La mujer de Coslada (2010) nos observa desde sus siete metros de altura en el hall central del Thyssen. Silenciosa, recibe al visitante consciente de la excepcional expectación que genera la muestra que custodia tras su rostro impasible. Antonio López se sienta al pie de su escultura, tímido como siempre, justo antes de iniciar un recorrido por la gran exposición antológica que presenta el museo sobre su obra.
Casi veinte años después de su última retrospectiva en España, el pintor se reencuentra con Madrid, en la que seguramente sea una de las muestras más esperadas por crítica y público de los últimos años. A la oportunidad única de poder ver obras de distintas épocas reunidas, se suma la particularidad de que ha sido el propio artista quien ha pilotado la selección y el montaje de la exhibición. Dando lugar así a una exposición de carácter casi autobiográfico, donde se puede ver el alma del pintor.
“De vez en cuando hay que aparecer”, afirma Antonio López, que asegura que ofrece su vida en esta exposición. “Aquí está mi vida: lo mejor y lo peor”. María López, hija del pintor y co-comisaria de la muestra, confirma esa contribución fundamental de Antonio López: “mi padre ha estado entregadísimo y con grandes ganas de colaborar”.
El pintor “da la cara” veinte años después
Antonio López admite que le “daba muchísima pereza” organizar una exposición. “Después de la gran retrospectiva del año 93 en el Reina Sofía, lo último que pensaba era en volver a aparecer por Madrid en una exposición comercial” porque “a cierta edad, solo piensas en trabajar”, asegura. Pero a veces, “hay que dar la cara”.
La entrega del Premio Velázquez, en el año 2006, fue el resorte para comenzar a hablar de montar una gran exposición. Un proceso largo y laborioso, que hoy culmina con esta muestra que se convertirá, seguramente lo sea ya, en un hito fundamental para entender la obra de Antonio López. “Agradezco al Thyssen que me haya facilitado conocer mi propia obra”, afirma el pintor, “algo que me va a servir para seguir trabajando”.
En total, la muestra reúne 130 piezas, entre pinturas, esculturas y dibujos, en la que la obra realizada durante las últimas dos décadas tiene un peso fundamental. Conocemos así el trabajo del maestro de Tomelloso de estos últimos veinte años, “una etapa de gran productividad, en la que podemos encontrar varias obras maestras”, asegura Guillermo Solana, director del Museo Thyssen y co-comisario.
Madrid, el árbol y la figura humana
La exposición ahonda en los tres grandes temas del imaginario de Antonio López: la ciudad (siempre Madrid), el árbol frutal y la figura humana. El recorrido parte con cuatro cabezas griegas que nos recuerdan la presencia de la escultura clásica en su formación y nos adentra en un mundo de azoteas, retratos, interiores domésticos, árboles y flores e, incluso, bocetos y obras sin terminar.
“Nunca me ha importado enseñar la obra en proceso”, explica el propio artista”. “A mí siempre me ha gustado entrar en el taller de mis compañeros. Creo que es muy interesante ver cómo se hace un cuadro”.
Una de las partes más significativas de la muestra es, sin duda, la que recoge las vistas de Madrid. Desde su célebre Gran Vía (1974-1981), hasta la reciente Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas (1990-2006). Obras que han requerido de un largo proceso de creación y que son auténticos retratos de la ciudad. Ejecutadas al aire libre, donde el artista depende de la luz natural, obligan a Antonio López a trabajar a cierta hora, durante cierto tiempo cada día y durante solo unas semanas al año.
La Gran Vía en proceso
En los últimos años, el pintor ha vuelto a la calle madrileña y ha realizado una serie de vistas de la Gran Vía, muchas de ellas aún sin concluir, y que pueden verse en la exposición. Además, se pueden contemplar también algunos de los horizontes más conocidos, como Madrid desde Torres Blancas o Madrid desde Capitán Haya.
Al admirar uno de estos cuadros mágicos, iconos de la pintura española del siglo XX, el espectador reconoce instantáneamente Madrid. Sin embargo, el verdadero reconocimiento se produce al abandonar el museo y reincorporarse a la ciudad. A partir de ese momento, el visitante dejará de ver la metrópoli real y comenzará a visualizarla como un cuadro de Antonio López.
Además de pinturas, la retrospectiva incluye piezas fundamentales de su escultura. “Antonio López es también escultor y dibujante, como los artistas del Renacimiento”, asegura Solana. Lo cierto es que la escultura le ha interesado desde que era alumno de Bellas Artes, y él mismo afirma sin dudar que le gustaría “que el público viera la obra de un pintor apasionado por la escultura”.
Escultura fundamental
El recorrido ofrece la posibilidad de ver prototipos de su Mujer de Coslada, varias cabezas de sus hijas y sus nietos, bustos del propio artista y de su mujer (la también pintora María Moreno) y su proyecto más ambicioso: Hombre y mujer (1968-1994), dos figuras en las que trabajó a lo largo de veintiséis años.
Para la realización de esta muestra, que podrá verse hasta finales de septiembre, ha sido fundamental la colaboración de los prestadores. Muchas de las piezas proceden de colecciones privadas, la mayoría españolas, pero también hay préstamos destacados de museos como el Reina Sofía, el George Pompidou de París o al Museum of Fine Arts de Boston.
Irene G. Vara
Antonio López
Del 28 de junio al 25 de septiembre
Museo Thyssen-Bornemisza
Comisarios: Guillermo Solana y María López
De martes a sábados, de 10.00 a 23.00 horas
Domingos, de 10.00 a 19.00 horas
Entrada a la exposición temporal, 10 euros
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