Carlos Casas. Cemetery, 2019. La cámara de la naturaleza reúne películas recientes de diferentes géneros y países realizadas por nombres consagrados y artistas emergentes

Carlos Casas. Cemetery, 2019. La cámara de la naturaleza reúne películas recientes de diferentes géneros y países realizadas por nombres consagrados y artistas emergentes

Mañana jueves arranca La cámara de la naturaleza, un ciclo de cine organizado por el Museo y comisariado por James Lattimer, que reúne películas recientes de diferentes géneros —ficción, documental, ensayo y cine experimental— procedentes de diversos países del mundo y que ponen su mirada en la relación entre lo humano y la naturaleza.

Los ocho programas de este ciclo combinan cortometrajes, mediometrajes y largometrajes de artistas emergentes y nombres consagrados, algunos de los cuales han dedicado toda su carrera a examinar cómo nos relacionamos con el mundo natural. Las obras exploran una gran variedad de cuestiones desde nuevas perspectivas no antropomórficas, desdibujando así las fronteras establecidas entre naturaleza y cultura, y demostrando la asombrosa versatilidad del cine a la hora de retratar el mundo natural que nos rodea cuando lo animal, lo mineral y lo vegetal cobran protagonismo. Escuchar a la naturaleza resulta necesario para comprender la magnitud de nuestro impacto en el planeta, y el cine es un medio perfecto para hacerlo.

Así pues, en las películas de este ciclo, es posible oír el zumbido de los insectos revoloteando sobre una cama por la noche, los barritos de un elefante al cruzar la selva, el murmullo incesante de un arroyo o el viento que sopla en islas deshabitadas; sumergirse en todos estos espacios sin salir de la sala de cine. Se puede observar cómo un gran felino y un caimán se pasean por un apartamento, divisar especies extinguidas o ver el mundo como lo hacen los animales cuando ellos mismos se adueñan de la cámara.

Es posible estremecerse ante plantas que se abren paso a través del hormigón o se extienden por nuestra carne haciéndonos llegar a estados de contemplación extasiada y a la vez comprender en qué medida su supervivencia depende de la tecnología humana. Se puede sentir el estremecimiento y el temblor de la tierra a nuestro alrededor, deambular por los paisajes generados por nuestras acciones e imaginar una época en la que las rocas sean lo único que quede.

Del 5 al 28 de octubre