la que están atadas las dos manos de san Sebastián al árbol.
Esta obra –realizada entre 1617 y 1619 y que aparece, por primera vez en España, en el inventario de la colección de Isabel de Farnesio en el Palacio de La Granja de San Ildefonso- muestra el inicio del martirio de san Sebastián, el momento en el que el santo se encomienda a Dios. La elección de este instante permite también a Reni estudiar el cuerpo humano en la tensión de una posición forzada que, a pesar del esfuerzo, consigue imbuir de su característico clasicismo.
San Sebastián fue un militar romano, condenado a morir asaeteado por defender su fe. Santa Irene le liberó todavía con vida y curó sus heridas. Fue un santo muy popular, pues se le atribuía poder para detener las epidemias de peste.
La restauración
En marzo de 2022 se traslada el cuadro al taller de restauración y tras su análisis y estudio se inicia la intervención de la mano de Almudena Sánchez. Además de toda la información aportada por la radiografía y la reflectografía infrarroja acerca del estado de conservación de la obra y de la ampliación del paño, el análisis ocular permitía observar con cierta facilidad la diferencia técnica entre el repinte y la pintura original. Era bastante claro a simple vista el contraste entre la naturalidad de los pliegues del paño pintado por Guido Reni y la rigidez de unas arrugas forzadas e imposibles que mostraba la tela añadida mediante el repinte al paño
original.
Tras las primeras pruebas de levantamiento del repinte, se comprobó el buen estado de la pintura y paulatinamente cómo quedaba al descubierto esa parte del cuerpo del santo que había sido censurada. Según iba reduciéndose el repinte, las carnaciones ocultas iban aflorando a la superficie, dejándose ver cada vez más hasta lograr su presencia completa en la composición tal y como fue diseñada y concebida por Guido Reni.
La eliminación de otros repintes en diferentes zonas de la pintura permitió la revelación de elementos tan importantes como la mano que aparece a su izquierda en la penumbra y la cuerda con la que están atadas las dos manos de San Sebastián. El proceso de limpieza ha permitido, además, recuperar la profundidad de la composición y percibir mejor el espacio entre los planos, así como el aire que rodea la figura del santo. Igualmente, tras la limpieza se define aun con más fuerza la anatomía del cuerpo bañada por la luz de la luna, una luz que desde el rostro, en el que dibuja su perfil, va modelando cada uno de los músculos del cuerpo hasta configurar una imagen de suma belleza y perfección.
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