Con motivo del centenario del nacimiento de Antoni Tàpies (1923-2012), el Museo Reina Sofía y la Fundació Antoni Tàpies han organizado, con la colaboración de la Comunidad de Madrid, la muestra Antoni Tàpies. La práctica del arte. Se trata de la mayor retrospectiva celebrada hasta hoy del artista y toma su título de la primera compilación de sus escritos, publicada en 1970. Esta es una de las exposiciones de transición entre la dirección actual de Manuel Segade y la antigua de Manuel Borja-Villel que deja con esta muestra parte de su legado.
Borja-Villel nos comentaba, mientras contemplábamos esta exposición apabullante, que uno siempre se lleva, y al tiempo deja algo, cuando se abandona una institución tan importante como el Museo Reina Sofía. Y ya casi en tono de confidencia hacía hincapié en lo tranquila que está Cataluña, en donde ahora está el foco de su actividad profesional, comparada con la crispación de Madrid. Al tiempo, Manuel Segade acompañaba en su visita a las autoridades de la Comunidad de Madrid y no ocultaba su satisfacción por el impacto que tendrá esta exposición en las visitas al Reina Sofía ya que sin duda será la más importante de la temporada.
La concentración de cerca de 220 obras procedentes de museos y colecciones de todo el mundo, la colaboración de la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona y los préstamos de la familia del artista permiten al espectador obtener una formidable visión de la dilatada carrera artística de Tàpies -desarrollada entre 1943 y 2012-, en la que experimentó con las propiedades expresivas de la materia y del lenguaje sin dejar de reflexionar en ningún momento sobre la pintura y la representación.
La exposición transita por toda su trayectoria, partiendo de unos inicios marcados por la herencia de las vanguardias históricas y su vinculación con el grupo artístico Dau al Set. Los primeros años de la década de 1950 evidencian el paso hacia una prolongada experimentación con la materia que hace despegar la carrera del artista en el ámbito internacional. Durante los años sesenta Tàpies lleva a cabo una serie de tentativas objetuales al tiempo que en su trabajo se hace más explícito su compromiso político antifranquista.
La llegada de la democracia a España, y con ella de una nueva realidad cultural, coincide con nuevas investigaciones matéricas, la incorporación del barniz y un interés creciente en la espiritualidad oriental. Su trabajo es entonces más depurado, alcanzando cotas de gran lirismo. Un sentimiento de nostalgia invade la obra de Tàpies en sus dos últimas décadas. Consciente de su avanzada edad, la temática de la muerte y de la enfermedad llega a dominarlo todo.
Asociado a la abstracción y al informalismo de posguerra por sus rasgos expresionistas, Tàpies se consideraba un pintor realista más que abstracto y su empleo inconfundible de la materia para crear formas y objetos le otorgan una identidad propia. Tremendamente prolífico, el trabajo de Tàpies se asemeja a un compendio en permanente construcción. El artista, en lugar de concebir sus obras de forma aislada, las relacionaba con otras anteriores y posteriores, una práctica que resulta crucial en su arte, siendo esta “conformación de entornos” una inspiración a la hora de seleccionar y mostrar las obras en esta exposición, algunas de ellas reunidas para la ocasión tras varias décadas.
Como indica el comisario Manuel Borja-Villel en el catálogo de la muestra, para Tapies el tiempo “era espiral. Hay mutaciones y cambios en su obra y desde las materias de los años cincuenta a los barnices de los ochenta hay una evolución. Pero esta no se fundamenta en una progresión, en un quemar etapas, en un desarrollo lineal, sino en las superposiciones, repeticiones y ritornelos.”
Primeros años
El recorrido de la exposición se abre con una serie de obras realizadas en sus años iniciales como artista. De formación autodidacta, con apenas 18 años, sufrió una grave enfermedad pulmonar que le mantuvo convaleciente entre 1942 y 1943, período que aprovechó para copiar dibujos y pinturas de artistas como Van Gogh y Picasso.
Bajo la influencia de Matisse o el mismo Picasso, comenzó a realizar autorretratos, que ya presagian el carácter introspectivo que caracterizará a su obra a partir de entonces. En esta primera etapa, en la que se percibe igualmente una influencia notable de Joan Miró, Max Ernst o Paul Klee, se perfilaron algunas de las temáticas y técnicas que vertebran su lenguaje plástico, tales como símbolos (la cruz, por ejemplo) y caligrafías autorreferenciales, perforaciones e incisiones, paisajes o la ambigüedad del cuerpo y la sexualidad.
Poco después, en 1948 fundó, junto con figuras como el poeta Joan Brossa, el teórico Arnau Puig y otros pintores como Joan Ponç, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats, el grupo catalán de vanguardia Dau al Set —creado en torno a la revista homónima—, que desempeñó un papel relevante en la renovación artística de la España de posguerra. Durante algo más de tres años, la pintura de Tàpies experimentó un giro iconográfico acentuado por cualidades fantásticas y líricas, de reminiscencias mágicas. El empleo de elementos geométricos y el estudio del color pronto suscitaron en el artista un interés por la materia que se hizo visible en enigmáticas telas con espacios sugerentes y dinámicos.
Becado por el Instituto Francés de Barcelona, entre 1950 y 1951 Tàpies residió en París, donde conoció a Picasso y entró en contacto con las vanguardias internacionales. Allí realizó la serie de dibujos Historia natural (1950-1951), una réplica al portafolio de frottages que Max Ernst realizó en 1926 con el mismo título. En comparación con trabajos anteriores, en esta serie, con la que el artista intenta dar respuesta a su deseo de entender el mundo y de reflexionar sobre la condición humana, subyace un carácter político y literario de mayor alcance.
Materias
Como puede apreciarse en las siguientes salas, a partir de 1953 la obra de Tàpies experimenta un punto de inflexión: abandona la figuración anterior y se hace más matérica al alterar la concepción tradicional de la superficie pictórica, incorporando texturas densas similares a las de una pared o tapia, a las que aplica incisiones, marcas, huellas, perforaciones, etc. En este nuevo lenguaje predominan las gamas ocres, grises y marrones. La monocromía caracteriza varias de las obras de este periodo, compensándose la ausencia de color con sutiles contrastes tonales y texturas que enriquecen el campo pictórico.
El proceso que lleva a Tàpies a las pinturas matéricas responde a una suma de factores. Por un lado, el artista ansiaba encontrar su propio lenguaje, ya había experimentado con el azar y su búsqueda estaba orientada ahora en el empleo de nuevos materiales. Por otro lado, el interés por la materia fue generalizado en el arte de posguerra en ambos lados del Atlántico. La toma de conciencia de la bomba atómica y los nuevos descubrimientos científicos influyeron en muchos artistas y Tàpies no se quedó al margen.
Proyección internacional
Tàpies alcanza su madurez artística con las pinturas matéricas siendo aun relativamente joven y la crítica le sitúa pronto en un lugar destacado de la vanguardia nacional e internacional.
Una serie de exposiciones monográficas y colectivas, así como premios, avalan el reconocimiento generalizado hacia su trabajo, que es mostrado en citas de primer orden como la del Carnegie International de 1950 y 1952, las ediciones de la Bienal de Venecia de 1952, 1954, 1956 y 1958, la Bienal de São Paulo de 1957, o la exposición colectiva titulada New Spanish Painting and Sculpture organizada por el MoMA de Nueva York en 1960. Con solo treinta y ocho años, su trabajo es objeto también de una importante antológica organizada en 1962 por el museo Guggenheim de Nueva York. Esta muestra fue muy bien recibida por el público y los medios.
Además, la obra de Tàpies estuvo representada por galerías internacionales de prestigio como Martha Jackson en Nueva York o la Galerie Maeght de París. Este impulso comercial contribuyó a la difusión de su obra, que empezó a formar parte de colecciones públicas y privadas de renombre radicadas en el exterior.
En 1964 es invitado a participar en la histórica documenta III de Kassel, Alemania, donde expone ocho obras fechadas entre 1955 y 1964. Los comisarios de la documenta alentaron a Tàpies al salto de formato con la idea de adaptar la museografía en función de estas para esta cita. Tàpies produce expresamente tres obras de grandes dimensiones reunidas ahora en una sala y que rara vez se han mostrado juntas desde entonces. Se trata de Gran tela gris para Documenta (1964), Ocre para Documenta (1963) y Relieve negro para Documenta (1964) procedentes, respectivamente, de los museos Artium de Vitoria, Louisiana Museum of Modern Art (Dinamarca) y Fondation Beyeler de Basilea (Suiza).
Papeles, cartones, objetos y cuerpos
A continuación, la exposición pone de relieve las obras realizadas por el artista con papel y cartón, trabajos que quizás aún no han recibido la atención que se merecen. Entre ellos destaca la serie de dibujos Teresa (1966), dedicada a su esposa Teresa Barba. El empleo de estos materiales se remonta a su primera etapa y continuará incluso en momentos en los que Tàpies se encontraba más centrado en la pintura. Según el propio artista, su pintura deriva en buena medida del trabajo en papel y cartón. Además, resulta clave para entender que su obra no responde a un desarrollo formal, sino que se articula en torno a la repetición y el fragmento.
A través del dibujo y del grattage, advierte, por ejemplo, que puede emprender una pintura exenta de pincelada, una pintura que se escribe e inscribe en el soporte. Tàpies también hacía uso del papel y del cartón para experimentar con la materia y probar nuevos efectos, Así, la rotura deliberada de ciertas partes, el arrugamiento del soporte o las incisiones son testados metodológicamente, como se aprecia en obras como Papel de embalar (1964) o Morado con ángulos negros (1963).
En las siguientes salas de esta retrospectiva, el público puede contemplar, por ejemplo, Materia en forma de pie (1965) o Huevera y periódico (1970), obras que ilustran cómo el artista, desde los 60, le da una vuelta de tuerca a su producción a través de la representación e incorporación de elementos de la realidad exterior, que confieren un marcado carácter objetual a las obras de este período. La acción de agregar objetos reconocibles, a menudo usados y banales, entraña una aproximación a lo real y concreto que denota un paso más allá en términos de la representación. También dan cuenta de cómo la cuestión del cuerpo humano cobra una importancia creciente en la obra de estos momentos.
El Tàpies político
A medida que su reputación se va consolidando en el panorama internacional, el compromiso político de Tàpies frente al franquismo se va haciendo más explícito. En 1959 el artista hace pública su negativa a participar en exposiciones organizadas por el régimen y en 1962 emprende acciones legales en defensa de su derecho a decidir sobre la difusión de su propia obra. La sentencia de un juicio celebrado en Londres fue favorable a su causa y tuvo gran repercusión como gesto político.
Su activismo le llevó incluso a ser arrestado en 1966 por participar en una reunión clandestina de estudiantes e intelectuales en el Convento de los Capuchinos de Sarrià (Barcelona) convocada para debatir sobre la creación del primer sindicato universitario democrático. En 1970, el artista también participó en una asamblea clandestina en el monasterio de Montserrat para protestar por el Proceso de Burgos, en el que un tribunal militar juzgaba a opositores del régimen de Franco.
Los acontecimientos políticos entran a formar parte del catálogo de referencias del artista mediante sugerencias en títulos más o menos explícitos y en las propias obras, como en los casos de A la memoria de Salvador Puig Antich, en recuerdo del joven anarquista ejecutado en 1974, o 7 de noviembre, en referencia a la Assemblea de Catalunya del 7 de noviembre de 1971, primera plataforma de oposición democrática a la dictadura del general Franco que obtendría un apoyo popular masivo.
Cambios conceptuales y formales
A principios de los 80 la pintura de Tàpies experimenta ligeros cambios formales y conceptuales hacia un refinamiento del peso matérico, sin que un elemento tan distintivo como el “muro” deje de estar presente. En ocasiones los formatos ganan tamaño y los trazos se extienden por superficies más amplias. Las obras resultan más sosegadas, sin apenas variaciones en el repertorio reconocible del artista.
En la primera mitad de la década experimentó con una técnica de diálogos austeros de ocres y negros. Sin embargo, los “barnices” de la segunda mitad de los años 80 son los más conocidos, El uso del barniz como base se remonta a las pinturas matéricas en la práctica de Tàpies, pero no será hasta estos momentos cuando este material de tonalidad áurea abre un mundo de posibilidades al artista y adquiere pleno protagonismo.
Tàpies conjuga esta experimentación técnica con su creciente interés por el arte y la cultura oriental, presente en muchas de las obras del período. La pincelada, dejada de lado durante el período matérico, se recupera con ímpetu ahora asociada con la inscripción, la escritura o los ideogramas, como es apreciable en Jeroglíficos (1985), una obra compendio de la iconografía de Tàpies (la cruz, los ojos, la cama, los pies, etc.). Por su parte, Celebración de la miel (1989) alude directamente a los Upanishads hindúes, textos sagrados que el artista estudió en los que la miel se asocia a la materia espiritual de la esencia del universo y sus seres.
Últimos años
Las últimas salas de esta exposición se centran en el trabajo de Antoni Tàpies en las dos últimas décadas de su vida, cuando se va impregnando de cierto sentimiento de melancolía. El artista sigue gozando de gran reconocimiento, pero las continuas referencias en su obra a la muerte, la enfermedad y el dolor son predominantes. Su avanzada edad es una toma de conciencia de la proximidad de la muerte. Además, acontecimientos como la caída del muro de Berlín y la descomposición de la Unión Soviética hacen mella en un ánimo tocado por el fin de las utopías.
A pesar del dolor y la pérdida, el artista no cejó de insistir en ningún momento en la importancia del arte como herramienta de denuncia al servicio de la sociedad y en el compromiso del artista en hacerla valer. Cuando en 1993 inaugura su muestra en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia no deja de pensar que, a pocos kilómetros de los festejos, la antigua Yugoslavia se enzarzaba en una cruenta guerra fratricida. Impactado por la limpieza étnica de esta guerra realiza en 1995 una de las obras más icónicas de sus últimos años, Dukkha. De traducción compleja, Dukkha comporta significados múltiples (la desilusión, el sufrimiento, el vacío, la tensión…) que no escapan a la desazón y al momento vital del artista.
Catálogo
Con motivo de esta retrospectiva, el Museo Reina Sofía va a editar un catálogo ilustrado con un ensayo del comisario Manuel Borja-Villel y textos de otros autores como Pedro de Llano, Carles Guerra y Cathleen Chaffee.
Actividades relacionadas
Todavía Tàpies. Encuentro con Manuel Borja-Villel y recital de poesía. Viernes 15 de abril – 18:00 h
Este encuentro propone un recorrido por los principales temas de la muestra Antoni Tàpies. La práctica del arte, organizada por el Museo y la Fundació Antoni Tàpies con motivo de centenario del nacimiento del artista. Manuel Borja-Villel, comisario de la exposición, lleva a cabo esta visita, que incide en los aspectos que convierten al catalán en un artista clave para el presente. El recorrido culmina con un recital de poesía, seleccionado y leído por Alfonso Alegre y Victoria Pradilla, sobre las relaciones entre Tàpies y la escritura poética.
FECHAS: 21 de febrero de 2024-24 de junio de 2024
LUGAR: Museo Reina Sofía. Edificio Sabatini, 4ª planta. Madrid
ORGANIZACIÓN: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Fundació Antoni Tàpies
COMISARIADO: Manuel Borja-Villel
COORDINACIÓN: Rafael García y Carlos González
ITINERANCIA:Bozar-Palais des Beaux-Arts, Bruselas: (14 septiembre, 2023 – 7 enero, 2024) Fundació Antoni Tàpies, Barcelona: (17 julio, 2024 – 13 enero, 2025)