Murcia celebra su fundación recreando la convivencia de moros y cristianos

El 25 de junio del año 825 el emir Abderramán II fundó la ciudad de Murcia, entonces Medina Mursiya, dando comienzo a un periodo de importante auge económico. Los árabes, que conocían bien las técnicas del agua, aprovecharon el curso del río Segura, próximo a la ciudad, para crear una compleja red de acequias, tuberías, azudes, norias y acueductos que sirvieron para aprovechar los recursos de la fértil huerta del Segura. Se construyó una ciudad amurallada con 90 torres defensivas y 16 puertas de entrada de las que todavía se conservan algunos restos, y a lo largo del siglo XII, Murcia se transforma en un gran centro económico y político, lo que lleva aparejado un aumento de las obras públicas, construyéndose numerosos edificios religiosos y fortalezas.

A diferencia de los enfrentamientos que se daban en otros lugares de la Península Ibérica, la convivencia entre moros y cristianos fue siempre pacífica. Las luchas internas entre diferentes taifas, peleando por conseguir el poder, hace que el Emir de Murcia pida ayuda al Reino de Castilla, y se firme el tratado de Alcatraz por el que el Reino de Murcia se convierte en protectorado de Castilla. Para formalizar el pacto se desplazó a Murcia el entonces Infante Alfonso de Castilla, posterior rey Alfonso X El Sabio. Tras unos años de paz, se produce una revuelta de los mudéjares. Alfonso X pide ayuda a su suegro, el Rey Jaime I de Aragón, que acaba con la sublevación en 1266 y Murcia se anexiona definitivamente a la Corona de Castilla.

Medio Año Festero

1.200 años después de aquella fundación de la ciudad, Murcia sigue celebrando cada mes de septiembre sus Fiestas de Moros y Cristianos, que están reconocidas como Fiestas de Interés Turístico Nacional y aspiran a ser en breve de Interés Internacional. Y para que todo funcione bien y tenga el habitual esplendor, en estos días se inicia el llamado Medio Año Festero con una programación cargada de tradición y celebraciones que, como cada año, reunirá a festeros, autoridades y ciudadanía en torno a la historia, la cultura y la tradición en un programa repleto de momentos emblemáticos que se desarrollan del 6 al 23 de febrero con los actos destacados del nombramiento del Rey Moro, del Infante Alfonso, y la elección de la abanderada y la abanderada infantil.

También se entregan los Premios «Civitas Murcie» que reconocen a los mejores cabos y la mejor escuadra de los bandos moro y cristiano, los mejores acompañamientos musicales y a los mejores grupos. Toda una gran fiesta que anticipa las que se celebran del 8 al 15 de septiembre.

Las fiestas de Moros (mauros los bautizaron los romanos ya que procedían de Mauretania, que era para ellos todo el norte de África) y Cristianos son muy populares en España. Se estima que hay más de 220 pueblos y ciudades que celebran una fiesta de moros y cristianos, especialmente en la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, pero también hay alguna en Cataluña, Castilla-La Mancha e incluso en Baleares y Canarias. Varias de ellas son Fiestas de Interés Turístico Internacional y la siguiente que quiere conseguirlo es la de la ciudad de Murcia, una de las más antiguas, cuyos orígenes se remontan al siglo XV.

Méritos no le faltan, sobre todo porque los participantes, en realidad toda la ciudad, no reviven el enfrentamiento, sino que se centran en el carácter de fiesta y así el protagonismo es de la alegría, la convivencia, el esfuerzo común… las ganas de divertirse. Por eso es frecuente encontrar mudéjares y templarios, seguidores de Ibn Arabí y del Infante Don Juan Manuel, caballeros de la Orden de Santiago o de San Juan de Jerusalén junto a almorávides y almohades, del brazo por la calle o compartiendo mesa, disfrutando de una cerveza fresca o un vino de la tierra con una marinera murciana y huevas o mojama.

Espectaculares desfiles

Cuando sí compiten unos con otros, aunque mezclen sus pasos, es en los desfiles, sobre todo en el más solemne que tiene lugar el sábado al atardecer en la Gran Vía y que dura casi cuatro horas, cuando Kábilas y Mesnadas lucen sus mejores trajes, corazas y armas y acompasan el ritmo de sus cuerpos en un desfile compacto, marcado por apretadas escuadras, tanto de mujeres como de hombres, de sus cabos que lo dirigen cruzando de un lado a otro de la fila luciendo sus armas y saludando al público.

Abayas e hijabs con ricos bordados en hilo de oro adornan los cuerpos femeninos moros, sobrias túnicas en blanco y negro con escasos adornos dorados o rojos en los cuerpos de los hombres cristianos. Pero junto a ellos, desbordantes vestidos multicolores, corazas, cascos, turbantes, espadas y lanzas que, seguramente, poco tienen que ver con la tradición pero sí con la fiesta.

Y de tanto en tanto carrozas de vistosas formas y colores sobre las que saludan las abanderadas, el festero del año, reyes moros e infantes cristianos con sus más elegantes galas y también grupos de caballos y caballistas que hacen extraordinarias piruetas directas e inversas, pasos de costado, reverencias, posadas o los más complicados passage o piaffe. Y entre unos y otros, cientos de músicos formando bandas que con frecuencia han llegado de fuera e interpretando con sus trompetas, clarines y tambores música festera que incluye la marcha mora y la cristiana, pasodobles e incluso alguna atrevida versión de La saeta que levantaría de su tumba a Machado o haría temblar a Joan Manuel Serrat.

Representaciones y mucho ambiente

Pero además de los desfiles, la historia de Murcia se representa los días finales de las fiestas, justo delante de la Catedral, por festeros que hacen de actores un taxista, un informático, una profesora… que recitan en verso, mientras de fondo suenan coros y un delicado instrumento de cuerda que, a primera vista, o primer oído, parece una grabación, pero luego se descubre que es un solo hombre, un virtuoso que parece reproducir toda una orquesta.

Durante los días que dura la fiesta, hay muchos otros actos destacados, pasacalles, charangas, cenas, comidas, queimadas, pregón, presentaciones de abanderadas y reyes, concursos, torneo de ajedrez, homenajes a personajes históricos, procesión del pan, el rapto del cristiano… y otros dos, muy concurridos: ofrenda de flores y presentación de los niños nacidos el año anterior a la Virgen de Arrixaca y el alarde de arcabucería, con truenos de mil demonios.

Y cada día, al caer la noche, moros y cristianos se juntan, una vez más, en el Campamento Medieval, situado junto al Paseo del Malecón, donde cada kábila o mesnada tiene su propio espacio, un lugar de encuentro, diversión y convivencia, con distintas especialidades gastronómicas que compartir hasta la madrugada, con sabrosos platos o en pequeñas miniaturas en forma de tapas o raciones.

La gastronomía murciana se basa en las excelentes frutas, verduras y hortalizas que proporciona su huerta. Con estas materias primas se elaboran guisos y platos típicos como el pisto huertano (con pimiento, cebolla y tomate), el potaje de garbanzos y acelgas o el zarangollo (calabacín, huevo y cebolla), por citar solo unos pocos. Como acompañamiento, se puede elegir entre cualquiera de los vinos murcianos con Denominación de Origen: Bullas, Yecla y Jumilla o sus siempre frescas y generosas cervezas.

Muchas razones para visitar Murcia y para que su Fiesta de Moros y Cristianos sea declarada de Interés Turístico Internacional cuanto antes.

Enrique Sancho

Más información:
https://morosycristianosmurcia.org/
https://www.turismodemurcia.es/es/

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