Tratado sobre la frivolidad en verde y negro
Andrés Merino
Nada más concluir con cansancio una larga noche de baile, agotada pero aún con fuerzas para mantener un precioso rostro expresivo, una joven se deja caer despreocupada sobre el sofá. No cierra los ojos. Sigue pensando, distraída, quizá en el contenido de un cuaderno que sostiene lánguidamente con su mano derecha apoyada en enormes cojines. ¿Son meras anotaciones?, ¿un opúsculo?, ¿un pequeño poemario? Es el Ramón Casas sublime, el pintor que como pocos supo plasmar la psicología femenina en la España del cambio de siglo. Para este lienzo, como ha demostrado Mercedes Palau, tomó como modelo a Madeleine Boisguillaume, a la que el maestro tuvo que conocer durante su estancia en París.
El cuadro, “Joven decadente (Después del baile)” es una de los escogidos para la exposición sobre los fondos artísticos del Monasterio barcelonés de Montserrat que ha organizado el BBVA en sus salas de Madrid. Acabó en su museo procedente de la gran donación de piezas de Josep Sala Ardiz, que al adquirirlo de su primer propietario supo sin duda valorar la sencillez modernista de la composición. La imagen es en realidad una batalla incruenta entre dos colores. El negro del vestido largo produce la doble impresión de una tela almidonada, pero la caída del chal de la bella mujer es casi la propia de una transparente seda al viento. Es casi un tratado pictórico sobre el uso del brillo y del mate, recursos lumínicos idóneos para la pintura de atuendos. Casas niega a quien admire su obra reconocer si el amplio sofá es de terciopelo, porque ha administrado el verde proponiendo pliegues y sombras que compiten enteramente con la propia figura central de la composición. Tan sólo tres puntos de atracción visual intentan sin conseguirlo romper esa tensión verdinegra. Una mano tendida, plácida, que contrasta con la otra que sujeta ese cuaderno de amarillo carnoso, y una cara que perfila el delicado rostro de quien se sabe atractiva y pretende seguir siéndolo eternamente.
La pieza que comentamos es uno de los mejores ejemplos de la maestría de Casas al retratar lo mundano, como tanto gustaba a los modernistas. Detalles como los zapatos con hebilla plateada aún sin quitar o la despreocupación sobre el efecto de los cojines sobre el sombrero y el cabello de la modelo transmiten precisamente esa pincelada suelta con la que buena parte de la burguesía catalana quiso ver adornados salones, teatros y cafés. La Madeleine de Ramón Casas no esperó a desvestirse. Se dejó caer en el diván como se habría dejado caer antes en la sociedad mundana de su tiempo.
“Joven decadente (después del baile)”
Ramón Casas (1899)
Óleo sobre lienzo (46,5 x 56 cm)
Museo del Monasterio de Montserrat (Barcelona)
Exposición “Obras Maestras del Museo de Montserrat. De Caravaggio a Picasso”
Sala de Exposiciones BBVA. Palacio del Marqués de Salamanca.
Madrid, 9 de octubre a 7 de diciembre de 2008.