La Pasión de la Virgen
Andrés Merino
Entre los detalles de la pasión, muerte y resurrección de Cristo que han constituido en la historia del Arte una fuente inagotable de creación estética figura el dolor de María. No es extraño que, de los pasajes recogidos en las Sagradas Escrituras más representados por grandes maestros, el de la piedad ante el cuerpo muerto de su Hijo alcanzase en el Renacimiento y el Manierismo italianos la categoría de género pictórico y escultórico. La exposición que acoge en el Museo Guggenheim de Bilbao una selección de doscientas obras procedentes del Kunsthistorisches Museum de Viena incluye una “Pietà” de gran originalidad compositiva que así lo atestigua. Muy especial, no sólo en técnica y soporte. Se trata de un óleo sobre cobre que formó parte de la colección del Archiduque Leopoldo Guillermo, aquél Gobernador de los Países Bajos que acumuló una ingente cantidad de obras que constituyeron uno de los históricos pilares del museo que acoge las colecciones imperiales austríacas.
Su autor es el más famoso de los hermanos Carracci, Anníbale (1560-1609), que la pintó hacia 1603 en la capital romana. La pieza puede calificarse como de excelente técnica compositiva. Cristo yace en el suelo sobre el sudario, junto al basamento que servirá de tumba. Sobre ella, a un lado, la corona de espinas y los clavos, que destacan como huella de sufrimiento sobre el fondo gris de piedra y pared. Carracci decidió colocar los pies del Redentor cruzados, sin duda en un intento logrado de describir la anatomía del cuerpo yerto, que presenta los rasgos de una escultura romana antigua. Al observar que la cabeza del Señor descansa sin vida sobre el regazo de María y describe una sombra, nos adentramos en la magnífica resolución cromática que añade singular belleza al equilibrio con el que las dos figuras centran la escena. Carracci encontró en el cobre sobre el que iba a trazar su obra un sutil aliado de sus propósitos. Óleo encima del metal para resaltar los tonos de la vestidura azul de la Virgen, el color que la tradición artística ha reservado tradicionalmente para la representación de Nuestra Señora. Incluso el santo lienzo bajo Cristo parece recoger alguno de sus destellos. Pero ese mismo cobre le facilita un auténtico acierto artístico y teológico. Si es Cristo quien ha muerto, la Virgen, en su desmayo, muestra aún más que su hijo el rictus de la muerte en el rostro. También en el trazo y color de su mano derecha, que pende de la piedra, puede sentirse el peso del dolor y la muerte.
De los numerosos detalles que completan la pieza hay dos de especial simbolismo. La representación incluye una pequeña porción de paisaje de fondo en el que destacan un árbol no frondoso pero sí con vida, y unas montañas del mismo color azul del manto de la Virgen, metáfora acaso de la solidez de la fe en el regreso a la vida de su Hijo. A ellos se suma la presencia de dos ángeles, que intentan confortarla, cuyas manos abrazan a la Señora con cercanía de criatura. La obra, en suma, es un excelso homenaje a la participación activa de la Virgen en la Pasión. Por si sola merece un desplazamiento al Guggenheim para recorrer la exquisita exposición de la que forma parte.
“Pietà” (ca. 1603)
Annibale Carracci
Óleo sobre cobre (43 x 62,5 cm)
Kunsthistorisches Museum (Viena)
Exposición “Todas las historias del arte: Kunsthistorisches Museum de Viena”
Organiza: Museo Guggenheim Bilbao
Patrocina: Iberdrola
Sede: Museo Guggenheim
Bilbao, 3 de octubre de 2008 al 18 de enero de 2009