El Palau Martorell presenta la exposición Chagall. El color de los sueños que podrá visitarse en su sede ubicada en la calle Ample 1, en el corazón de Barcelona, del 31 de octubre al 24 de marzo de 2024.
La muestra, comisariada por Lola Durán Úcar, cuenta con una cuidada selección de más de 150 obras, al menos 25 de ellas nunca vistas en España, que recorren a través de 7 secciones los grandes temas que inspiraron al artista: Orígenes, Mundo Sagrado, Éxodo, Color, París, Fábulas y Amor.
El Palau Martorell se posiciona con esta exposición como uno de los centros de arte más notables de la ciudad, con una cuidada programación dedicada a grandes artistas.
Marc Chagall (Vitebsk, Rusia, 1887-Saint Paul de Vence, Francia, 1985) es un artista inclasificable, creador de un estilo propio, que construye a lo largo de su vida un universo personal a través de sus pinturas en las que destacan sus colores intensos que dan vida a la escenografía y a los personajes, reales o imaginarios, que habitan sus obras.
De joven se instaló en París, donde permaneció la mayor parte de su vida, y estuvo en contacto con las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. Sus creaciones están influidas por el cubismo, el fauvismo, el surrealismo y el orfismo, pero sus ansias de independencia y libertad lo mantuvieron al margen de adscribirse a estos movimientos.
Chagall. El color de los sueños plantea un recorrido por cincuenta años de trabajo, dividido en 7 secciones que presentan los principales temas que inspiraron su creación y su vida.
I. ORÍGENES
Para poder entender la obra de Marc Chagall es fundamental conocer sus orígenes que se remontan a su nacimiento el 7 de julio de 1887 en la pequeña localidad de Vitebsk, en lo que entonces era el Imperio Ruso.
Esta ciudad, mitad judía y mitad rusa, ubicada en la frontera entre Rusia y Bielorrusia, tuvo una influencia determinante en la infancia de Chagall. El ambiente y las costumbres de Vitebsk dejaron en él recuerdos e influencias culturales profundamente arraigadas.
Este período de su vida estuvo marcado por la vida familiar, las oraciones, las visitas a la sinagoga, la asistencia a la escuela, los juegos infantiles, los sueños, el yiddish…; vivencias de una infancia que impulsó su profundo interés por la naturaleza, la vida cotidiana, las leyendas populares y las creencias judías.
A pesar de que el artista pasó la mayor parte de su larga vida lejos de su ciudad natal, sus recuerdos de niñez y su amada Vitebsk, así como las tradiciones rusas, son un elemento constante en su obra a lo largo de toda su trayectoria.
Como apuntaba el propio artista: “El título de “Un pintor ruso” significa más para mí que cualquier fama internacional… en mis cuadros no hay un centímetro libre de nostalgia por mi tierra natal“.
II. MUNDO SAGRADO
Marc Chagall era judío y su infancia se vio profundamente afectada por el antisemitismo del Imperio Ruso. Fue testigo de la persecución y el exilio de sus compatriotas por sus creencias religiosas, y en lo más profundo de su alma existía una inmensa tristeza por el sufrimiento de su pueblo.
En 1931 realiza un recorrido por Egipto, Siria y Palestina. La peregrinación a Tierra Santa supone la visita de los lugares que fueron escenario de la historia del pueblo elegido: Haifa, Tel Aviv y Jerusalén. La experiencia supuso para el artista una vuelta a la tradición del judaísmo, al tiempo que una profunda reflexión sobre su identidad y una comunión con la naturaleza.
En esta sección se muestran varias obras en las que se aprecia ese fuerte impacto emocional que tuvo el viaje en el espíritu de Chagall. Sus creaciones sobre la Biblia reflejan su fe, su vitalidad, la intensa luz palestina que le ilumina y la fuerza espiritual recibida.
III. ÉXODO
La existencia de Marc Chagall estuvo marcada por la guerra y el desarraigo. El artista representó el éxodo bíblico como una alegoría de la persecución a la que se vieron sometidos los judíos con la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial; amenaza que obligó al artista a huir de París a un exilio forzado en los Estados Unidos.
Chagall, a través de veinticuatro escenas y de una manera muy personal, interpretó la gesta del pueblo judío, que, con la ayuda de su Dios, y guiado por Moisés, escapó de la esclavitud a la que estaba sometido en Egipto, para llegar finalmente a la Tierra Prometida.
Un buen número de los aguafuertes de esta serie, que se pueden ver en la exposición, reproducen o están directamente inspirados en los gouaches que Chagall realizó sobre el Éxodo en 1931.
En esta serie de litografías, Chagall se manifestó una vez más como un maestro de la composición y del color.
IV. COLOR
Chagall es reconocido como el gran maestro del color y por ello una de las secciones de la exposición tiene por objeto explorar este ámbito del artista.
Chagall desarrolló un mundo de rico simbolismo, de colores brillantes con matices imposibles. Colores saturados y vibrantes, tonos luminosos e intensos, que definen su obra y contribuyen a crear su universo onírico. El artista comprende la esencia del color, con el que transmite sensaciones y emociones, modificando la realidad a través de su paleta.
En su juventud parisina estableció relaciones muy estrechas con los poetas más innovadores de las vanguardias. Ellos comprendían el mundo mágico y metafórico de sus pinturas y le apoyaban en sus proyectos.
Como se puede ver en la exposición, el colorido ambiente del circo cautivó a Chagall desde su infancia. Los payasos y acróbatas traen a su memoria los días de feria en Vitebsk, cuando entre música y malabarismos soñaba con una vida bohemia.
Chagall crea un lenguaje propio, luminoso, profundo, con el que transmite que un mundo diferente es posible; en el fondo, un mensaje de esperanza.
V. PARÍS
En 1910 Chagall viaja por primera vez a París y se instala en un estudio en el barrio de Montparnasse. El artista se sentía atraído por la capital francesa, que se había convertido en el centro del mundo del arte.
París era el foco de las vanguardias artísticas, donde confluían artistas fascinados por el ambiente bohemio, los cafés cosmopolitas, las posibilidades de formarse en las academias y museos, y, sobre todo, la existencia de los Salones que brindaban la oportunidad de exhibir sus creaciones.
París es la ciudad que le acoge cuando se ve obligado a abandonar definitivamente Rusia en los años veinte; y también será el hogar que soñará durante su exilio americano, a causa de la ocupación nazi. A su vuelta de Estados Unidos, París le recibirá con los brazos abiertos, y le dedicará una gran exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno, en el año 1947.
La ciudad que tantas veces le dio la bienvenida y lo acogió, se convierte en una de sus principales fuentes de inspiración. En 1954, Chagall realiza una serie de litografías para la revista Derrière le miroir, que son una auténtica declaración de amor a París. A través de coloridas imágenes representó sus elementos arquitectónicos más icónicos como la Torre Eiffel, el Panteón, Notre Dame… entre los que flotan sus personajes fantásticos. Varias de estas obras pueden verse en la exposición.
Con sus creaciones Chagall rindió homenaje a París que “iluminó mi mundo sombrío, como si del sol se tratase”.
VI. FÁBULAS
Una de las secciones más importantes de la exposición, con casi un centenar de obras, es la dedicada a las Fábulas de La Fontaine.
En 1927 el marchante de arte y editor Ambroise Vollard encargó a Chagall la ilustración de las Fábulas de La Fontaine, que fueron editadas años más tarde por Tériade, en 1952.
La Fontaine, escritor francés del siglo XVII, es apreciado como uno de los más destacados representantes dentro de este género y sus Fábulas son consideradas una obra maestra de la literatura francesa con relatos inolvidables como ‘La cigarra y la hormiga’ o ‘El zorro y las uvas’.
Cuando Chagall ilustró estas narraciones moralizantes se sentía cercano a la tradición rusa, a los iconos y a los lubki, estampas coloridas pertenecientes a la cultura popular rusa que aparecían acompañadas de un texto sencillo y que se utilizaban tradicionalmente para instruir a las personas con escasa formación.
Una de las razones que hacía especial este encargo era la fascinación que Chagall sentía por los animales. El artista había crecido en un pueblo y los animales formaban parte de su infancia y de su vida. Terneras, vacas, cerdos, ranas, zorros, gallos, hormigas… crean un imaginario mágico que refleja de forma impecable la fantasía y la ironía del escritor.
La Fontaine y Chagall, a pesar de pertenecer a épocas diferentes, tenían aspectos en común: el gusto por las tradiciones populares, la reflexión sobre el comportamiento humano y una desbordada imaginación. En este libro ilustrado, se crea, así, una profunda simbiosis entre la idea, el texto y la imagen.
VII. EL AMOR
En el verano de 1915 Marc Chagall se casó con Bella Rosenfeld. En su autobiografía Mi vida, el artista relató de forma poética las sensaciones que su amada le provocaba: “Yo solo abría la ventana de mi habitación y el aire azul, el amor y las flores entraban con ella”.
Bella fue la compañera y musa de Chagall hasta su prematura muerte en 1944, y aparece en multitud de los cuadros que el artista pintó durante toda su vida, algunos de ellos están presentes en la exposición.
Bella y Chagall sentían el amor como una fuerza poderosa que les ayudaba a hacer frente a los obstáculos de la vida. La intensidad de su unión les eleva por encima de la vida cotidiana. La ausencia de gravedad, ese dulce flotar por el azul brillante, es la transcripción visual de la exaltación del amor.
Y junto al amor, los ramos de flores aparecen coloridos y armoniosos en las obras de arte de Chagall. Multitud de flores estallan en color: violetas, rosas, peonías…, llenas de vida, de sueños y de esperanza. Y siempre acompañadas de una pareja de enamorados, como símbolo del paraíso.
Como evocaba el artista: «Bella me dio la primera flor… Podrías preguntarte durante horas qué significan las flores, pero para mí, son la vida misma, en todo su feliz brillo. No podríamos prescindir de las flores».