La exposición Maquinaciones, que ha presentado Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía, junto a los comisarios de la muestra, Pablo Allepuz, Iliana Fokianaki, Rafael García y Teresa Velázquez, parte de la innovadora concepción de “máquina” formulada en 1968 por los pensadores franceses Félix Guattari y Gilles Deleuze. Para ellos, la máquina, alejada de sus funciones instrumentales y alienantes del individuo, constituye un núcleo de infinidad de potenciales relaciones humanas y no humanas, donde entran en juego un sinfín de enlaces entre tecnologías, saberes y prácticas.
Bajo ese prisma, la muestra explora formas de resistencia, coalición y creatividad en el presente a través de casi medio centenar de artistas, procedentes en su mayoría del área mediterránea y el continente africano, cuyas obras reflexionan sobre las circunstancias históricas y actuales de esos territorios, entre otros asuntos que moldean la subjetividad contemporánea y el mundo.
En Máquinas de guerra se muestran propuestas de acción para hallar modos alternativos de organizar el común. Las conexiones entre ideologías nacionalistas, militarismo y memoria colonial, así como entre extractivismo, migraciones forzosas y políticas fronterizas, son algunas de las cuestiones que se aborda en este primer espacio, pero atraviesan la exposición de parte a parte también ya que la transversalidad es una de las ideas centrales de la exposición.
Por su parte, Máquinas esquizo apela al despliegue de las subjetividades fuera de los esquemas psicoanalíticos clásicos. Partiendo de la noción de “psicoterapia institucional”, el “esquizoanálisis” guattariano permite situar los malestares en el espacio social y liberar el deseo reprimido.
Máquinas de cine y cuidados se centra en la imagen en movimiento con diversas obras que, frente al modelo de producción del cine comercial -orientado a difundir representaciones hegemónicas- emplean recursos del cine de masas como un medio eficaz de expresión y de lucha al servicio de las minorías, una práctica que suscitó el interés de Guattari.
La exposición se abre con dos primeros espacios donde se ponen en diálogo varias obras que parecen representar máquinas o que evocan de alguna manera imaginarios mecánicos. Es el caso Tropical Space Proyectos, unos particulares croquis del salvadoreño Simón Vega. A modo de parodia sobre la carrera espacial como la última forma de colonialismo, estos diseños condensan una crítica de la brecha tecnológica entre primer y tercer mundo.
A continuación, el visitante puede contemplar la escultura Rádio Voz da Liberdade de Ângela Ferreira, quien rescata una historia olvidada de solidaridad entre la población argelina recién independizada de Francia y la de Portugal, sometida al régimen de Oliveira Salazar. Desde 1962, la RTA argelina colaboró con la radio clandestina lusa para difundir mensajes que desembocaron en la Revolución de los Claveles de 1974. Se trata de un ejemplo de apoyo a las luchas de liberación europeas desde África, y no al revés.
La siguiente sala está ocupada por una instalación realizada por el artista beninés Georges Adéagbo y lleva por título ¡La Révolution et les révolutions..!. El bricolaje yuxtapone objetos de todo tipo, procedentes de distintas tradiciones, de alta y baja cultura, que dan cuenta tanto de las grandes revoluciones china o cubana como de las pequeñas revoluciones cotidianas.
En una sala contigua a las anteriores, las obras del austriaco Alexander Tuchaček, o el congoleño Sammy Baloji, entre otros artistas, funcionan como máquinas de teatro, pero también como máquinas de guerra. Y es que antes de su sentido técnico y funcionalista, el término “máquina” reunía varios conceptos. En sus orígenes griegos, la máquina se aplicaba sobre todo a los campos de la guerra y del teatro; lo mismo podía referirse a un artefacto bélico que a un artilugio escénico.
Con este trasfondo, Tuchaček recrea en la instalación interactiva Paradise Now – Echos From the Future la práctica experimental del grupo postdramático The Living Theatre que, poco después del mayo francés de 1968, presentó en el festival de Avignon una obra para la que habían preparado un cuadro-mapa con ocho revoluciones contra todo tipo de represiones y cuyo octavo acto debía desarrollarse fuera de la sala. Sin embargo, la tentativa de sacar el teatro fue censurada por la policía. La instalación combina un fragmento de video histórico de The Living Theatre con instrucciones para el visitante, que puede decidir si obedecer o no el guion.
El teatro constituye también el núcleo discursivo en la instalación A Blueprint for Toads and Snakes de Baloji, quien aborda en una escenografía sin personajes la memoria colonial de su país mediante el análisis de los mecanismos extractivistas aplicados en la provincia de Katanga en Congo.
Al descartar la influencia del complejo de Edipo y desvincular al sujeto del ámbito familiar -propio de la corriente psicoanalítica-, el esquizoanálisis que propuso Guattari permitió situar los malestares contemporáneos en el espacio social. En esta línea, la segunda parte de la exposición muestra obras que exploran la alteración de los estados de la conciencia, rituales animistas minoritarios, modos de comunicación inéditos o especulaciones sobre futuros de ciencia-ficción.
El caso del artista catalán Albert Porta, conocido como Zush/Evru, resulta de especial interés para explorar las concomitancias de la máquina de guerra con la máquina esquizo. En 1968, durante un ingreso en el Hospital Frenopático de Barcelona, funda Evrugo Mental State, un territorio a la vez real e imaginario que él mismo describe como parodia del concepto de Estado: su principal industria es el armamento irónico; su patrimonio, las ideas. Para este espacio, Zush inventa una bandera, un himno, una moneda, un pasaporte, un mapa, e incluso una lengua. Toda esta parafernalia de iconografía estatal se expone en una vitrina junto a la Casa Buja, un cubo blanco profusamente dibujado en sus caras interiores.
En la misma sala, figuran los dibujos de gran formato de la argentina Florencia Rodríguez Giles pertenecientes a la serie Biodélica, en los cuales parecen estar teniendo lugar múltiples acoplamientos y fusiones en un díptico que presenta un exuberante caos de torsos, piernas, lenguas, aletas, ojos, pelos, garras, máscaras, etc., así como el cómic Esquizoide del gallego Antón Patiño, con varios dibujos de cabezas humanas que se intercalan con distintas escrituras prácticamente indescifrables.
En dos salas se proyecta en tres videos el documental La mayoría marginada. De Basaglia a Brasil de la artista española Dora García, que recoge algunos aspectos del paradigma ético-estético guattariano y los pone en discusión con los planteamientos de la antipsiquiatría de Franco Basaglia. Mediante filmaciones de talleres y entrevistas a integrantes de diversas instituciones, García señala la potencialidad del arte para cuestionar ciertas convenciones sociales.
Tras los videos de García, se muestra la serie de grandes retratos Children Who Have Seen Too Much Too Soon de la artista británica Gee Vaucher, junto a sus videos Angel y Silence y su libro Lost, que compila miles y miles de dibujos anónimos de figuras de palo, que representan otras tantas víctimas de la Primera Guerra Mundial.
En la primera de las salas de esta última parte de la exposición, el público puede ver la videoinstalación Polígono de sustentación, del cineasta francés François Pain, compañero de Guattari durante décadas. Las entrevistas a Francesc Tosquelles, Jean Oury y Félix Guattari sirven de hilo conductor para problematizar asuntos como el posicionamiento político de la psicoterapia institucional, el impacto de la violencia contemporánea sobre las formas de subjetividad o, entre otros, la autogestión de los clubes sociales en las clínicas.
Otro proyecto que puede contemplarse es el desarrollado por el colectivo leonés La rara troupe, un grupo de creación en torno a la salud mental. los miembros del grupo recogieron secuencias de videos que habían grabado duramente el aislamiento de la pandemia del Covid y compusieron Rodando el límite: autogestión y disparate (2020), el mosaico que se muestra y que confirma que el cine puede convertirse en un instrumento de comunicación y cohesión social.
Del cineasta y activista camerunés Jean-Pierre Bekolo -que sugirió la idea de un “cine que cura”, basado en la atención y los cuidados y que incita a los sujetos a contar sus propias historias con el fin de promover un nuevo arte de vivir en sociedad y enfatizar la reciprocidad entre cineastas y espectadores- se exhibe su video-instalación Healing Festival. Cinema and Traumas.
Tras la instalación de Bekolo, y en alusión a la noción de Capitalismo Mundial Integrado adoptada por Guattari, se presenta la obra The Last Painting, nueva producción del compositor y director musical alemán Heiner Goebbels. En un escenario de ambientación industrial, un grupo de performers arrastra las reliquias de cuatrocientos años de historia europea fuera de los almacenes del pasado.
En Undesirable Aliens, el artista vasco Juan Pérez Agirregoikoa analiza el capitalismo a través de tres vídeos que muestran personajes que portan máscaras grotescas gigantes, como cabezudos. Dos de ellos están protagonizados por intelectuales que exponen sus respectivas teorías en relación al capitalismo, como es el caso de Milagro, milagro por Milton Friedman.
La exposición también ocupa otros dos espacios del Museo Reina Sofía: Espacio 1 y Protocolo, ambas en la misma planta del edificio Sabatini. En el primero, se muestra la película Frente a Guernica de los cineastas italianos Yervant Gianikian y Angela Ricci Lucchi y el segundo alberga una instalación producida específicamente para este proyecto de la artista gallega Loreto Martínez Troncoso, que propone un espacio de escucha donde el sonido, en sintonía con los movimientos de los visitantes, deviene ruido.
Datos de interés:
Maquinaciones
Fechas: 21 de junio de 2023-28 de agosto de 2023
Lugar: Museo Reina Sofía. Edificio Sabatini, 1ª planta, Espacio 1 y Sala de Protocolo. (Madrid)
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