El Museo Reina Sofía cierra el año dedicado al 50º aniversario de la muerte de Picasso con una exposición centrada en 1906 en el que el artista modula un cambio de lenguaje, una transformación que dará paso a la modernidad.

Los Reyes de España inaugurarán este martes, 14 de noviembre, la exposición «Picasso 1906. La gran transformación» que estará abierta al público a partir del miércoles 15 de noviembre hasta el 4 de marzo de 2024.

En la exposición se muestra a un joven artista que con apenas 25 años, en 1906, es ya maduro en sus criterios estéticos. Dejando atrás la bohemia y el pesimismo, se muestra vital y expansivo, incluso sensual; se acerca a planteamientos libertarios y anhela la refundación de la experiencia artística. Con el apoyo de marchantes y coleccionistas, y relacionado con un potente grupo de creadores coetáneos, vive entregado al sentido «procesual» de su obra, busca «lo primordial» y desarrolla su trabajo en tres registros: el cuerpo, la forma y la interculturalidad.

Presentación exposición Picasso 1906. La gran transformación. Museo Reina Sofía. Foto Logopress

La exposición es un viaje de altura visual que contextualiza un periodo durante el cual, la actividad creativa del artista tuvo tres escenarios: París, Gósol –localidad del pirineo leridano– y, de nuevo, París. Por otro lado, señala Manuel Segade, director del Reina Sofía, esta exposición ha resultado ser un buen diagnóstico para conocer la buena relación que existe entre museos importantes con el Reina Sofía, por la cantidad de piezas prestadas, más de 120 obras procedentes de colecciones privadas e importantes instituciones como, entre otros, el MoMA, el MET y el Guggenheim de Nueva York; los museos estadounidenses de Arte de Baltimore, Cleveland, Philadelphia, Boston, Dallas o Chicago; del Museo Picasso, el Louvre y el Pompidou de Paris; y ya en España del Arqueológico Nacional, del Prado y de los museos Picasso de Barcelona y Málaga.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

Picasso se aproxima a la representación de la adolescencia arcádica como símbolo de un nuevo comienzo. El cuerpo pintado asume su propia emancipación. El artista aborda sin ambages el poder de la pulsión escópica en su relación con la intimidad femenina desvelada. Lo vernacular se plantea como mitología del origen. La huella figurativa de Fernande Olivier, su compañera en este momento, es utilizada como soporte para la experimentación de lenguajes plásticos. El artista malagueño es capaz de generar fisonomías genéricas y conducirlas a la cualidad de un sintético ideograma. Al mismo tiempo, redefine el entramado entre fondo y figura, propone un nuevo sentido de la mimesis, y desarrolla conceptos matéricos y táctiles en el modelado de la escultura. Su acelerado ritmo de transformaciones va a culminar en los dos primeros meses de 1907 y, en toda su desbordante actividad, para él, el diálogo con Gertrude Stein fue para él fue crucial.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

Se muestra una parte de la historia de la obra de Picasso que hasta ahora era como un epílogo del período rosa o como un prólogo a la obra Las señoritas de Avignon. Nada más lejos, señala el comisario de la exposición, Eugenio Carmona. 1906 no es un año más en la trayectoria del artista. Es un momento artísticamente significativo -no reconocido hasta hoy como tal- en el que las experimentaciones del malagueño abren su obra hacia otros lenguajes.

Será el momento de la transformación, según señala el comisario de la exposición en el Museo Reina Sofía, Eugenio Carmona, rehace la pintura en sí, crea el espacio en el propio cuadro, muestra la homosexualidad, fondo y figura se diluyen. Se plantea un perfil perdido entre la investigación dentro y fuera del cuerpo. Como indica en el catálogo que acompaña la exposición el comisario Eugenio Carmona, se trata de “la primera aportación de Picasso a la noción plena de arte moderno”.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

El cuerpo es el epicentro y punto de partida de una transformación en la creación del artista. Lugar de encuentro entre pasado y presente, su interés por toda manifestación artística y su fascinación por la complejidad que descubre en el arte ibérico, el mundo del arte antiguo con el uso de referentes culturales primigenios, «primitivistas» e incluso no europeos. Pintores como El Greco, Corot y Cézanne, el Arte negre, todo era para Picasso un motivo de investigación para descubrir en sus pinturas un nuevo erotismo que estaba presente en todas sus manifestaciones creativas.

Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía y Eugenio Carmona, comisario de Picasso 1906. Foto Logopress

Los desnudos en Picasso
El recorrido de la muestra comienza con una sala dedicada al cuerpo. El desnudo estuvo presente en la obra de Picasso desde el principio. De hecho, ya había realizado 580 piezas con esta temática entre 1890 y 1906. Pero en 1906 se produce un importante cambio. Compuso unos 450 desnudos femeninos y masculino y si antes lo hacía en papel, cartón, acuarelas y guaches, en este año se concentra en el papel y salta a las obras de gran formato en óleo.

Antes de 1906 Picasso había prestado atención al desnudo desde la perspectiva de la tradición artística heredada. Sin embargo, será en 1906 cuando emerja en su práctica la idea de «cuerpo en representación», un concepto que le servirá para erigir su propia poética en la relación entre cuerpo y cultura.

Pero en esta primera sala, el público puede contemplar obras previas al periodo de referencia y comprobar que las especulaciones formales con el cuerpo y las escenas eróticas empezaron a aparecer hacia 1899.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

También podrán ver cómo, ya entrado en siglo XX, la obra de Picasso es más explícita en cuanto a la sexualidad de los cuerpos, comenzando a pintar autorretratos suyos desnudo o escenas cotidianas de intimidad femenina que adoptan el cuerpo de arlequines y saltimbanquis

Un ejemplo de todo ello es Desnudo sentado (1905), que resume el recorrido por el desnudo y el cuerpo del joven Picasso anterior a 1906 y donde se aprecia que el artista inicia el diálogo entre fondo y figura, haciendo del non finito un valor de enorme plasticidad. Por su parte, los 15 grabados Suite de los saltimbanquis, realizados entre 1904 y principios de 1906, muestran la visión del cuerpo femenino en la intimidad, parejas de púberes o la relación entre jóvenes y caballos, motivos que serán recurrentes en la iconografía picassiana a partir de ahora.

A continuación, en una segunda sala, el espectador se encuentra con desnudos de niños y adolescentes, ya sea en la naturaleza o en escenas de interior, que van anunciando la transformación que se avecina. Es el caso, por ejemplo, de Los dos hermanos o Los adolescentes, ambas de 1906. En estas obras, a la vez que se percibe un diálogo con Cézanne y El Greco -artistas presentes en este espacio con una litografía y un óleo- se atisba el interés de Picasso por lo «primitivo» y «arcaico» así como por la fotografía homoerótica y «etnográfica» de la época, que queda ilustrado con dos esculturas romanas de efebos y algunas fotos etnográficas que el público puede ver en una vitrina.

Se trata en definitiva de trabajos donde el artista erotizó los cuerpos masculinos, moldeando los femeninos con una soltura que desdibuja lo convencionalmente «masculino» y «femenino». Esta fluidez entre géneros se debe a la utilización por parte de Picasso de modelos femeninos de la historia de la pintura para la formalización de cuerpos masculinos.

En otra obra, Mujer peinándose (1906), Picasso, además de anticipar el expresionismo abstracto en la parte interior del cuadro, la figura mezcla las referencias a la mitología y a Venus con el rostro máscara relacionado con lo primitivo.

Más adelante, junto El baño de Diana (La Fuente) (1869-70) de Jean-Baptiste-Camille Corot, se muestran obras donde las figuras de mujeres jóvenes de Picasso aluden nuevamente a diosas y figuras mitológicas de la Antigüedad tratando de fusionar lo cotidiano y lo divino. Y es que se sabe que Picasso poseyó alguna obra de Corot, quien asoció a la diosa Venus con la imagen de una mujer de su tiempo, algo que recuperó el malagueño en su trabajo.

Una pieza interesante ubicada en este mismo espacio es El harén (1906), realizada ya por Picasso en Gósol. Se trata de una obra que puede prestarse a ciertos presupuestos críticos debido tanto a su título -atribuido al crítico de arte Christian Zervos- o a que algunos entendidos han considerado que está inspirada en El baño turco (1862) de Dominique Ingres y a que se le ha dado la condición de precedente de Las señoritas de Avignon. Sin embargo, lo único que hace Picasso es asimilar el dibujo en arabesco de Ingres y el lenguaje plástico empleado es completamente distinto al de las Señoritas. Se trata en todo caso de un óleo cuyos motivos tienen pocos paralelismos en la pintura europea del momento.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

Lo vernacular y el icono Fernande
La cuarta sala del recorrido está dedicada enteramente a obras realizadas en Gósol – donde residió Picasso entre finales de mayo y mediados de agosto de1906- en las que el artista añade el componente vernáculo del lugar con la inclusión de aldeanas y aldeanos pirenaicos que irradian sosiego, como ocurre con La mujer de los panes.

Pese a ser pinturas de temática campesina que tienden a ser narrativas, Picasso ya está sondeando en ellas nuevos valores plásticos. Algunos de sus paisajes sugieren, por ejemplo, un temprano acercamiento a las formas cúbicas y determinadas figuras de aldeanas resultan de una combinación de formas entre figurativas y abstractas. Picasso ensaya la representación del rostro como máscara, un indicador revelador del interés del artista por lo «primitivo» y de la influencia que tendrán en la obra de Picasso las sugerencias morfológicas del románico catalán. Todo ello resonará en su trabajo posterior en París.

La quinta zona de la exposición está dedicada a un icono tipo de desnudo femenino que Picasso desarrolló en 1906 y que la crítica ha identificado con «Fernande», su compañera desde agosto de 1904 hasta 1912. La relación entre ella y Picasso fue compleja, ya que, a pesar de sus convicciones libertarias, el artista siguió aferrado a esquemas heteropatriarcales.

Fernande Olivier, cuyo verdadero nombre era Amelie Lang, impartía clases de francés a los amigos americanos de la pareja. Se llevaba muy bien con Max Jacob, Apollinaire y Gertrude Stein, especialmente con esta última.

El artista consideraba la fisonomía de Fernande un significante sobre el que elaborar distintos significados que le permitían trabajar con diversos lenguajes plásticos y personajes. Por ejemplo, Picasso relacionó a Fernande con la vernacularidad de Gósol, pintándola como campesina en Fernande con pañuelo y también incorporó en su rostro la máscara. En las esculturas inspiradas en ella experimentó con la desmaterialización de la forma y con el empleo del volumen nítido simplificado, abriendo paso a las primeras esculturas plenamente «primitivistas».

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

Apropiación de lo primitivo
En el siguiente espacio el espectador puede apreciar cómo en el Picasso de 1906, la síntesis de lo «primitivo» llevó al artista a la plasmación de fisonomías inesperadas y misteriosas. Es el caso de Busto de mujer joven, cuya fisonomía resulta enigmática y donde el artista recurre a la “apropiación” del arte egipcio y del arte etrusco.

El tratamiento es deliberadamente tosco –o primario– y el non finito se ha sustituido por grafías que dan sensación de inacabado. Todo ello dota de un aspecto «primitivo» tanto al conjunto de la obra como a la figura, en cuyo pelo se adivinan huellas de la forma de representar a Venus en algunas esculturas griegas en barro cocido que persistieron en la cultura romana. Algunas partes de su rostro están tomadas del arte ibérico y la protuberancia de los ojos rememora el arte egipcio, como puede comprobarse en una máscara de madera ubicada en esta sala. A su vez, el busto muestra concomitancias con representaciones masculinas del arte etrusco funerario.

Mujer desnuda, tres cuartos de espalda (1907) es otra obra que recoge lo elaborado en 1906 y en la que persisten las referencias al arte ibérico, al «primitivismo» y a la fotografía etnográfica. Pero, además, abriendo un camino hacia el arte moderno distinto al de Las señoritas de Avignon, esta obra incorpora lo figurativo y lo abstracto, algo que caracterizará la obra cubista posterior de Picasso.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

La gran transformación
El recorrido de la exposición se detiene en una nueva sala donde el visitante puede observar Desnudo con manos juntas, una obra comenzada por Picasso en Gósol y probablemente acabada en París que marca el inicio más explícito de una nueva vía hacia el arte moderno.

Dicha obra cataliza el gran giro picassiano de distintas maneras. En primer lugar, Picasso prima la poética del cuerpo. En la compenetración de fondo y figura anticipa el cubismo. Se acentúa la noción del cuerpo como forma, y se hace patente la lectura de Paul Cézanne como un referente de la concatenación picassiana de morfologías geométricas que estructuran la figura en un círculo, una elipse y un ovoide. El espacio vacío transmite sensación de plenitud. Aquí está el verdadero punto de partida hacia el cubismo.

En segundo lugar, al situar su propuesta más allá de localizaciones espaciales y temporales, el artista opta nuevamente por la interculturalidad y la relación con lo primigenio, con reminiscencias de la cerámica griega y el arte romano, las damas oferentes del arte ibérico, y de las máscaras fang, cuya condensación y abstracción de rasgos es similar a la del rostro de Desnudo con manos juntas.

En esta misma sala también se puede ver Retrato de Gertrude Stein, un personaje de notoria y mutua influencia en Picasso que nunca se desprendió de Desnudo con manos juntas y que siempre tuvo la pintura a la vista en sus residencias. El retrato en cuestión ha sido objeto de análisis y fuente de relatos míticos.

Museo Reina Sofía. Exposición Picasso 1906. Foto Logopress

A parte del elevado número de sesiones que supuso la elaboración de la obra, Picasso comenzó el retrato en la primavera de 1906 y lo dejó inacabado antes de partir a Gósol para retomarlo en París. Cuando regresa a la capital francesa, una variación en el cuadro marcaría un salto cualitativo en la historia del arte: la inscripción de un rostro-máscara. El Retrato de Gertrude Stein aúna en una misma superficie pictórica dos registros «estilísticos» distintos.

Uno -con matices- está cercano al lenguaje de la convencional pintura «fin de siglo», mientras que el otro es decididamente «primitivista». Esta hibridación es un aspecto crucial en la gestación del arte moderno pues anticipa conceptualmente la ruptura con la «unidad» del cuadro en la tradición de las bellas artes, ruptura que culminaría posteriormente en algunas obras de la modernidad que incorporaron el lenguaje y el collage.

Ya al final de la exposición se muestran otras obras, como Mujeres acicalándose (1956), que reflejan que un elemento singular de la obra de Picasso es su peculiar noción del tiempo y la memoria. En todo lo trabajado por el artista existe siempre una pervivencia, un resumen y reinterpretación a posteriori de soluciones plásticas y visuales.

Esta sala culmina el recorrido por Picasso 1906 subrayando la capacidad del artista para la pervivencia de sus propias fórmulas. Siempre entre la permanencia y el cambio, Picasso hizo de la pervivencia en el tiempo un modo de entender la creación y la Historia del Arte.

Datos de interés:
Picasso 1906. La gran transformación
Museo Reina Sofía. Edificio Sabatini, 2ª planta
Fechas: 15 de noviembre de 2023 al 4 de marzo de 2024
Organizado: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en colaboración con el Musée Picasso Paris.

Redacción

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